martes, 25 de junio de 2019

CIUDADANOS EN LAS TERMÓPILAS


CIUDADANOS EN LAS TERMÓPILAS
Ciudadanos tiene un problema con la realidad y su representación: ellos gritan muy alto DEMOCRACIA mientras pactan (o negocian o hablan o como ellos le quieran llamar) sin empacho con fascistas que es tanto como mostrarnos la foto  de unas naranjas y querer convencernos que  nos vamos a poder hacer un zumo con ellas. Como todo el mundo sabe, la democracia tiene un botón de autodestrucción; ese botón en España se llama Vox.
Ciudadanos es un partido  neoliberal. Ok, todo correcto, no es mi opción favorita, desde luego, pero no hay  problema.  Neoliberal como tantos otros partidos europeos.  La diferencia es que  sus socios europeos han tenido la prudencia (y la buena memoria histórica) de crear un cordón sanitario frente a los distintos partidos fascistas que han emergido en estos últimos años,  porque saben lo peligrosos que son. ¿Cuál ha sido, sin embargo, la estrategia de Rivera? Decir que  los fascistas no son fascistas aunque los propios fascistas digan que son fascistas. De nuevo la realidad y su representación: Rivera nos muestra la foto de un Rottweiler y nos quiere convencer de que le podemos acariciar la barriga como si fuera un gatito.

Es tan grave el problema de Ciudadanos que ya ni ellos mismos distinguen realidad de ficción. Probablemente por ello ha tenido Rivera el cuajo de decir que Macron les ha felicitado por sus logros y sus pactos.  Quizás lo haya soñado, no seré yo quien diga que Alberto Carlos miente, aunque no necesito decirlo yo: ya lo ha hecho Macron.
Europa fue devastada por el fascismo, por partidos que defendían los mismos principios que  Vox, socio de PP y Ciudadanos en tantos ayuntamientos y comunidades. El fascismo europeo fue vencido, por tanto el relato posterior no fue generado ni influido por ese fascismo.  El fascismo español, o sea el franquismo, devastó España, pero no fue vencido, sino vencedor. A la muerte del dictador, transicionó, se camufló, se adaptó y su forma larvada ha seguido viviendo entre nosotros, hasta eclosionar convertido en Vox. La diferencia con respecto al resto de Europa es que el franquismo generó a lo largo de cuarenta años un discurso que ha llegado hasta nuestros días y por ello nunca ha dejado de estar naturalizado por la parte más conservadora de nuestra sociedad. Esa normalización es la que  hace que para Ciudadanos, Vox no sea un elemento repudiable, mientras que sí lo es, por ejemplo, el Frente Nacional de Le Pen para los votantes de Macron.
Rivera debe pensar que la coherencia está sobrevalorada y mientras baila un agarrao con Vox pide a Sánchez que establezca un cordón sanitario frente al nacionalismo catalán; mientras se postula como adalid contra la corrupción, apuntala a un PP corrupto más allá de toda duda; mientras clama por la regeneración política, pacta con los populares en Castilla y León, donde gobiernan desde hace 32 años o en Murcia donde gobierna desde hace 24.
Ciudadanos se inició como un partido con aspiraciones a ser de centro, equidistante, ni de izquierdas ni de derechas, por tanto su giro a la derecha, un espacio político con overbooking, le está costando más bajas que a Jerjes en las Termópilas: Valls ha sido repudiado, Toni Roldán ha dimitido, Javier Nart ha abandonado la dirección del partido igual que Juan Vázquez (líder en Asturias), los neoliberales europeos le han afeado la  política de pactos iniciada. Así está la cosa a estas horas, no sé si habrá habido alguna otra baja en el tiempo que escribo este artículo. Si sigue por esa vía, confundiendo la realidad con su representación, Rivera terminará haciendo como Jerjes, que  culpó al mar de la derrota y mandó azotar sus aguas.








lunes, 24 de junio de 2019

QUINCE AÑOS


QUINCE AÑOS

El viernes 21 salió la sentencia definitiva del Tribunal Supremo sobre el caso de La Manada. Con las informaciones que tenemos sobre el caso, podemos hacer el ejercicio de imaginar qué puede haber pensado alguno de sus miembros:
"Hay que ver cómo se ponen, si nosotros no hemos hecho nada.
Quince años por un rato de metesaca. Qué disparate. Nos han destrozado la vida. No sé de qué se queja esa tía, si ni siquiera le pegamos, ella se metió solita en el portal. Las gracias nos tendría que dar, ¿quién se iba a trajinar, si no, a una tipa como ella?

Fui yo el primero que la vio, sola y borracha, por la calle.  Le di un codazo al Prenda: mira, tío, está como una cuba; esta noche follamos, fijo.
Cualquier otro tío hubiera hecho lo mismo. Vamos, ¿qué hombre que se encuentra a una, borracha y sola, no aprovecha para echar un polvo? Habría que ser maricón para no hacerlo.  Además, una cosa te digo: si no quieres coles no vayas al huerto. Si una tía va por ahí, a cualquier hora de la noche, bebida, sin compañía, con una camiseta bien apretada, ¿qué es lo que va pidiendo? Pues que  le echen el polvo de su vida, claro, y si es entre varios, mejor. Si yo a mi hermana o a mi hija la veo salir de noche así de la casa y me dice que se va sola de fiesta, le meto dos hostias que se le quitan las ganas.  Pero esas guarras no tienen quién las controle y van como van y pasa lo que pasa; luego la culpa nos la echan a nosotros.

Lo de quedarnos con el móvil no fue por robárselo, ¿para qué íbamos a querer nosotros ese móvil de mierda, si cualquiera de los nuestros es mil veces mejor? Lo que hicimos fue quitarle la tarjeta y tirarlo a una papelera porque es que  algunas histéricas, después del polvo quieren ponerse enseguida a llamar a alguien, que ya nos ha pasado antes. Por eso yo les decía a todos estos que lo mejor es llevar unos cuantos reynoles siempre encima, que con eso las atontas un poco y ya luego no se acuerdan ni de la mitad.  Sí que es verdad que lo que mola es hacerlo en vivo: nena, ponte así, ahora asá, ahora para ese lado, que le toca al compañero, que todos tenemos derecho a probar el material. ¿Se le oyó a ella decir "no"? Como dijo nuestro abogado, no hubo un "no" y eso es consentimiento. 
Lo grabamos, claro, porque tenemos colegas que no pudieron venir de viaje y nos gusta compartir ciertas cosas, ¿a qué  tío no le gusta? Hasta mi cuñado está en un grupo de WhatsApp sólo para hombres, con cosas aún más fuertes.
Fíjate, ahora al Antonio Manuel, al pobre chaval, hasta lo han echado de la Guardia Civil, por un polvo entre varios, ya ves tú, que lo hemos hecho montones de veces en el puticlub. Luego le damos diez o quince euros cada uno a la puta y ya está. Si lo que le pasó a la desgraciada esa fue que le jodió que nos lleváramos el móvil y que no quedáramos luego con ella, que seguro que quería rollo. Lo que pasa es que no nos gustó a ninguno porque era una puta que no tenía más que un polvo.
Y ahora quince años de cárcel, ¿es que nosotros somos gentuza? Todo el mundo lo ha visto: somos chicos normales, con nuestro trabajo, nuestra familia, nuestras novias. ¿Que nos gusta divertirnos de vez en cuando? Pues sí, claro, como a todos, pero eso no es para mandarnos a la cárcel. 
La culpa la han tenido todas esas jodidas feminazis,  en la calle todo el día, dando por culo a todas horas.  Si no hubiera sido por eso no se hubiera revisado la sentencia.  Y ahora ya ves, quince años, y nosotros no hemos hecho nada que no hubiera hecho cualquier otro. Quince años por un rato de metesaca..."
Evidentemente lo anterior es ficción pero asusta constatar que hay gente que realmente piensa así. Os invito a que echéis un vistazo a las declaraciones al respecto de Francisco Serrano, líder de Vox en Andalucía. Este discurso es el que sostiene la cultura de la violación, que la banaliza minimizando sus efectos y responsabilizando a la víctima.  Hoy podemos felicitarnos porque esta sentencia del Tribunal Supremo finalmente crea un precedente contra la naturalización de la violencia sexual hacia las mujeres.





EL PRESO NÚMERO NUEVE


EL PRESO NÚMERO NUEVE
Los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas son una noticia tan cotidiana que, a menos que se salgan del patrón habitual, apenas conmueven a la opinión pública. El imaginario popular está repleto de ejemplos en los que la violencia machista es normalizada, en los que esa violencia es tan normal que se vuelve invisible. Los transmisores culturales alimentan estas ideas que son convertidas en un mantra repetido sin que seamos capaces de reparar en los mensajes que contienen.
Traigo aquí una canción de Joan Báez que yo escuchaba y cantaba con verdadera pasión cuando era adolescente, “El preso número nueve”:
Al preso número nueve
Ya lo van a confesar
Está rezando en la celda
Con el cura del penal
Porque antes de amanecer
La vida le han de quitar
Porque mató a su mujer
Y a un amigo desleal
Dice así al confesor:
Los maté, sí señor
Y si vuelvo a nacer
Yo los vuelvo a matar
La cantábamos a voz en cuello. Sentíamos una empatía irresistible hacia el preso número nueve que había matado a su mujer y a un amigo desleal y al que aún le parecía poco ya que pensaba seguirlos al Más Allá. Sentíamos empatía hacia un hombre que era perfectamente insensible a todo sentimiento que no fuera el suyo propio, cuya indiferencia emocional hacia la mujer y el amigo deberían habernos helado la sangre y que sin embargo, de un modo irreflexivo, nos resultaba justificada. El honor ofendido, el sentimiento de macho despojado que venga la afrenta nos resultaba normal. Esa normalidad estaba conectada con lo que vivíamos a diario.
Estaba conectada con las noticias de aquellos años en que los feminicidios ni siquiera  estaban contabilizados ya que la estadística de mujeres muertas por violencia machista sólo se lleva desde el año 97. Además, no hace tanto tiempo que a la violencia machista se le llamaba “crimen pasional”, era un atenuante y no pasaba de ser simplemente un problema privado; conectada con  las opiniones de nuestros mayores para quienes el honor ofendido se lavaba con sangre; conectada con las muertes de mujeres que ocurrían a nuestro alrededor, percibidas con una normalidad que ahora nos espanta.
Incluso para nuestro entonces admirado Joaquín Sabina que cantaba “nunca entiendo el móvil del crimen a menos que sea pasional”, matar era lo que había que hacer cuando te arrastraban las pasiones, porque las pasiones (masculinas) se situaban por encima de cualquier apelación a la razón. Así se ha construido durante siglos la imagen del hombre, del macho, de la masculinidad patriarcal basada en el dominio, en un concepto primitivo de virilidad. Y así eran luego los hombres que las mujeres buscaban, ese era el ideal masculino, el que pone sus instintos por encima de cualquier otra cuestión, el que mata de forma irreflexiva porque eso es lo que hacen los hombres-hombres y que luego “no se arrepiente, ni le da miedo la Eternidad”. Ese era uno de los modelos, válido para  muchas mujeres, un hombre que ya había matado y que no se había arrepentido porque sabía que allá en el Cielo el Ser Supremo le había de juzgar (y está claro que perdonar, porque el Ser Supremo también es hombre) y a quien  la justicia humana le traía sin cuidado. Y si ya había matado sin arrepentirse, ¿qué le impediría volver a hacerlo frente a cualquier otro arrebato pasional? Otelo siempre ha resultado arrebatador en su violencia irreflexiva, nadie piensa en el destino de Desdémona.
Hay un machismo por coacción, en el que las mujeres no podían, por ejemplo, abrir una cuenta o viajar sin el consentimiento del marido, y un machismo por consentimiento, del que está canción y los sentimientos que  suscita serían un ejemplo, en el que un hombre violento e insensible resulta atractivo, algo que nos enseñaban el entorno y la educación y que era refrendado por los transmisores culturales.
Hemos necesitado varias décadas de feminismo para poder leer correctamente estos mensajes, para constatar de cuántas formas variadas, groseras o sutiles, el machismo está instalado en la médula de nuestra sociedad  y de nuestro pensamiento, no sólo en los hombres, también en nosotras.  Y sigue siendo imprescindible continuar con este tipo de reflexiones  porque, por mucho que hayamos evolucionado, se siguen generando mensajes machistas a través de canciones, videos, anuncios, películas, redes sociales y qué difícil resulta a veces percibirlos porque el bosque del patriarcado en el que vivimos no nos permite ver los árboles del machismo a través de los que se expresa.