lunes, 25 de julio de 2016

COLORES

COLORES

Las niñas y los niños son divididos por un severísimo código de colores desde que nacen. Al bebé niña se le asigna el rosa pastel y al bebé niño el azul suave. A partir de ahí y conforme van creciendo van siendo uniformados por la gama de un pantón cargado de contenido político. A las niñas les toca el rosa chicle, el rosa algodón de azúcar, el rosa pastel de fresa, como mucho el fucsia, el violeta, o ya, en un alarde de atrevimiento, el azul turquesa, colores domésticos y confortables que les transmiten los valores que deben encarnar. Son tonos que inspiran suavidad, dulzura, delicadeza, calma, inacción y un poco de tontuna también. A los niños en cambio les toca el azul oscuro que evoca el mar, el verde bosque, el ocre del desierto, el gris metálico. Son colores que les impelen a salir, a viajar, a descubrir mundo. Es el cromatismo del ejército, de la exploración, de la conquista.  Estos tonos connotan fuerza, agresividad, resolución, atrevimiento. Contienen toda una épica de superación mientras que los de las niñas invitan a la permanencia en el ámbito doméstico. Y encima se dice, como si fuera cosa de ellas: “hay que ver las nenas, que sólo quieren vestirse de rosa”. Pues claro que sólo quieren vestirse de rosa: se están adaptando a la norma. Mucho carácter habría que tener para, con cinco o siete años, poner el sistema en cuestión.

Tanto una gama como la otra están en ropa, juguetes, dibujos animados, perfumes, revistas, zapatos, material escolar, material deportivo, en absolutamente todos los elementos del marketing dirigido a la infancia. No he conocido código más rígido que el que asignado a niños y niñas y que ellos y ellas integran como propio hasta tal punto que un niño prefiere quedarse sin patinar antes que ponerse unos patines de color rosa. Con los colores se les confiere su papel en la sociedad y los bandos no son permeables. En todo caso, antes se pondría una niña una camiseta de camuflaje que un niño un pantalón rosa, ella puede querer aspirar al superior mundo masculino pero él jamás querrá rebajarse al doméstico mundo femenino sin sentirse minusvalorado. Nada se deja al azar, nada es casual y mucho menos neutro, los colores tampoco.