martes, 11 de abril de 2023

VIENTRES Y CORAZONES

VIENTRES Y CORAZONES

Todo parece indicar que el debate del año versará sobre órganos humanos, en concreto sobre vientres y corazones.

Por si alguien no ha visto aún la portada de una célebre revista del corazón, pondré un poco de contexto: una mujer famosa aparece en la foto saliendo en silla de ruedas de una clínica con un bebé en brazos. No, no ha dado a luz, tiene 68 años, hubiera sido un milagro, de la ciencia o de los otros. Ha pagado a otra mujer para que se quede embarazada, pase los nueve meses de incomodidad, náuseas, vómitos, cambios hormonales, dolor del parto y ese largo etcétera que es un embarazo y después de todo ese proceso le entregue a ella el fruto de su vientre. Para que la madre entregue la hija que ha gestado a la parte contratante de la primera parte. Pero vemos que de las dos partes de esta transacción económico-sentimental solo importa el socio capitalista. Es la perversión del mercado.

Cuando pagamos por algo, ese algo se convierte inmediatamente en una cosa.  Si esto lo llevamos a la llegada de una criatura al mundo, estamos aceptando que se puedan comprar seres humanos. Ahora le podemos llamar como queramos (gestación subrogada, maternidad de intención, paternidad comitente) para que el lenguaje oculte la dureza del hecho, pero el hecho no cambia y si media dinero, es compraventa. El que en el contrato de subrogación al importe entregado se le llame “compensación” en lugar de “pago” solo añade cinismo al hecho, no justicia. El altruismo es uno de los argumentos más utilizados para justificar esta práctica. Paradójicamente solo son altruistas las mujeres pobres, qué casualidad.

Hay un dilema sobre el deseo de tener hijos y el derecho de conseguirlos a cualquier precio, sobre cómo el neoliberalismo convierte, gracias al dinero, los deseos de paternidad/maternidad de personas occidentales en derechos, frente al derecho al propio cuerpo (esta vez sí, derecho) de mujeres económicamente vulnerables. No nos puede valer todo, no todo lo que se acepta es aceptable.  Como sociedad nos estamos haciendo esa pregunta, pero la discusión, lejos del debate serio que debería ser, se está tiñendo de rosa víscera cardiaca. Durante toda la semana, el debate en los programas del corazón (con audiencias masivas, como sabemos) versaba sobre si la foto era un robado o un pactado. Algunos opinaban que, sin duda, era un robado porque cómo va nadie a comerciar con un momento tan íntimo, por favor. Sí, estáis leyendo bien:  lo grave, lo inmoral no es la compra del bebé sino la venta de la foto. 

Posteriormente, en un inesperado giro de los acontecimientos, se descubre que la criatura ha sido gestada con material genético del hijo de la famosa, fallecido por cáncer. Y aquí ya sí que se abandona definitivamente el debate serio para instalar la discusión en el culebrón turco. La coartada que justifica este acto ilegal e inmoral es el dolor de una madre que ha perdido un hijo. Todos empatizamos con ese humanísimo dolor, olvidando que no es la única que lo ha sufrido, que hay muchísimas madres que han perdido hijos. Olvidando que ese dolor no puede bajo ningún concepto entregar patente de corso para que esté justificado todo lo que el dinero pueda pagar. Olvidando que el sufrimiento combinado con el dinero no puede ser la coartada que nos permita traspasar una barrera humana. 

En los medios de comunicación se está aprovechando esta noticia para hacer un lavado de imagen abrumador a los vientres de alquiler, para hacer una campaña masiva a favor de una práctica que es ilegal y cuya ética está más que en entredicho. La discusión suele plantearse a partir de la foto de la portada: si es robado o pactado, quién estaba al corriente y quién no, cómo se llamará la criatura, de manera que la fase previa, la de pagar por obtener un bebé, se da por aceptada. 

En el debate sobre vientres de alquiler esta noticia supondrá un antes y un después y por desgracia la balanza se inclina del lado de la mercantilización porque no hay nada más eficaz que la emoción para justificar un acto humano. Hasta el dolor de los ricos es más valioso que el de los demás: gracias a ese dolor ellos tienen la comprensión pública para clonarse un nieto con el material genético del hijo. Ellos que pueden pagarlo.



viernes, 7 de abril de 2023

¿QUÉ DERECHO?

¿QUÉ DERECHO? 

Las agencias que ofrecen el servicio de gestación mediante vientres de alquiler aluden al derecho a la procreación. Pero el deseo de procrear no es ni ha sido nunca un derecho. Y desde luego, el deseo de procrear de las personas occidentales con alto poder económico no puede convertirse en derecho por vía económica frente al derecho al propio cuerpo (esta vez sí, derecho) de las mujeres pobres. En el debate sobre vientres de alquiler comprobamos cómo el poder adquisitivo despoja a unas personas de un derecho genuino para dárselo de forma espuria a otras. El neoliberalismo pretende convertir en derecho todo aquello que el dinero pueda pagar y considera legítimo comprar y vender cuerpos de personas. ¿Qué cuerpos? Los de las mujeres, claro, que es la parte de la población más precarizada económicamente. Se pone el foco sobre la ansiedad de esas pobres parejas que no pueden gestar, sobre su sufrimiento al no poder formar una familia, se recuerda lo esperados y lo amados que serán esos bebés (como concluye el frívolo artículo de Rosa Montero en El Paísdel pasado 7 de mayo). Pero igual se podría haber puesto el foco sobre el sufrimiento de las personas que están esperando un riñón o una córnea o un hígado. Si seguimos esta lógica de compra-venta neta, estaremos de acuerdo en que estas personas verían acortado su padecimiento si se legalizara la libre venta de órganos y, al mismo tiempo, hombres y mujeres pobres podrían mejorar su situación económica vendiendo un ojo o un riñón o parte de su hígado ¿Por qué no? Si dinamitamos los límites de lo humano ¿por qué dejar aún esa barrera? Yo diría que es porque todavía existe un escrúpulo en generalizar la comercialización del cuerpo de los hombres. Pero el cuerpo de las mujeres, ése, siempre ha estado en almoneda, ese mercado ya existe merced a la prostitución; se trata sólo de darle otro uso, se trata sólo de ampliar el negocio abriendo una línea de venta específica, aprovechando un nicho de mercado en plena expansión.

"¿Y las madres? Son vientres de alquiler, no podemos llamarlo maternidad subrogada ya que precisamente esta práctica consiste en borrar a la madre del esquema"

Libertad.Según Karl Marx, “el reino de la libertad empieza donde acaba el reino de la necesidad”. En el mismo sentido Kant decía que aquel ser humano cuyo sustento depende de la voluntad arbitraria de otra persona o clase o género, no es libre. Así que estas mujeres que se prestan voluntariamente a gestar los hijos y las hijas de otras personas están muy lejos de ser libres. Y sin embargo, aquellos que defienden la gestación subrogada hacen de la libertad su bandera, poniendo al mismo nivel la libertad de quien lo tiene todo frente a la libertad de quien no tiene nada, como si fueran una sola y la misma libertad. En realidad lo que sucede es que los privilegiados ejercen su libertad contra las desposeídas. Ellas aceptan, sí, pero no todo lo que se acepta es aceptable, no basta que las partes se pongan de acuerdo: nada que atente contra la dignidad humana debería ser aceptado. El hecho de que se pague por una actividad la convierte en consensuada, pero no en socialmente válida.

Inversión. En los contratos de subrogación no se contempla siquiera el que, eventualmente, la mujer se pueda arrepentir y quiera quedarse, al cabo de los nueve meses, con el fruto de su vientre, gestado por ella, alimentado con su linfa y sus huesos, arriesgando su integridad mental y física. Esto es así porque prima claramente la parte crematística sobre la humana, porque el contrato no es equilibrado, porque quien tiene el cien por cien de los derechos en este contrato es la parte que suministra los fondos económicos mientras que la que aporta el material físico y psicológico, humano al fin, no tiene nada, ningún derecho fuera del pago estipulado. Se protege la posición del que compra y es necesario que el pagador sepa que no corre ningún riesgo y que tenga la completa seguridad de que su inversión no se verá defraudada en ningún caso.

¿Maternidad? Cuando alguna celebridad se ha presentado a los medios con su criatura o criaturas gestadas gracias a este método, nadie ha preguntado por la madre, a quién le importa. El pagador sí es visible, se relata su periplo: ha tenido que viajar lejísimos, ha tenido que aparcar por un corto tiempo su carrera, estaba emocionado o emocionada esperando que nacieran las criaturas, que todo saliera bien. Pero ¿qué hay de la madre? Nada. Nada. Ha sido poco más que un horno cocinando un bizcocho. Son vientres de alquiler, no podemos llamarlo maternidad subrogada ya que precisamente esta práctica consiste en borrar a la madre del esquema. No existe la madre porque no existe la persona. La mujer es “recortada” hasta quedar reducida a un mero órgano reproductor que generará el producto que el comprador espera. Sólo que ese producto es otra persona. El lenguaje no es inocente, se utiliza un eufemismo descarado para ocultar una realidad inhumana como lo es el uso de mujeres pobres como simples incubadoras. El hecho de que se pague por ello ni lo legitima ni lo dignifica.

Sentimientos. En la publicidad de la Surrofair, en los anuncios de las agencias, todo es cálido y amoroso, todo son sonrisas envueltas en luz tenue y colores suaves. Se excita la sensibilidad de las personas inclinadas a formar una familia. Se explotan los sentimientos. ¿Los sentimientos de quién? De los que pagan, por supuesto. Las mujeres que gestarán los hijos de esas parejas o personas individuales no tienen derecho a tener sentimientos. Lo pone su contrato. Nuestra sociedad empatiza mejor con los deseos de personas occidentales con dificultades para procrear que con el potencial trauma de mujeres del tercer mundo, cuya visión sobre el tema queda completamente en la sombra.

Se genera, pues, con esta práctica un mundo un poco más deshumanizado, donde los únicos sentimientos que cuenta son los de aquellos que pueden pagárselos.

Hay un video de una de estas clínicas en el que vemos a una mujer hindú dar a luz, le muestran al bebé brevemente antes de llevárselo para siempre, ella le acaricia la mejilla y llora. "¿Por qué lloras? –le preguntan– ¿No estás feliz?"


domingo, 2 de abril de 2023

CUENTOS TERRORÍFICOS PARA NIÑAS PEQUEÑAS

CUENTOS TERRORÍFICOS PARA NIÑAS PEQUEÑAS

Es sabido que el aprendizaje del rol que debemos desempeñar en sociedad nos llega por distintas vías. En nuestra socialización los cuentos y las canciones infantiles, como expresiones culturales que entretienen y educan a la misma vez, juegan un papel fundamental. El contenido de estos transmisores culturales no suele ser neutro. Los cuentos y las canciones infantiles están inmersos en una sociedad y no son ajenos a ella. No son específicamente aleccionadores, o sea, no tienen la intención concreta de instruir en unos determinados valores y sin embargo lo hacen porque son generados por el mundo de pensamiento que nos envuelve y que ha sido y es profundamente machista: 

Veamos algunos ejemplos:

La cancioncilla “Al pasar la barca”:

Al pasar la barca/Me dijo el barquero/Las niñas bonitas /no pagan dinero./Al pasar la barca/me volvió a decir/las niñas bonitas/no pagan aquí./Yo no soy bonita/Ni lo quiero ser/Yo pago dinero/Como otra mujer.

Esta canción la cantábamos las niñas (nunca los niños) al saltar a la comba y al jugar al elástico. Hay algo espeluznante en ser niña y aprender que hay otra forma de pagar que no es con dinero y saber que ese pago tiene que ver con ser bonita. Hay algo terrorífico en ser niña y saber que un hombre (el barquero u otro) te puede pedir que pagues con algo relacionado con tu físico, porque eres una niña bonita, porque eres joven y guapa. 

Es así como empezamos a saber que cualquier mujer es susceptible de poder o deber realizar un pago con su cuerpo, así es como empezamos a saber que los hombres pueden reclamar tener acceso al cuerpo de cualquier mujer. 

Normalizamos muy pronto que la belleza y la juventud de las mujeres son valores que los hombres tienen derecho a reclamar para su disfrute. Y lo aprendemos con canciones infantiles, de un modo tan inocente como espeluznante.

La Sirenita: en este cuento, tanto en la versión de Andersen con en la de Disney, ella entrega su voz a cambio de un par de piernas para enamorar a un hombre. La metáfora es muy esclarecedora. Se las consigue Úrsula, la bruja, quien la convence diciéndole:

Tienes tu belleza, tu linda cara y no debes subestimar la importancia que tiene el lenguaje corporal. Hablando mucho enfadas a los hombres, se aburren y no dejas buen sabor, pues les causan más placer las chicas que tienen pudor, ¿no crees que estar callada es lo mejor? ¡Vamos! No lograrás tu meta conversando, escúchame y no te equivocarás. Admirada tú serás si callada siempre estás, sujeta bien la lengua y triunfarás

Y ella, por supuesto, renuncia a su voz. A su voz, a su cola de sirena, a su familia y a su medio natural, el mar, para poder estar al lado de un hombre. Eso sí, sin molestar con su cháchara y con sus ideas, muda depositaria del destino que se decida para ella. El sacrificio es desproporcionado puesto que todo lo que ella sabe del príncipe es que es un mal nadador y que es guapo. En la versión de Andersen ella nunca llega al corazón del príncipe y acaba convertida en espuma de mar, o sea, acaba en la irrelevancia total. En la edulcorada versión de Disney se nos presenta una lucha entre dos mujeres para conseguir la atención de un hombre (todo un clásico), de la que Ariel sale triunfadora. Pero no deja de dar miedo el destino que se les va marcando a las niñas con cada cuento.


En Aladdín el amoroso padre de Jasmine, a pesar de todo su cariño, prefiere entregar el reino a un ladronzuelo callejero y mentiroso antes que a su propia y única hija. Y así es como se inicia nuestro aprendizaje en el hecho de que el testigo de poder pasa de un hombre a otro, poniendo la fratría masculina por encima de los lazos familiares. Las mujeres son excluidas sin pestañear de los círculos de poder. El papel de Jasmine es testimonial e irrelevante: ella se limita a esperar ser rescatada de su propio destino. Solo le reclama al padre poder casarse con quien ella quiera y no por obligación. No le pide regir los destinos del país, siendo como es la sucesora, no está interesada en el poder solo en el amor, esa vieja y efectiva trampa del patriarcado para las mujeres. Y si esto es así en la familia, imaginemos en el trabajo o en la política o en la universidad...

Estos son solo unos pocos ejemplos. Así han estado las cosas hasta ahora. Nos toca entre todas cambiar el cuento.





EL FEMINISMO EN LA VEJEZ

EL FEMINISMO EN LA VEJEZ


Algunas mujeres han llegado al feminismo a edades ya muy avanzadas: setenta años, ochenta años. El trabajo, la crianza de hijos e hijas y unos compañeros poco empáticos (por decirlo suavemente) las han mantenido alejadas de la vida pública y del devenir de los tiempos. En muchos casos han estado aisladas: no estaba bien visto que una mujer estuviera fuera de su casa, la socialización femenina ha estado siempre bajo sospecha. No han tenido contacto con los movimientos de liberación de las mujeres, los han visto en televisión sin pesar que eso podía tener que ver con ellas y con sus vidas, algo que se acentúa en el caso de las mujeres en el ámbito rural: un bar de pueblo es un bar donde solo entran hombres. El aislamiento de las mujeres, la obligación de permanecer dentro del hogar ha sido una de las claves de la construcción del patriarcado.

Pero al liberarse de los trabajos, de la doble jornada, al crecer los hijos e hijas y marcharse de casa, en ocasiones también al enviudar, han encontrado el tiempo para entrar en contacto con otras realidades. Y se han liberado. A su edad, dicen ellas. A veces la relación con las nietas (a menudo más relajada que con las hijas) las ha acercado al feminismo. En otras ocasiones han sido charlas en centros de la tercera edad o en los ayuntamientos; la posibilidad de poder salir, de viajar, las ha conectado con otras mujeres, las ha ayudado reflexionar sobre sus vidas. El feminismo les ha servido para revisar y revisarse. Para comprender, para iluminar zonas de su trayectoria vital que estaban en sombra. Y se asombran de sí mismas, de la vida que han llevado, de su contribución involuntaria, por desconocimiento, al patriarcado educando a las hijas para servir y a los hijos para ser servidos. Igual que las educaron a ellas, algo de lo que solo conscientes ahora. Qué tontas éramos, dice una. Cómo si hubiera tenido otra opción. El feminismo les ayuda a comprender sus vidas, a contemplarlas bajo otra luz. Y se sienten agradecidas. Hablan entre ellas, ahora dicen cosas como eso es el patriarcado o bien ella está sometida al marido y no se da cuenta. 

Es tan interesante escuchar sus conversaciones:

- Éramos muy ignorantes. Figúrate yo, que no sabía lo que votaba, era mi marido el que me ponía el voto en la mano. Y ahora mira, estoy aquí con vosotras. 

- Pues mi marido me tuvo que firmar para que yo pudiera trabajar en la fábrica, sin eso en aquellos tiempos no hubiera trabajado. Y de qué habríamos vivido, que éramos siete de familia.

La conversación va cambiando de rumbo:

- Pues mira, si se acuesta con otro muy bien que hace.

- Yo cuando era joven, con mi novio ná de ná, porque la cosa solo se podía hacer después de casados. Y el cura me decía que me tenía que confesar igualmente porque podía estar teniendo pensamientos impuros, ¡ja ja ja!.

- Con cincuenta años y cinco hijos yo no sabía lo que significaba la palabra sexualidad, imagínate lo atrasada que estaba, ¿te lo puedes creer?

Son conscientes de la dureza de sus vidas:

- Las mujeres de ahora no pueden entender lo que hemos pasado. Las jóvenes piensan que la vida es así como ellas la conocen, pero ha costado mucho trabajo salir adelante. Y es una pena, pero todavía hay muchas mujeres que tienen un ramalazo de antes, algunas son muy antiguas.

Aún les resulta difícil desprenderse de su papel de cuidadoras.

- Cuando me fui al crucero le dejé a mi marido el frigorífico lleno de comidas y todo en orden. Es que es muy torpe.

Ponen en cuestión sus actitudes de antaño:

- ¿Os acordáis? Antes si el marido llevaba una mancha, decíamos que la marrana era ella.

- Como si ellos fueran críos. Había que darles todos los caprichos. Así han salido…

Y se proyectan hacia el futuro:

- Yo antes como a mi marido no le gustaba el teatro pos yo no iba y ahora sí voy. 

Y para todas ellas ese sencillo gesto es una revolución y una heroicidad. 



LAS HERIDAS DE LOS VIENTRES DE ALQUILER

LAS HERIDAS DE LOS VIENTRES DE ALQUILER 


Cuando se habla de maternidad subrogada, se suele poner el foco en el deseo de las parejas de tener descendencia, los padres y madres “comitentes” (uno de los eufemismos utilizados), con toda su carga emocional, son el centro de atención. Las mujeres que prestan su cuerpo para gestar los hijos de otras personas suelen quedar en un segundo plano, muy alejado de la ternura, el deseo y el anhelo de los pagadores de este servicio. El sufrimiento físico y psicológico de las que prestan su cuerpo no es relevante, ellas no ponen dinero, sólo su aparato reproductor, y ésta es una categoría inferior. Pero el elemento que queda definitivamente fuera del plano es el producto de esa transacción económico-sentimental: el bebé. Cuando un recién nacido es separado de forma traumática de su madre se produce lo que se conoce como herida primal, una pérdida equivalente a que la madre muera durante el parto. Que una madre, por los motivos que sea, no quiera o no pueda hacerse cargo de su hijo es algo que le puede pasar a una criatura; los eventuales padres adoptantes serían los encargados de reparar ese daño con su amor. Pero en el caso de los vientres de alquiler, esta violencia está prevista, consensuada y contratada, para mayor comodidad de los padres “de intención”, al objeto de evitar que la madre genere un vínculo sentimental hacia el recién nacido. El que un bebé sea separado de la madre nada más nacer es para la criatura una herida y la huella de ese dolor permanece. Hace pocas fechas se ha llevado con éxito al parlamento regional murciano una propuesta de modificación de ley que garantice que los neonatos puedan permanecer junto a sus madres “piel con piel” nada más nacer. Según esta propuesta, el contacto madre-hijo favorece la estabilización de las constantes vitales del bebé, de su temperatura corporal y de su ritmo respiratorio. Por el contrario, la separación del bebé recién nacido del cuerpo de su madre, da lugar a gritos de angustia, búsqueda de la posición fetal y otras conductas propias de la percepción de peligro del bebé: patrón de "protesta-desesperación". (1) Según el pediatra Ricardo García de León, “que madres e hijos no se separen tras el nacimiento es una norma clara biológica. Todos los mamíferos la cumplen. Las primeras horas son clave para que un recién nacido se pueda adaptar a su nuevo medio de vida” (2). Este derecho natural se está hurtando a los nacidos mediante maternidad subrogada. Una violencia, en el caso de los vientres de alquiler, que es ejercida por aquellos que han pagado por ser padres, inaugurando con ella el vínculo paterno-filial.


Todas las personas tenemos derecho a conocer nuestro origen. Es un derecho reconocido por la mayoría de las legislaciones y garantizado por la Convención sobre los Derechos del Niño. Los niños y niñas adoptados pueden, si así lo desean al ser mayores, conocer quiénes son sus padres biológicos, rastrear su origen. A veces es difícil, sobre todo en las adopciones internacionales, pero no imposible. En la mayoría de los casos de los vientres de alquiler, este derecho es conculcado. La madre es conminada a desvincularse por contrato de la criatura y ésta ya no puede tener opción a saber cuál es su origen, nunca podrá saber quién ha sido su madre. La máxima latina “mater Semper certa est” ya no es válida. Cuando un derecho no es universal, sino que es aplicado de forma arbitraria, entonces se convierte en un privilegio y un privilegio es una gracia que obtienen quienes pueden pagarla. En el caso de los niños y niñas nacidos merced a la gestación subrogada, sus derechos están siendo sistemáticamente cercenados. 


Hay otro derecho que la práctica de la maternidad subrogada se lleva por delante: el derecho a filiación. Este derecho se da de forma natural de madre a hijo y de hijo a madre, es inalienable e intransferible, al menos lo ha sido hasta ahora. Pondré un ejemplo: el derecho a voto es un derecho personal e intransferible, ninguna persona puede cederlo a otra ni siquiera en el caso de que no vaya a hacer uso de él. Imaginemos una sociedad donde los mejor situados económicamente pueden decidir comprar el derecho a voto de personas más pobres. Nos parece inconcebible, ¿verdad? Y sin embargo algo aún más grave se está dando en el caso de los vientres de alquiler, en un tema tan sensible como la gestación de un ser humano. ¿En qué momento hemos decidido que este hecho pueda ser posible?, ¿De qué manera tan sutil e imperceptible la lógica del mercado ha tomado esta decisión por nosotros y nosotras? ¿Cómo es posible que haya gente que se haya dejado convencer con tal facilidad? 


La publicidad de una clínica ucraniana de gestación por sustitución dice lo siguiente: “Nuestras donantes saludables, jóvenes y muy atractivas son un gran orgullo de nuestra clínica. Las madres de alquiler están bajo el control y tutela de los coordinadores durante 24 horas al día, por eso la clínica es responsable no sólo del estilo de la vida, sino también de la alimentación y exámenes médico necesarios para su tranquilidad y de la madre subrogada”. Asusta ponerse en la piel de una de estas mujeres que han de ser “saludables, jóvenes y muy atractivas” para ser luego controladas y tuteladas por la clínica, estas mujeres híper hormonadas que van a gestar una criatura para inmediatamente entregarla a otras personas. Se da además la circunstancia de que, en muchos casos, el parto es programado o incluso se realiza una cesárea, al objeto de que los pagadores del servicio puedan estar durante el alumbramiento, porque ellos son los más importantes: son los inversores. No se tiene en cuenta que inducir el parto, cuando no es imprescindible, conduce a un mayor sufrimiento fetal así como a riesgo de hemorragia posparto. Lo más difícil de imaginar es cómo será un postparto sin bebé en el que las hormonas indican a la madre que el hijo está muerto. Tras entregar al bebé, las mujeres pueden sufrir remordimientos, trastornos emocionales y depresión. Será problema de ellas ya que la transacción acaba con la entrega de la criatura, por tanto la posterior atención médica que ella pueda necesitar no es asunto de los “comitentes”.


Podemos decir que el cuerpo de las mujeres es el terreno donde pueden confluir todas las violencias. La última de esas violencias, los vientres de alquiler, está intentando pasar el filtro social poniendo el foco en las parejas que no pueden gestar y ocultando de forma torticera los sufrimientos de las madres de alquiler y de los bebés fruto de esa transacción. De nosotros depende que esa nueva violencia no se normalice porque si aceptamos la conculcación derechos humanos como el derecho a conocer el origen, el derecho a filiación y el derecho natural del bebé a estar en contacto con el cuerpo de su madre nada más nacer, si aceptamos la mercantilización de los cuerpos de las mujeres como un elemento más del mercado, habremos perdido una batalla fundamental de los derechos de las mujeres en particular y de los derechos humanos en general.



(1) Clara Sáez de Tejada, componente del colectivo que ha lleva esta propuesta a la Asamblea regional, ha proporcionado la información.

(2) https://elpais.com/sociedad/2018/11/19/actualidad/1542615691_043105.html