SOLO EL FEMINISMO CONTAGIA
Este 8M se esperaba con especial expectación por lo especial de las
circunstancias con que se presentaba. El recuerdo de la vergonzosa
culpabilización de las manifestaciones del 8M 2020 estaba ahí. La sombra de la
recién superada y terrible tercera ola, derivada de la operación salvar la Navidad, también.
En 2020 las feministas fuimos acusadas de extender la
pandemia en un momento histórico en el que todo el país estaba abierto y se
circulaba libremente: partidos de fútbol a tutiplén, medios de transporte
masivos y una hermosa primavera que invitaba a vernos y tocarnos, porque aún no
sabíamos lo que se nos venía encima. Nadie, nadie lo sabía por mucho Capitán
Aposteriori que salga ahora a hacerse el profeta de hechos consumados. En 2021
Las feministas hemos sido acusadas del mismo delito antes de cometerlo. En
medio ha habido conciertos multitudinarios, celebraciones futboleras,
manifestaciones negacionistas, manifestaciones cayetanas en las que, por lo
visto, el potencial contagiador no debía ser tan elevado como en las
manifestaciones feministas, y todo era pura e inocua libertad de
expresión. Y claro, una se pregunta que a ver si el problema no va a ser la
manifestación sino lo poco que le gusta a un sector de la sociedad ver mujeres
en la calle reivindicando sus derechos.
Madrid, que no prohibió las manis negacionistas, ni las de Vox, ni el acto
antisemita en honor a la División Azul (donde vimos hacer su debut a la única y
genuina feminazi), prohibió las manifestaciones feministas.
Las reivindicaciones feministas han tratado de silenciarse también destrozando
diversos murales dedicados a mujeres en varias ciudades de España. Los vándalos
han borrado las caras con pintura y han pintado esvásticas sobre los rostros de
las mujeres (pero no les llames nazis, que se ofenden). Es un ejemplo muy
válido de la violencia simbólica que sufrimos las mujeres en general y el
movimiento feminista en particular. A ver si lo que les pone nerviosos no son
las manifestaciones sino la lucha por la igualdad.
En Murcia, el 8M amaneció con un cartel colgado en el río por tres hombres que
decía: soy mujer y el 8M no me representa. Claro que no os representa: sois tíos
que queréis seguir disfrutando de los privilegios que os otorga el machismo,
imposible que el 8M os represente, y por eso queréis borrarlo. No vais a poder.
Pero este 8M por responsabilidad después de un año de pandemia y de miles de
muertes, la mayoría de las feministas nos manifestamos desde los balcones,
desde la prensa, desde las redes. Un pequeño grupo salió a la calle de forma
ordenada.
Como este 2021 está teniendo unos giros de guión que cualquiera diría que está
aprendiendo de Netflix, el día 10 de marzo se anuncia moción de censura contra
el gobierno conservador y acto seguido Vox junta en la plaza del Cardenal
Belluga a la Legión, a los Tercios de Flandes, a don Pelayo, a Roberto Alcázar,
a Pedrín, al elenco entero de la película “Raza”, al Cid y a Babieca. Apelotonados,
sin medidas higiénicas, sin distancia de seguridad, sin vergüenza.
Estos, sí, los mismos que van por ahí dando lecciones de prudencia pandémica;
estos, los que estaban montando un cadalso en plaza pública donde ejecutar a
las feministas por el delito que aún no habían cometido.
Posteriormente y merced al mercadeo de tres diputados de CS, la moción de
censura ha quedado en nada, solo fue emoción
de censura* por lo mucho que nos ilusionó. 2021 nos está mandando un mensaje:
no adelantéis acontecimientos que esta serie va a dar más sustos que El
Resplandor.
Pero queda para los anales de la historia y para los manuales de psicología la
esquizofrenia de nuestras autoridades y de una parte de la opinión pública para
la que cualquier manifestación es válida salvo si es feminista, que es la que
contagia.
*Emoción de censura: gracias a Luisa Guinea, inventora de palabras.