domingo, 27 de octubre de 2019

CONTRA EL FASCISMO, MEMORIA


CONTRA EL FASCISMO, MEMORIA

Salir del infierno, según se concluye de la obra de Primo Levi “Los hundidos y los salvados”, significa abandonar la animalidad para retornar a (o para integrarse en)  la humanidad. Explica Levi que hay en el sufrimiento extremo cotidiano un alejamiento de lo humano: cuando todo afán está destinado a  mantenerse con vida, la reflexividad se abandona; la capacidad de elegir y tomar decisiones no es compatible con la mera lucha por la supervivencia. En el infierno se produce un extrañamiento, un alejamiento de uno mismo y de los demás en tanto que humanos. Muchos prisioneros de los campos de exterminio, que habían logrado sobrevivir al largo martirio, se suicidaban después de ser liberados ante el dolor de contemplar en retrospectiva lo que el sufrimiento había hecho de ellos.

El nazismo es, posiblemente, el más perverso de los sistemas, la encarnación del mal en la Tierra. El adjetivo que le califica es “satánico” puesto que su pretensión no era sólo hacer desaparecer a los judíos y todos los demás colectivos impuros sino hacerles perder, en el proceso, su alma humana. La creación de los Sonderkommandos (1) y la promoción de un sistema que fomentaba la insolidaridad dentro de los campos de concentración responden a ese deseo satánico de hacer perder el alma a los presos como parte de un martirio que concluía en las cámaras de gas.

Pero todo comenzaba mucho antes porque para ayudar a los SS a matar en masa, primero había que deshumanizar a los enemigos a base de despersonalizarlos y de convertirlos en una amenaza. Como vemos, el proceso que se sigue hoy día para dejar a morir a miles de refugiados en el Mediterráneo es exactamente el mismo. Habrá cambiado el escenario, pero las intenciones difieren poco. Es desoladoramente fácil convertir a la víctima en culpable porque el modo de representar la realidad depende de quién tiene la capacidad de generar y comunicar un discurso, de contar lo que está pasando, y ése siempre es el más fuerte.

Mientras tanto, la comunidad internacional se refugiaba en la ignorancia de los hechos, negándose a creer en la existencia de las cosas que no deberían existir. Hasta que fue demasiado tarde.

Levi entiende la piedad como una categoría básica de la ética humana, el eje fundamental de nuestra existencia, aquello que nos define como lo que somos puesto que, en tanto que animales gregarios, sólo la compasión nos puede cohesionar como grupo. Negarlo es negar nuestra esencia humana.

Toda violencia lleva aparejada una carrera hacia el olvido porque la vileza es algo que se esconde para negar su propia existencia. Ocurrió en la Alemania nazi, ocurre en los abusos a menores, ocurre en los distintos tipos de violencia. Es una guerra sucia que libra al mismo tiempo una batalla contra la memoria, que pretende borrar sus huellas. El fascismo aspira al olvido.

Si en el 80° aniversario de la invasión nazi de Polonia, que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial, en Alemania, el partido fascista AfD (Alternativa para Alemania) va ganando adeptos es porque en esa batalla contra la memoria, el olvido ha ido ganando posiciones.  Hay una ultraderecha que avanza en todo el planeta (EEUU, Brasil, Italia, España) como si los planteamientos que propone fueran novedosos, como si todas las atrocidades cometidas en nombre de la raza, de la religión, de la patria, de la identidad nacional, no hubieran sido cometidas ya antes, como si no supiéramos de sobra lo que va a ocurrir.

Levi nos pregunta en su libro y se pregunta a sí mismo, qué podemos hacer cada uno de nosotros para que en este mundo preñado de amenazas, ésta, al menos, desaparezca. Y lo que podemos hacer, puesto que todo lo que ocurre ya ha ocurrido antes, es no olvidar. Es la memoria la que alberga nuestra humanidad.






(1)  Los Sonderkommandos eran grupos de prisioneros seleccionados para trabajar en las cámaras de gas y otras tareas que les convertían en cómplices del sistema.




EL DOLOR DE LOS DEMÁS


EL DOLOR DE LOS DEMÁS  (Miguel Ángel Hernández)

"Mi mejor amigo mató a su hermana y se tiró por un barranco". El autor nos cuenta desde el mismo inicio cuál es el hardcore de la novela, una frase aséptica que resume la tragedia y que le ha servido durante más de veinte años para alejarse de los hechos. La intención del autor no es, por tanto, crear suspense, que en este caso sería un suspense tramposo, ya que traicionaría la intención de verdad profunda  que atraviesa todo el texto. El suspense, al fin y al cabo, no es más que un artificio narrativo que no cabe en esta novela.  Los lectores le agradecemos la honestidad porque lo importante es todo lo que ocurre en torno y a partir de esas muertes.
El autor tarda más de dos décadas en enfrentarse a una desgracia que, podemos imaginar, supuso un punto de inflexión en su vida. Cuando ocurre algo tan terrible como lo que  cuenta esta novela, tú, que estás cerca, puedes buscar un lugar donde esconderte y te puedes pasar ahí años pero la profundidad del drama vendrá, más pronto o más tarde, a sacarte de ahí y a enfrentarte a los hechos. El dolor da gritos a través del tiempo y a veces solo los oyes cuando acallas el ruido de tu interior.
El problema al que se enfrenta Miguel Ángel Hernández con esta novela es que está simultáneamente dentro y fuera del relato, es autor y personaje. Mientras que la novela está contada en primera persona y en pasado, el relato del día del crimen y del funeral se hace en presente y en segunda persona: el autor interpela al amigo del asesino, sólo que ambos son el mismo. Los capítulos en primera y segunda persona se intercalan, generando una simetría que también se percibe en la estructura de la novela, que funciona a ratos como Bildungs Roman y a ratos como una poética en la que acompañamos a Miguel Ángel Hernández a través de todo el proceso creativo.
Tras el hallazgo del crimen, el día de Navidad, el autor nos presenta al asesino en huida, perseguido por la gente del pueblo, al asesino precipitándose por un barranco en el Cabezo de la Plata, cuya imagen evoca el  cuadro “El caminante sobre el mar de niebla”, de Caspar David Friedrich, situándonos así de modo consciente en el Romanticismo, equiparando de modo tácito al amigo con el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley, vinculado visualmente también al cuadro de Friedrich.
Cabe preguntarse si el recurso al romanticismo no es una forma, legítima debido a la cercanía (“Es Nicolás perseguido. Es tu amigo sin piel, sin que nadie lo pueda proteger”), de disipar la sordidez del crimen: una chica ha sido asesinada brutalmente a golpes por su propio hermano, quizás después de haber sido violada. Pero el acto criminal no es cinematográfico ni literario, está desprovisto de la precisión que otorgan  la cámara y el tempo del arte. El asesino mata con gesto cotidiano y el asesinato es un acto estresado, mezquino, que se arrastra en el asco, el esfuerzo, la dificultad horrorosa y enervante de acabar con una vida.
El romanticismo termina por salir de escena y aparece el monstruo, que había permanecido hasta el momento oculto detrás de la persona, algo que el autor ya había entrevisto en determinados comportamientos descontrolados del amigo  y que no se había atrevido a vincular al monstruo del crimen. La imagen del monstruo, encarnado en el amigo de la infancia (y en el fondo un desconocido) es lo que el autor intenta evitar durante la mayor parte de la novela (y durante 22 años), dotando al hecho de un halo romántico, literaturizando la vida hasta ser consciente de la impostura y terminar pagando por ello un precio incluso en forma de dolor físico.  Asomarnos al dolor de los demás y querer salir indemnes no es posible.
La onda expansiva de un crimen de estas dimensiones alcanza todo lo que toca y su efecto se prolonga durante décadas.  El dolor, aunque esté petrificado, permanece. Son muchos los damnificados y el autor se pregunta sobre la legitimidad de quien escribe para reanimar, después de veinte años, ese dolor dormido en personas que quizás sólo aspiran, más que a olvidarlo, a vivir con él. El escritor se pregunta sobre el dolor de los demás y cómo una sesión de terapia pública puede afectarles y sobre todo a quién sirve esa terapia y para qué, si no será sólo (y esto sería lo grave) un ejercicio de vanidad literaria. El texto refleja el sufrimiento que esta posibilidad le provoca al propio autor.
Miguel Ángel Hernández busca fuera lo que estaba en su interior desde el principio, merced a su doble condición de personaje y escritor. Sólo consigue verlo cuando abandona el tipo de mirada que convierte a la vida en un relato banal, y se enfrenta a la verdad desnuda. Para ello no necesita auto judicial, testigos, ni documentos gráficos, únicamente necesita ser honesto consigo mismo. Lo consigue al final de un tránsito del que sale transformado:
“¿Podemos recordar con cariño a quien ha cometido el peor de los crímenes? ¿Es legítimo hacerlo después de haber comprendido la parte del otro? ¿Podemos amar sin perdonar? ¿Es posible llevar flores a la tumba de un asesino?”

RAMONA LÓPEZ
19 de agosto de 2019


LA MUSA ATAREADA


LA MUSA ATAREADA

Dice el dicho que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer. Y quede claro que hemos dicho detrás, no al lado ni delante ni encima ni, simplemente, con él. El lugar correcto es detrás. ¿Y qué es exactamente lo que hace esa mujer ahí detrás? Pues, por lo que sabemos, lo que hace no es ni más ni menos que ocuparse de todo aquello que le hace la vida fácil al hombre y le habilita para salir al mundo sin tener que preocuparse de otra cosa que no sea su profesión y/o actividad pública.
Hay una constante entre los escritores varones: en la abrumadora mayoría de los casos han tenido a su lado a una mujer que les ha resuelto el engorroso asunto de la vida cotidiana: tener y criar niños, ocuparse de la compra, preparar la comida, hacer la cama, limpiar la casa, elegir la ropa, ir al banco, cuidar a los mayores… toda la lista de tareas aburridas y rutinarias, todo lo que implica, en fin, estar vivo y mantenerse en unas mínimas condiciones de higiene y cuidado.
Lo dijo Vargas Llosa cuando, en su discurso de agradecimiento por el Premio Nobel, tuvo unas palabras para su esposa Patricia, quien le decía, en todo lo referente a cualquier tarea cotidiana: déjalo, Mario, tú sólo sabes escribir. Probablemente Mario sólo sabe escribir porque no ha hecho otra cosa en su vida, o sea que si carece de todas las otras competencias lo más seguro es que no sea por falta de habilidad sino por falta de entrenamiento.
Mercedes, la esposa de García Márquez, se ocupó de la familia tan bien y tan diligentemente que mereció de su marido este elogio: Mercedes se ha portado como un hombre. Qué equivocado estaba Gabo: Mercedes se había portado como una mujer, como tantas mujeres, como la mayoría de las mujeres, como todas las mujeres de sus compañeros de profesión. 
A veces ellos ni siquiera se ocupan de su propio cuerpo (aseo, ropa, comida) y se comportan como niños mimados, tratando a la compañera como a una especie de esposa y madre al mismo tiempo, la esposa-madre de un niño grande y tiránico que tiene otras amadas y amantes pero a quien nada se le tiene en cuenta porque él es un genio.  Este fue el caso de Juan Carlos Onetti y su compañera Dorotea “Dolly” Muhr. En muchas ocasiones ellas abandonan su trabajo para ocuparse del cuidado del compañero y los hijos en común, como ocurrió con Dolly Muhr, que sólo volvió a retomar su exitosa carrera de violinista durante el precario exilio español de la pareja.
Otro ejemplo del mismo caso es María España, esposa de Francisco Umbral, una excelente fotógrafa que abandonó su profesión para ocuparse de su marido, de quien dijo con orgullo: “sí, tuvo muchas novias, pero, al final, la que quedó fui yo”. María España ganó, en su competencia con otras mujeres, el premio de quedarse al lado del genio, justo detrás del genio, oculta por el genio, con su carrera de fotógrafa arrumbada en un rincón polvoriento.
Ellas suelen ser, además de esposas y madres, secretarias de ellos, ocupándose de pasar a máquinas sus trabajos. Este fue el caso, entre otras, de Rosario Conde (mujer de Camilo José Cela). Esto dijo Camilo José Cela Conde sobre su madre: “Charo Conde fue un ancla, la pantalla del autor profesionalizado y la tutora de la gran tribu literaria y social que Cela convocaba con asiduidad […].Ella manejaba todo el archivo, atendía visitas y huéspedes, ponía orden, y todos los días pasaba a limpio los originales manuscritos, a veces usando lupa, para que a la mañana siguiente Camilo José Cela los corrigiera y los volviera a enredar".
Hay dos constantes cuando se leen biografías o artículos sobre estas mujeres: ella lo hizo porque quería y siempre estuvo en la sombra. Resulta bastante raro que a todas ellas les guste estar en la sombra, parece más bien que a las mujeres el ambiente social nos asigna un lugar y nos adaptamos a él lo mejor que sabemos. Nunca se ha sabido de ninguna gran mujer que haya tenido detrás a un gran hombre que le facilitara a ésta su labor pública; de hecho, la mayor parte de las veces ha sido justo al contrario, como en el caso de Emilia Pardo Bazán que se separó de su marido, con el consiguiente escándalo, cuando éste le prohibió escribir. Tampoco había ningún gran hombre detrás de María Moliner que empezó a trabajar en su diccionario, que sigue hoy día siendo una referencia imprescindible en nuestro idioma, cuando ya había criado a sus hijos pero cuyo trabajo no fue considerado suficiente como para que entrara en la RAE; a los Pérez-Reverte de la época el diccionario les debió parecer poca cosa, un entretenimiento femenino, ganchillo pero con palabras. O, más recientemente, ¿en qué trastienda estaba el gran hombre de Alice Munro cuando ésta, para escribir, tenía que empujar a sus hijas fuera de la cocina, diciéndoles que estaba haciendo la lista de la compra? Sheila Munro recuerda que su madre escribía "en un lavadero, y su máquina de escribir estaba entre un lavarropas, un secarropas y una tabla de planchar.”
Las mujeres de los grandes escritores han tenido el privilegio de ser sus musas, unas musas con muchísimo trabajo eso sí, ese trabajo que, para quien no lo hace, da la sensación de que se hace solo. Por eso se dice que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Hay una mujer que se ha negado a sí misma en muchos casos y que ha renunciado a su carrera para posibilitar la del compañero, que es, a fin de cuentas, la verdaderamente importante.





EL PREGÓN DEL RACISMO Y LA IGNORANCIA


EL PREGÓN DEL RACISMO Y LA IGNORANCIA

El pregón de las fiestas patronales de la localidad donde vivo y trabajo, Molina de Segura, me ha avergonzado hasta la médula. Es un ejemplo de manual de cómo el racismo y la ignorancia siempre van de la mano y no va el uno donde no va la otra. Y un indicativo de cómo el racismo y la ignorancia pueden hacer todo el daño del mundo a la verdad y a la convivencia. Discursos como este avivan el odio, arman a los racistas y rompen las relaciones vecinales, señalando al pobre como el culpable de los males de la sociedad. La coalición municipal debería dar explicaciones de por qué se encarga el pregón del pueblo a este señor. El pregón lo suele dar alguien representativo del municipio y según esto, en el pueblo avanzan, como una amenaza, el racismo y la ignorancia ante el aparente desconocimiento de la corporación municipal.
El pregón de Perico el Colorao quedará como ejemplo de bochorno insuperable para nuestro pueblo. No me voy a meter con la inoportunidad de hacer campaña a favor de la ultraderecha aprovechando que te dan el micrófono para hacer el pregón porque, con ser grave, no es lo peor: lo peor es el contenido, los disparates, las mentiras, las mamarrachadas. Y sobre todo y por encima de todo, la incultura suprema y el regodeo en la propia ignorancia.
Es un pregón donde se desgranan uno a uno todos los elementos que forman parte del discurso de la xenofobia de los últimos tiempos: los inmigrantes nos roban, abusan de nuestra Seguridad Social, viven de las subvenciones, las ONG trafican con seres humanos. Vamos, no le falta un perejil.
Pero él va más allá, él no habla de inmigrantes sino de “negros”, que además se llaman todos “Malú, Malá, Malú, Malá”. No cabe mayor complacencia en la propia incultura, haciendo  burla de los nombres de los extranjeros, como si en lugar de un anciano venerable fuera un adolescente con acné. A las burlas siguen las mentiras pues no tiene empacho en decir en público que los negros tienen, todos, en el bolsillo el teléfono del Inspector de Trabajo para denunciar a los empresarios agrícolas. No sé por qué no ha dicho que tienen todos el teléfono de, qué sé yo, Pedro Sánchez; puestos a mentir, que sea a lo grande. Dice que los negros son, todos, unos expertos en falsear documentación. Lo raro es que, con todos estos conocimientos, estén ahí, arrancando lechugas a céntimo la pieza cuando podrían estar protagonizando movidas tipo Ocean’s Eleven.
Para este esclarecido experto en inmigración y subvenciones, las ONG “se traen a personas que están a doscientos metros de la costa”. Hace gala de no saber lo que significa ONG porque, según él, “las siglas y los cuernos para quien los pone”, qué gracejo el de este hombre, que cosa tan natural y divertida, el público lo jalea, se ríe, así que, con un vulgar chiste, ya tenemos el trabajo de Open Arms por los suelos. O sea, no sabe lo que significa ONG pero sí sabe que trafican con personas. Y todos convencidos.
Inmediatamente vincula a las ONG con los  manteros y  a los manteros con la delincuencia, una conexión tan sencilla como el chiste del párrafo anterior. Igual de poco fiable, claro, pero ahí tienes ya al público en el bolsillo y persuadido de que el senegalés que se acerca a vender collares mientras tomamos un refresco en una terraza durante las fiestas de nuestro pueblo, es el enemigo.
Es posible que Perico el Colorao sea menos ignorante de lo que aparenta, es posible que ese disfraz de medio tonto, medio listo, convenga a sus intereses. Es así como el fascismo coloniza el tejido moral de nuestra sociedad. Los discursos carentes de complejidad son los que más rápido llegan al público, aunque estén, como es el caso, cargados de mentiras, de odio y de racismo. Por eso son los más peligrosos.