lunes, 30 de noviembre de 2015

SOBRE LA GUERRA QUE NOS AMENAZA

SOBRE LA GUERRA QUE NOS AMENAZA
Según Santiago Alba Rico yihadismo e islamofobia son dos caras de una misma moneda al igual que lo fueron en su día sionismo y antisemitismo. Hannah Arendt nos explica en "Eichmann en Jerusalén" cómo en los primeros años del nazismo, los grupos sionistas colaboraban con el partido nazi aportando listados de ciudadanos judíos; lo hacían de modo inocente pues no sabían lo que vendría después. En una primera fase, el nazismo proponía una deportación masiva de judíos a Palestina y en esto coincidía con el sionismo que propugnaba una reunificación masiva del pueblo judío en Tierra Santa. En definitiva, ambos colaboraban  pues estaban de acuerdo en la propuesta de la segregación.
Javier Albiol, el xenófobo dirigente del Pp en Cataluña, ni siquiera es original cuando habla de limpieza y culpa al multiculturalismo de los males de nuestra sociedad: los yihadistas piensan igual que él, nada de mezcla cultural, matan por una sociedad pura, limpia, lo cual paradójicamente les iguala a los islamófobos.  Son dos trincheras complementarias, una no tiene sentido sin la otra. O lo que es lo mismo, si se desactiva una se desactiva la otra. Por desgracia, el racismo y la falta de memoria son aliados letales.
El problema se agrava cuando nuestros dirigentes nos hacen creer que "el otro", el extranjero, el diferente, no tiene la misma entidad humana que tú, tu familia, tus vecinos y tus compatriotas. Esto conduce a una alienación, un extrañamiento del otro en tanto que ser humano de manera que su sufrimiento es para nosotros menos importante que el de los  "nuestros". Los muertos de Paris son entonces más importantes que los muertos por los subsiguientes bombardeos de Siria, sin importar que la mera comparación numérica ofenda toda lógica. Ya eso es lo de menos, el "otro" no es nuestro igual, la cantidad de sufrimiento, la cantidad de muertes es irrelevante: hemos puesto nuestra conciencia en suspenso y el miedo nos hace correr como pollos sin cabeza.
Los motivos de esta nueva-vieja guerra que nos amenaza son los de siempre: lucha por el dominio de las fuentes de energía.

Pero me preocupa sobre todo el modo en que nuestros gobernantes nos inducen a darles otra vez una coartada para bombardear países. No me extraña ver estos días cómo los halcones de la guerra se afilan el pico en la piedra del yihadismo, esto es algo que nos esperamos. Pero sin embargo me desespera ver y oír cada vez más personas que piden que se bombardee Siria, que culpan a los refugiados de los atentados de París, que miran a las víctimas de esta guerra como amenazas para su seguridad personal. Sé que han sido y están siendo objeto de manipulación pero tampoco esto les exime por completo de su responsabilidad en la vía libre que les dan a los gobiernos para iniciar esa guerra que nos amenaza.

martes, 24 de noviembre de 2015

LA UNIVERSALIDAD DE OCCIDENTE

LA UNIVERSALIDAD DE OCCIDENTE
            A raíz de los atentados terribles de París todos hemos sentido la necesidad de decir hasta qué punto nos horrorizan. Nos hemos sentido interpelados por un dolor que sentimos cercano, porque París está en el imaginario personal de todos gracias a las películas, los libros, la música…, porque en París tenemos amigos, porque es una ciudad que hemos visitado, por esas y otras muchas cosas nos sentimos vinculados a esa ciudad y por lo mismo vinculados a ese dolor.
            En este totum revolutum de información y sentimientos, leo unas declaraciones de Obama diciendo que los atentados de París “son un ataque contra la humanidad” y leo también sobre otros atentados en Oriente Medio y África, de los cuales no tenía noticia o muy escasa.  Por lo visto Occidente es el centro del mundo, es la humanidad misma, todo lo que queda fuera de ese núcleo privilegiado, muertos incluidos, es invisible, indiferente, menor. Occidente es el centro, el resto es periferia, no nos afecta de igual modo si es que acaso nos afecta. Este desequilibrio se da a nivel mundial y también a nivel nacional y local. Los inmigrantes provenientes de los “países periféricos” quedan igualmente en la periferia de nuestras ciudades. Este desequilibrio es un foco de rabia de la periferia hacia el centro.
            Si nos creemos lo que nos cuentan la televisión y los periódicos, el terrorismo que mata ciudadanos occidentales es peor que las guerras que matan ciudadanos de Oriente Medio y África. Las guerras iniciadas y financiadas por Occidente en esos países son presentadas por los medios de comunicación como guerras legítimas, acciones llevadas a cabo para democratizar países que se encuentran en la Edad Media. La realidad se retuerce de tal modo que hasta las víctimas de esos conflictos son consideradas sospechosas de terrorismo. Cuando se ponen en marcha en dolorosas columnas humanas para huir de la guerra son recibidos con gases lacrimógenos e indiferencia porque se dice que entre ellos pueden venir terroristas. Porque Occidente es el centro del mundo y todo lo que no es centro es periferia, periferia de la que extraer petróleo, periferia a la que vender armas, periferia cuyo territorio diseñar y recortar a conveniencia del centro, periferia cuya población utilizar para justificar guerras y cuyos muertos enterrar en el olvido cuando la barbarie se desboca, muertos sin nombre, sin rostro, que no merecen flores ni velas, muertos de nadie. Periferia. Pura periferia.