lunes, 26 de marzo de 2018

DEMASIADA DEMOCRACIA


DEMASIADA DEMOCRACIA

Cuando la corrupción se desvela como un sistema paralelo de poder que inutiliza el sistema nominal, la democracia está en peligro; cuando la corrupción, que amenaza con disolver el conjunto de valores que sostienen y dan sentido a nuestra convivencia en común, es explicada como casos individuales que impiden la lucha contra este tipo de criminalidad, la democracia está en peligro. Se evidencia una concepción patrimonial de las instituciones por parte de las élites de modo que la corrupción a todos los niveles está servida y esto no es democracia.

No es democracia cuando se pone en marcha la estafa a nuestros ancianos, quienes, después de trabajar y cotizar toda una vida, ven sus pensiones comprometidas. El gobierno procede a llevar a cabo este expolio saltándose todo un clamor popular. No es democracia cuando las decisiones gubernamentales están destinadas, no al sostenimiento del sistema, sino al lucro de una élite sociopolítica. No es democracia cuando se abandona a una parte de la población a su suerte; es otra cosa, aún innominada, pero no democracia.

Tampoco es democracia cuando el cincuenta por ciento de la población es discriminado por un sistema patriarcal que sigue permitiendo la brecha salarial, que sigue impidiendo el acceso de las mujeres al poder y que sigue dejando a nuestro cargo la tarea, mayoritariamente no retribuida, de los cuidados universales dejándonos así, y como siempre, relegadas al hogar.  Un enorme grito de basta ya se oyó el ocho de marzo. Para la derecha, por supuesto, no había nada que reivindicar. Nosotras nos preguntamos cómo va a existir la democracia sin igualdad real.

Para los partidos conservadores, la democracia no es un sistema, es una ideología que hay que ir desmontando porque no concuerda con el neoliberalismo, es más, está en las antípodas. El mensaje que emite la derecha española (C’s y Pp, por si aún hay algún despistado/a) es el de: nos sobra democracia, nos faltan leyes restrictivas, cárceles, muros que dividan ciudades, fronteras que dejen fuera a los pobres. Nos sobra democracia, como si ésta fuera el enemigo a combatir. Convencer de tamaño disparate a una ciudadanía hiper(des-)informada no resulta difícil. Veamos varios ejemplos recientes:

Los medios de comunicación emitiendo durante veinticuatro horas, siete días a la semana, el horror de un niño desaparecido y asesinado predisponen a la gente a pedir que se  endurezcan las penas de cárcel en un país que ya tiene la legislación más severa y el menor índice de criminalidad de Europa. Sin embargo, hipnotizados por la emisión sin descanso de la tragedia, el personal pide que se eliminen garantías y que se ponga en vigor la cadena perpetua (conocida también por su eufemismo “prisión permanente revisable”) porque lo que nos hace falta es mano dura.

En la misma línea (des-)informativa, recibo por Whatsapp, a través de grupos distintos, las fotos de una cárcel de reciente construcción, con todas las instalaciones que cabría esperar de un establecimiento penitenciario moderno y occidental. Estas fotos son acompañadas del mensaje de que a los asesinos los tratamos mejor que a nuestros viejos. Entonces, ¿qué clase de cárceles queremos?, ¿una ergástula romana, una mazmorra medieval, una prisión tailandesa? Por lo visto, el tipo de confinamiento deseable para vengarnos de las personas presas debe ser un agujero inmundo donde además se pudran hasta su muerte, o al menos eso es lo que se defiende con la petición de prisión permanente revisable. Eso es, amigos y amigas, que nos sobran derechos. Y de paso, también nos sobra humanidad.

El espectáculo lamentable que estamos viendo estos días de persecución y encarcelamiento de líderes políticos en Cataluña me abochorna, me preocupa y me deprime. Todas las leyes que no se han hecho valer para liberarnos de la corrupción que nos asola, se han puesto sin embargo a andar ipso facto para detener el Procès. Podré no estar de acuerdo con el independentismo, pero el Procès no es, ni de lejos, un golpe de estado como quieren hacernos creer de forma torticera. Vemos cómo la aplicación de la ley no es imparcial y sirve con todo descaro a intereses partidistas. La judicialización de un proceso político da lugar a todo tipo de arbitrariedades y a un recorte generalizado de libertades y sin embargo, una gran parte de la ciudadanía aplaude la intervención de un gobierno duro, un estado que, como Júpiter tonante, no negocia ni dialoga sino que castiga sin mesura porque, al parecer, nos sobran garantías.

Lo que está sucediendo no nos saldrá gratis. Convencerán a la ciudadanía de que disfrutamos de demasiadas  libertades, se ofrecerán a recortarlas y la gente dirá que sí. Y esto se hace porque ya está bien de tanta demanda, que andamos muy sueltecicos, tenemos demasiados derechos, demasiadas garantías, demasiada justicia; nos faltan cadenas, nos falta mano dura, nos sobra democracia.




lunes, 19 de marzo de 2018

TSUNAMI FEMINISTA


TSUNAMI FEMINISTA

El ocho de marzo de 2018 será recordado durante muchos años porque hemos tenido la suerte de vivir en nuestro país un día histórico, manifestaciones grandiosas en extensión, variedad y número de participantes, una jornada sin precedentes que ha dejado boquiabierto al mundo entero, un auténtico tsunami feminista. Habrá un antes y un después. El cambio ya ha comenzado.

Muchas cosas han pasado en pocos días y hemos podido constatar lo cortos que son ahora los tiempos políticos. Entre la negativa de Mariano Rajoy a hablar de la brecha salarial por considerarlo un tema menor carente de todo interés, despachado con un despectivo “no nos metamos en eso”, y el propio presidente luciendo lazo violeta y contradiciendo a Tejerina  y Cifuentes  en su “huelga  feminista” a la japonesa han pasado apenas seis semanas. Entre Albert Rivera negando la pertinencia de las reivindicaciones feministas porque ya hemos logrado la igualdad y él mismo queriendo liderar el feminismo han mediado apenas días. Días en los que hemos visto el adjetivo feminista pasar de ser sinónimo de feminazi a ser un tema central incluso en la agenda de los partidos conservadores. Habrá que ver luego cómo desarrollan esa agenda porque si el cinismo fuera helio estarían ya Rajoy y Rivera fuera de nuestra atmósfera; al parecer el ocho de marzo se bañaron en el Jordán feminista que supuso ese río de mujeres en las calles y amanecieron los dos feministas perdidos porque ambos, como Groucho Marx, tienen unos principios pero en viendo las calles tomadas por multitudes, los cambian rápidamente por otros. Lo que sí que es innegable es que el feminismo ha dejado de ser invisible y/o inconveniente para esos partidos y por tanto, para millones de personas y de eso debemos congratularnos. Y eso se ha conseguido por la presión de la calle mientras tertulianos convertidos de pronto en expertos en feminismos nos explicaban que no era necesario, que dónde íbamos, que estábamos locas.

Es de esperar que la respuesta en las calles de tantos y tantos miles de mujeres y hombres, jóvenes y mayores vaya dejando atrás esa absurda letanía del “yo no soy ni feminista ni machista” porque al personal empieza a quedarle claro que lo contrario al feminismo es la ignorancia. Es necesario recordar a aquellos y aquellas que deslegitimaron la huelga acusándola de ser una huelga “política” que por supuesto, claro que sí, porque el feminismo es político, cómo no lo va a ser, nosotras lo sabemos y lo decimos. El "ni feminismo ni machismo" también es política, sólo que quienes hablan así no lo reconocen, como si su postura fuera la equidistancia sensata y necesaria en sociedad. Como si diciendo, por ejemplo "yo no estoy ni a favor ni en contra de la esclavitud" no estuvieras ya adoptando una posición política muy definida. Lo que también es el feminismo es absolutamente transversal, algo que ya sabíamos pero que ha sido demostrado empíricamente merced a  la rápida conversión de Rajoy y Rivera.

Después de un tsunami hay mucho escombro, mucha broza, mucho desperdicio amontonado en las orillas de las carreteras y en las rejillas de los desagües. Todo eso que hemos leído últimamente desde Vargas Llosa hasta el último australopiteco ilustrado (un tipo que firma un artículo infame en el periódico La Opinión titulado “Querida niñata”) son los restos del tsunami feminista del pasado ocho de marzo. Es hora de acostumbrarnos. Time's Up. Ahora el feminismo marca la agenda.




jueves, 8 de marzo de 2018

LA MUJER INVISIBLE


LA MUJER INVISIBLE

El domingo vi en la tele la película “ Los 4 Fantásticos”. Tres hombres y una mujer. ¿Sabéis que súper poder tiene la mujer? Sí, exacto: es invisible. Además de la invisibilidad tiene otro súper poder: generar un campo de fuerza que proporciona protección y refugio. Es lo que tiene el subconsciente, que funciona en automático. Y lo que existe en el subconsciente colectivo con respecto a las mujeres lo han resumido bien aquí los guionistas de la película: somos proveedoras de cuidados y para todo lo demás, invisibles.

Digo esto medio en serio, medio en broma, pero que en un grupo con súper poderes el poder de la mujer  sea el de la invisibilidad parece resumir de forma involuntaria la historia de las artes, de la ciencia, de la cultura, de la conquista, donde la mujeres han sido o bien invisibles o bien invisibilizadas. Ha habido mujeres escritoras que no podían o no se atrevían a firmar con sus nombres y utilizaban pseudónimos masculinos para poder ser tomadas en serio. Fernán Caballero resultó ser Cecilia Böhl de Faber; las hermanas Brontë comenzaron presentando sus obras con pseudónimos masculinos; Georg Sand escondía detrás a una mujer cuyo nombre, Amantine Lucile Aurore Dupin, es desconocido para la gran mayoría. Mary Ann Evans, la gran autora de Midlemarch y el Molino de Floss, firmaba como Georg Eliot. Ha habido mujeres cuya autoría ha sido robada por sus compañeros, como le ocurrió a María Lejárraga, víctima de un expolio literario, cuyas obras teatrales eran firmadas por su marido. Ha habido mujeres que han sido fagocitadas por sus compañeros como hizo Auguste Rodin con la escultora Camille Claudel. Ha habido mujeres excluidas del poder sólo por ser mujeres, como ocurrió con Emilia Pardo Bazán, a quien, a pesar de su enorme aportación a la historia de la Literatura, jamás se le permitió formar parte de la RAE.

A lo largo de la historia se nos ha querido convencer de que el universo femenino era el mundo del hogar, de lo pequeño, de lo particular, de lo insignificante, de lo invisible. El mundo de los hombres sin embargo había de ser el de lo público, lo universal y lo trascendente. ¿Qué pasa cuando queremos dejar de ser invisibles? Que molestamos. Molestamos a la Academia de la Lengua, molestamos a la industria del cine, molestamos a los estamentos políticos. Nos volvemos ruidosas y descaradas y eso, se nos dice, es impropio de mujeres.

Se nos dice que hemos conseguido grandes logros, que ya somos iguales por ley, al menos en el mundo occidental, que ya no hay nada más que reinvindicar. Se nos dice que a qué viene tanto alboroto. Se nos dice que ya es suficiente.  Sí, es cierto, se han conseguido grandes logros y ha sido gracias al feminismo, los cambios no se produce en sociedad por generación espontánea. Ha habido muchas mujeres que han luchado para que nosotras podamos votar, estudiar, trabajar, viajar, ser libres e independientes. Pero no es suficiente. Si hay mujeres que mueren por el simple hecho de ser mujeres, no es suficiente. Si hay mujeres que, realizando el mismo trabajo, cobran menos que los hombres, no es suficiente. Si las mujeres no pueden promocionar en sus trabajos y chocan contra un techo de cristal porque el testigo de poder se pasa de un hombre a otro, no es suficiente. Si los cuidados y el trabajo doméstico siguen siendo tareas casi exclusivas de mujeres, no es suficiente. Si no estamos representadas en las artes, en las ciencias, en la empresa, en la política de modo igualitario es porque lo que se ha conseguido es mucho pero no suficiente.

Reclamamos nuestro espacio que no es ni el 3% ni el 7%  ni el 20%, es justamente el 50%, la mitad del espacio, nuestro lugar junto a nuestros compañeros. No queremos más. No queremos menos.