jueves, 8 de enero de 2015

ESPEJOS

ESPEJOS

Los rostros sacan al exterior toda la gama de sentimientos humanos: frustración, felicidad, miedo, paz, codicia, rabia, angustia, alivio. Hay rostros contraídos de continuo por una mueca de desprecio o de sarcasmo, de suficiencia, de soberbia. También tranquilos rostros llenos de calma, mirarlos es tener la sensación de haber llegado a casa. Sobre las caras de los  niños aún está casi todo por escribir, bellos rostros impecables sobre los cuales la vida aún no ha tenido tiempo de dejar su huella. Nuestras emociones van marcando nuestra fisonomía,  nuestra vida se va escribiendo sobre nuestro rostro  con cada gesto, cada arruga.

Y entonces interviene la factoría del borrado industrial.

Mujeres-monstruo de Frankenstein que quieren la cara de Scarlett Johansson y el culo de Kim Kardashian. ¿Y el cerebro de quién? Poco importa, éste es un accesorio si no inútil desde luego sí prescindible.

El rostro es la parte de nuestro cuerpo donde reside la identidad y sin embargo la industria de la imagen conduce a miles de hombres y mujeres a querer cambiar su identidad por juventud y belleza, dorians grey vulgarizados, banales y transitorios. Rostros intercambiables como cabezas de muñecas. Caras con pretensiones de belleza pero cuya falta de naturalidad provoca una leve repulsión. La perfección no es humana, sólo es posible en un laboratorio y en una cadena de montaje. La belleza, dominio de los poetas, convertida en material de mercado.

El nuevo espejo mágico es el selfie que manda tal mensaje de insatisfacción sobre las pseudo- reinas, madrastras sólo de sí mismas, que ha hecho incrementar las operaciones de  estética en un 15%. De nuevo gana la banca, hagan juego, señoras.


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