viernes, 28 de febrero de 2020

UN VIRUS EN EL SISTEMA


UN VIRUS EN EL SISTEMA

Los noticiarios anuncian que han muerto diez mujeres en lo que va de año a mano de sus parejas o ex parejas. Pero para que el mensaje se entienda hay que decirlo de otra manera,  porque el lenguaje es importante: diez mujeres han sido asesinadas por el hecho de ser mujeres. Imaginad que esas muertes se hubieran producido por el coronavirus, imaginad la alarma en todo el país, en todo el continente.
Al igual que el coronavirus, el machismo también se contagia y se propaga como un virus letal que afecta a la mitad de la población, al 51% para ser exactos. Y sus consecuencias son de sobra conocidas.
Ninguna de las mujeres asesinadas en lo que va de año había denunciado amenazas o malos tratos. Esto significa dos cosas: 1) que estaban sufriendo la enfermedad pero no eran capaces de identificar los síntomas  y 2) que no confiaban en el sistema encargado de defenderlas. Tanto para el caso 1) como para el caso 2) está claro que la labor informativa y educativa que se está llevando a cabo es, como poco, insuficiente.  Se han realizado estudios (*) que revelan que las mujeres no denuncian por miedo a no ser creídas, por miedo a poner en riesgo a su familia, por miedo a que el sistema judicial no sea capaz de defenderlas, por miedo a volver a casa y ser golpeadas entonces con mayor saña.  Este estudio revela asimismo que tardan una media de ocho años (¡ocho años!) en realizar la primera denuncia. Aún carecemos de un sistema que ofrezca garantías a las mujeres cuya vida es una tortura constante.

Lo repetiremos: diez  mujeres asesinadas por violencia machista en lo que va de 2020. Una media de ochenta muertes al año desde que se lleva la estadística. Y aún hay quien niega que tengamos un virus alojado en el sistema. Si se niega una enfermedad como si esta no existiera  sólo se consigue contribuir a su propagación. No hay en todo el planeta ninguna persona con acceso a información que  no sepa lo que es el coronavirus y que no le tema,  y solo lleva unos meses entre nosotros. Nadie lo pone en cuestión, todo el mundo intenta protegerse contra él. Sin embargo el machismo y sus consecuencias son cuestionados y/o negados muchas veces entre la población general y, lo que es peor, desde instancias oficiales. Cuando desde las administraciones se deberían  estar reforzando las políticas contra la violencia machista y priorizando las de igualdad,  además de reclamar  que la justicia sea más rápida, lo que se hace en las regiones donde gobierna o co-gobierna Vox  es justamente lo contrario: desmantelar el sistema diseñado para prevenir y paliar esta lacra.
El machismo ha existido siempre pero desde la emergencia de la ultraderecha, ese virus ha sufrido una mutación que lo ha hecho mucho más peligroso porque ha logrado que se acantone en las instituciones. Sin ir más lejos, la Junta de Andalucía ha dejado  sin fondos al 76% de proyectos de ONG contra la violencia de género y la trata de blancas, una iniciativa que desprecia el peligro de esta amenaza y pone en riesgo vidas de mujeres. Desde las propias instituciones se está liberando el virus para que campe a sus anchas.


En torno a la fecha de las elecciones de abril se pudo  ver en redes una pintada de Vox que decía: "mujeres, vamos a por vosotras". Desgraciadamente comprobamos que no se trata de una amenaza vacía porque se ha materializado en políticas como las que se mencionan en el párrafo anterior, políticas que niegan la existencia de un machismo asesino, como si los asesinatos de mujeres fueran una casualidad, un accidente o una mera desgracia entre tantas otras. El “a por ellos” da miedo;  el “a por ellas” da más.




domingo, 16 de febrero de 2020

CAPITALISMO Y SOSTENIBILIDAD


CAPITALISMO Y SOSTENIBILIDAD

El capitalismo no es sólo un sistema que nos explota. Si así fuera lo hubiéramos tumbado hace décadas. Es, sobre todo y ante todo, un sistema que nos enseña a explotarnos los unos a los otros,  que nos hace cómplices de un fraude, un tocomocho a lo bestia en el que somos a un tiempo timadores y timados.  Es una estafa piramidal a escala planetaria. Por eso, a pesar de que todo apunta a que el capitalismo podría acabar con la vida en el planeta,  no hay ni asomo de propuesta política estructurada que se atreva a plantear su desaparición.  ¿Os acordáis de cuando  Sarkozy hablaba de "refundar el capitalismo"? Pues todo parece indicar que la refundación ha consistido en refundirlo para duplicar su poder.

Los falsos autónomos, la uberización de la economía son ejemplos de lo que aquí mencionamos. Un tipo de relación laboral que traslada toda la responsabilidad al trabajador y en la que la empresa es, sencillamente, perceptora de servicios. Un cambio de paradigma en el ámbito laboral en el que, por supuesto, el lenguaje juega un papel fundamental: estos trabajadores sin derechos son nominalmente “empresarios” aunque lo que realmente son es “autoesclavos”. 

Los Glovo riders tienen que hacerse autónomos para ahorrar a la empresa seguridad social, riesgos laborales, bajas por enfermedad, por accidente, conflictividad, todo lo que lleva aparejada, en fin, una relación laboral. A pesar de que conocemos lo que supone este abuso, no por ello dejamos de hacer uso de este tipo de servicio: la imagen de miles de personas agolpadas a las puertas de tiendas recién inauguradas tipo Ali Express; el Black Friday llenando centros comerciales como si, literalmente, no hubiera un mañana; centros comerciales que abren sábados y domingos para que ya no haya descanso en las compras compulsivas, como si todo el año fuera Navidad,  una Navidad que ahora empieza en octubre y acaba bien avanzado enero… Y ahí estamos todos nosotros, haciendo colas interminables para comprar cosas que realmente no necesitamos, cooperando con este fin de ciclo.

Incluso viajar se ha convertido en un peligro para el planeta. El turismo, mutación capitalista del viaje, deja dinero, sí, pero a quién deja ese dinero y a cambio de qué. Las ciudades pierden su identidad y hasta su población (Venecia ha pasado de 179.000 habitantes en 1.950 a 49.000 a día de hoy), los monumentos históricos y artísticos no resisten la afluencia turística (recordemos cómo se puso en peligro Altamira, cómo peligra la Capilla Sixtina) y los entornos naturales son sencillamente arrasados por hordas de pacíficos visitantes. 

Porque es importante que sepamos que ya no quedan viajeros, los viajeros eran los aristócratas y burgueses bohemios del siglo  XVIII y XIX, que hacían del viaje una vía de autoconocimiento en lo personal y de propagación e interacción de la cultura, en lo colectivo. Ahora somos todos turistas, que más que viajar, cambiamos de ubicación sin que cambie ninguna otra cosa porque las franquicias de alojamiento, restauración, moda y ocio son las mismas en la mayoría de los países.

Hay un elemento constitutivo del capitalismo: el extractivismo que consiste en permitir que exista sólo aquello que produzca beneficios susceptibles de verse reflejados en una cuenta corriente. Los beneficios medioambientales (biodiversidad,  sostenibilidad, variedad de cultivos, etc) son por tanto un mero estorbo,  cuyo impacto es, por una parte,  minimizado, ridiculizado y/o negado. 

Por otra parte, esta preocupación medioambiental de la ciudadanía es utilizada muchas veces para un escalofriante greenwashing. Empresas de fast food donde todo lo que se ofrece al público es de un solo uso, nos venden su compromiso con la sostenibilidad con frases para los jóvenes consumidores del tipo “comprométete a cuidar del planeta” y donde los miles de manteles individuales de papel que terminan en la basura tras un solo uso, tiene el simbolito de “recycle”. Luego hablamos de cinismo.

Hay un peligro en la irracionalidad del capitalismo que pone en riesgo la vida humana en el planeta en un caso de autofagia que parece imposible detener. Al planeta mismo le da igual, si el género humanos se autodestruye, llevándose por delante otras especies y causando enorme sufrimiento a masas ingentes de población, seguirá sin nosotros, seguirá sin los que falten. Pero el mundo, la civilización, la cultura, la humanidad tal y como los conocemos ya no podrán existir. Nos acabamos nosotros, no el planeta.

Por ello es urgente reaccionar. Aunque es verdad que unas cien empresas son responsables de casi tres cuartas partes de las emisiones de carbono, lo cual podría llevarnos a pensar que nuestras pequeñas decisiones diarias son irrelevantes, aún así la acción individual es imprescindible por dos motivos fundamentales: primero, porque el hecho de emprender acciones individuales del tipo reciclar, ir en bici, utilizar transporte público, etc, nos conducen hacia un compromiso personal que nunca se abandona. Y segundo, porque solo una vez adquirido ese compromiso personal, seremos capaces de un impulso colectivo que genere un cambio político para poder conseguir transformaciones estructurales, pues esa es la escala a la que debemos actuar ya. Los partidos negacionistas contribuyen con su ceguera voluntaria e interesada a que el proceso de deterioro se acelere porque su objetivo está focalizado en que la cuenta de resultados de las grandes empresas no pare de crecer. No lo olvidemos: el cambio climático se vota. Nuestras decisiones no sólo pueden cambiar nuestra vida, también el devenir del planeta.



domingo, 2 de febrero de 2020

BUENO, PUES YA TENEMOS GOBIERNO

BUENO, PUES YA TENEMOS GOBIERNO

Por fin tenemos presidente, ha costado trabajito, pero ahí está. Los que tengáis conocidos, familiares o amigos de derechas ya debéis saber que el Apocalipsis está cerca. Un Apocalipsis a base de incremento del SMI, de impuestos a los ingresos superiores a 130 mil euros anuales, de mayor atención a la educación y sanidad públicas, de lucha contra el cambio climático, de respeto a otras nacionalidades, de control a las casas de apuestas, de posibilidad de diálogo con Cataluña… En fin, una cosa espantosa.
Ahora, según la bancada conservadora, todo es traición, felonía (¿de dónde habrán sacado el término, de los tercios de Flandes?) y golpe de estado. Dejadme que os diga una cosica: creo que estáis mezclando pastillas porque un golpe de estado que se vota en el congreso, amigos fachas, no es un golpe de estado. Un golpe de estado es un levantamiento militar contra un gobierno legítimo. Os debería sonar: hubo uno en el 36 del que aún sentís nostalgia.
En fin, recomiendo mucha tila. Creo que nos va a hacer falta a todos porque la legislatura se presenta más tensa que un pavo oyendo una pandereta.

PIN, PAN, PUN

PIN, PAN, PUN

Os habrá pasado también a vosotros: cuando algún broncas se cuela en un grupo, ese es el que marca el ritmo; el resto de peña no puede hacer más que defenderse de sus acometidas. Además, siempre hay quien le ríe las gracias, siempre hay quien calla y otorga, siempre hay quien le sigue ciegamente. Pues así estamos con Vox, a quien los otros dos partidos de derechas han permitido que marque la agenda política del país. El resto estamos jugando a la defensiva y, como sabemos, mientras defiendes no puedes hacer otra cosa. Así es como bloquean la vida política. Han empezado por el pin, pero que no nos quepa duda: el pan y el pun vendrán después.

PROSTITUCIÓN Y TRATA


PROSTITUCIÓN Y TRATA

Hay un término que resulta incómodo para aquellas personas partidarias de la pervivencia de la institución de la prostitución: la palabra “trata”.  Decir “trata” es decir esclavitud sexual de forma elegante, pero aún así, su contenido semántico se ha ido llenando de dolor y ahora “trata” es una palabra incómoda, una palabra que quema, una realidad que los regulacionistas quieren apartar de su argumentario feliz de putas empoderadas. Según estas personas, el mundo está lleno de mujeres que están deseando prostituirse y a quienes las abolicionistas, por pura maldad, negamos el derecho a hacerlo.
Dices “trata” y niegan con la cabeza, arrugan la nariz, minimizan su incidencia rebajando los porcentajes a niveles ridículos. En un debate sobre el tema, alguien del público planteó la situación, conocida por ella, de mujeres subsaharianas obligadas a prostituirse merced a una deuda impagable que va aumentando cada vez y que no llega a satisfacerse  jamás, porque así está constituido el sistema. Le respondieron que esas mujeres no son víctimas de trata, que lo que tienen es una “deuda de viaje”. Es fascinante el modo como se retuerce el lenguaje para que termine ocultando la realidad porque, en resumen, lo que el regulacionismo quiere decir con esto es que esas mujeres, obligadas a pagar una simple “deuda de viaje” deben salir de la estadística de la trata. Alguien del público murmuró: “yo también tengo una deuda con el banco, pero nadie me obliga a prostituirme para poder pagarla”.
Se retuercen las palabras para que ya no signifiquen nada. Cuando afirman que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera están equiparando prostitución y trabajo. Decir "me prostituyo trabajando de cajera" es lo mismo que decir que todo trabajo es prostitución. Si todo es prostitución nada es prostitución y con eso se da el debate por terminado.  Circulen, aquí no hay nada que discutir: el problema se ha resuelto para siempre gracias a la magia de la dialéctica y en virtud del sencillo método de sustituir una palabra por otra.
Nos llaman puritanas a las abolicionistas, afirmando que estamos en contra del sexo. Puede que incluso se lo crean,  aunque me cuesta trabajo convencerme de que alguien pueda estar persuadido de semejante estupidez.  Del mismo modo, llegan a decir que estamos en contra de las prostitutas, recurriendo de nuevo otra falacia semántica. Estar en contra de la prostitución no es estar en contra de las prostitutas como estar en contra de la pobreza no es estar en contra de los pobres. Pero así se hace este debate, amontonando argumentos de Perogrullo que no resisten una revisión seria.
Para abundar en la confusión, desde el enfoque regulacionista se utiliza un lenguaje neutro, mostrando una enorme falta de sensibilidad de género. A pesar de que en un abrumador porcentaje quienes se prostituyen son mujeres (y quienes compran sexo son hombres), desde el regulacionismo se habla de los trabajadores y las trabajadoras sexuales, negando de este modo el marcado sesgo femenino que tiene la prostitución, ignorando los efectos de las desigualdades en la sociedad, omitiendo así tanto las desventajas económicas como la discriminación en el mercado del trabajo. 
Nos presentan a nosotras, las abolicionistas, como unas severas gobernantas que niegan el derecho a prostituirse de todas aquellas mujeres deseosas de ganarse la vida exponiendo su cuerpo a diario a violencias de todo tipo. Ello, evidentemente pasa por negar o minimizar esa violencia. Que alguien explique de qué modo, mujeres traficadas pueden empoderarse en algo que los defensores de la prostitución llaman "un trabajo como otro cualquiera". Cómo pueden empoderarse siendo como son puro material para la industria del sexo. Dónde está ese empoderamiento cuando ellas son a un tiempo el bien de consumo, la fuerza de trabajo y la vendedora, lejos de su patria, apartadas de sus medio social, trasladadas cada 21 días, aprovechando la regla, a un prostíbulo distinto para evitar que establezcan relaciones duraderas con otras prostitutas o con los propios clientes. Aisladas para ser entregadas como entretenimiento a los puteros. Porque el aislamiento y el control mediante la violencia son las claves del sistema prostitucional, en el que las mujeres son objetos y no sujetos.

El enfoque regulacionista se basa en el mutuo consentimiento de dos adultos para decidir libremente tener sexo. Pero olvidan u ocultan que sólo puede haber libertad donde hay igualdad, de lo contrario sólo podrá ejercer la libertad aquel que tenga más poder. De este modo, el regulacionismo lo que pide en realidad es la libertad de puteros y proxenetas de acceder sin trabas de ningún tipo al cuerpo de las mujeres, de ese grupo de mujeres que la institución de la prostitución tiene reservadas para ellos. Porque, como dice Amelia Valcárcel, “allí donde no hay igualdad, la libertad es uno de los nombres del abuso”.

LOS CONSTITUCIONALISTAS DEL PIN


LOS CONSTITUCIONALISTAS DEL PIN

Un seguidor de Hombres y Mujeres y viceversa dijo en Twitter que él creía que “viceversa” significaba “bisexual”. Les pasa un poco lo mismo a estos constitucionalistas de nuevo cuño. Dicen “constitucionalismo” sin saber bien lo que quiere decir, deben pensar que significa “nosotros somos los buenos”. El arco conservador de nuestro país, con Vox encabezando el pelotón, se cubre con la manta del constitucionalismo (idea ampliamente difundida por algunos medios de comunicación)  aunque las ideas que defienden lo pongan en cuestión de forma permanente. Buen ejemplo de ello es el pin parental.
Esta medida, aprobada en nuestra región por el triunvirato “constitucionalista” Vox, Cs y PP, autoriza a los padres a bloquear de manera individual el acceso de sus hijos e hijas a actividades extraescolares previstas por el currículo escolar. Una decisión que se lleva por delante leyes educativas, libertad de cátedra, principios de respeto y tolerancia… En fin, una apisonadora en forma de ley.
Ignoran que nuestra Constitución prevé unos valores comunes para la convivencia que no son cuestionables. Valga como ejemplo (y pido disculpas por citarme a mí misma) lo que escribía la semana pasada en el artículo para este mismo medio, titulado “¿Libertad de expresión?”: 
La homofobia no es “una opinión tan respetable como otra cualquiera”, porque atenta contra los derechos fundamentales de un colectivo. El racismo no es “un punto de vista”, es un ataque contra la convivencia de los pueblos. El machismo no es “una opción igual que el feminismo”, porque el machismo mata mientras que el feminismo defiende la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. […]El objetivo y el deber de la educación en democracia debe ser erradicar el machismo, el racismo, la homofobia y cualquier forma de odio que atente contra la convivencia en igualdad.
El personal conservador se ha enterado ahora de que los hijos no nos pertenecen y está flipando: ¿cómo qué los hijos no nos pertenecen?, ¿a quién pertenecen entonces? Pues a nadie, los hijos no pertenecen a nadie. Los padres somos sus tutores, no sus dueños. Y esto no es porque los rojos hayan decidido que vivamos todos en una macro comuna. No nos pertenecen porque, desde que se abolió la esclavitud, ningún ser humano pertenece a otro. No nos pertenecen y hay todo un marco legal en materia de educación que no nos podemos saltar porque “son mis hijos y los educo como me da la gana”, esto no funciona así. Los hijos de padres conservadores también tienen derecho a ser educados en la tolerancia y el respeto que recogen nuestras leyes.
Esta medida ha sido aprobada con la colaboración necesaria de Ciudadanos, que tiene un talento especial para sorber y soplar al mismo tiempo: son la indefinición en estado puro. Con una frivolidad que asusta, han firmado junto al PP y Vox, una ley que es inconstitucional y que, como es normal, el gobierno de la nación va a recurrir. Tal es la indefinición, que la propia Isabel Franco dice que ella no ha firmado ese acuerdo que su partido respalda, que lo ha firmado la gestora, tomando distancia así de una decisión que nos va a afectar a todos. “Yo no he sido, dice Franco, han sido mis compañeros de partido. Esos a los que yo lidero”. El propio partido de Ciudadanos duda de la legalidad de esta medida, lo cual no les ha impedido firmarla. Una irresponsabilidad flagrante.
Con el tema del pin parental Vox ha abierto la caja de los truenos en materia de educación, creando  un problema donde no lo había. Han venido para eso, para generar tensión en la vida política y social del país, y lo están consiguiendo. Pero no nos vamos a quedar callados ante la vulneración del derecho a una educación en el respeto y la convivencia que supone el pin parental. O pin neandertal, como ustedes prefieran.



¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN?


¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN?

Los franquistas, esos que han vivido en este país a sus anchas durante cuarenta años y otros cuarenta agazapados, esos que han salido de un armario gigante gracias a Vox, han descubierto algo que se llama “libertad de expresión”. Quién les iba a decir a ellos, tan partidarios de la obediencia ciega, del orden y la ley hechos a su medida, (libertad era un vocablo peligroso  cuando eran ellos los únicos que podían disfrutarla, cuando quienes la reivindicaban era porque la habían perdido o estaban a punto de perderla) que un día se les iba a llenar  la boca de esta bendita palabra.
Hay una señora franquista a la que, por esas cosas que tiene la tele, el share y los índices de audiencia, han dado un altavoz para que pregone sus disparates.  Hace unos días, tras ser amonestada en el programa Cuatro, presentado por  Joaquín Prat, por decir que el Islam es una religión de asesinos, la señora se despachó con la siguiente frase: "¿Cómo que no me lo va a permitir? Aquí hay libertad expresión, estamos en un país libre". Sí, señora, una libertad que no puede ser utilizada como granada de mano para dinamitar los puentes que nos unen con el resto de la ciudadanía.
Hemos visto estos días en Murcia,  en las inmediaciones de centros educativos,  un par de carteles de contenido homófobo: en uno, una blancanieves a punto de morder una manzana arcoíris envenenada y en el otro, un dragón que escupe fuego multicolor contra una familia de aspecto tradicional que se refugia en una iglesia. Todo ello con bien de libertad, ahí, a tope.
Supongo que también  en nombre de esa libertad de expresión, se lanzó  una granada de mano contra el centro de  menores de Hortaleza en Madrid. No es extraño que se llegue a este extremo cuando el discurso es como el de  Gestoso, líder  de Vox en Murcia, que dice que los menores no acompañados llevan barba y vienen con adiestramiento militar. El discurso viene primero, las agresiones después.
Del mismo modo, eso que ellos llaman “libertad de expresión” es utilizado para mentir de la forma más impune. Mentiras del tipo: los inmigrantes nos quitan el trabajo, los inmigrantes no trabajan porque viven de las ayudas sociales (la coherencia no es un objetivo a alcanzar), las cifras de denuncias por violencia de género son astronómicas, los asesinatos de hombres a manos de mujeres son ocultados, los centros de la mujer son un chiringuito para cobrar subvenciones  y un largo y tedioso etcétera de mentiras y más mentiras. Como no pueden convencer por rigor, pretender convencer por acumulación
En dialéctica, cuando se empiezan a mezclar términos antagónicos, el objetivo no es otro que generar confusión y que todo argumento pierda valor. Esto es lo que se hace cuando se pretende hacer pasar el odio por libertad de expresión. La homofobia no es “una opinión tan respetable como otra cualquiera”, porque atenta contra los derechos fundamentales de un colectivo. El racismo no es “un punto de vista”, es un ataque contra la convivencia de los pueblos. El machismo no es “una opción igual que el feminismo”, porque el machismo mata mientras que el feminismo defiende la igualdad efectiva entre hombres y mujeres.
No se puede utilizar la libertad de expresión como un martillo para machacar todo aquello que tenga que ver con justicia o igualdad, con equidad, con democracia, como hacen ellos. Dicen “libertad de expresión” cuando en realidad lo que quieren decir es “derecho a ofender”.
El objetivo y el deber de la educación en democracia debe ser erradicar el machismo, el racismo, la homofobia y cualquier forma de odio que atente contra la convivencia en igualdad. Por tanto, la tan traída y llevada “libertad de expresión” no puede ser esgrimida para atentar contra otras razas, ideas, grupos o colectivos, porque esa es la vía para dinamitar la convivencia y de paso la democracia.


LA CALLE TAMBIÉN ES NUESTRA


LA CALLE TAMBIÉN ES NUESTRA

A lo largo de la Historia (que ha sido, hasta ahora, la historia del patriarcado), se nos ha querido convencer a las mujeres de que nuestro lugar natural era el ámbito de lo particular, de lo pequeño, de lo doméstico, mientras que el de los hombres había de ser el de lo universal, lo trascendente, lo público. Para nosotras la casa, para ellos el mundo.
Por lo tanto, las mujeres hemos sido durante siglos excluidas del universo de la cultura, de la literatura,  de la ciencia, de la investigación, de la judicatura… Excluidas, en definitiva, del ámbito público. No sólo eso, en numerosas ocasiones, aquellas mujeres que a pesar de las trabas para acceder a la educación y para mantener una proyección pública, conseguían méritos notables, fueron sistemáticamente excluidas de los libros de historia.
Si a pesar de nuestros logros no estamos en la historia, la canónica, la académica, la que se enseña a niños y niñas en los colegios, tampoco podemos aparecer en los nombres que nombran  las calles de nuestras ciudades: invisibles en los libros, invisibles en los foros, invisibles en las calles; presentes únicamente en la escena privada como proveedoras de protección y cuidados no remunerados. Este fenómeno tiene un efecto perverso porque arrastra una desigualdad desde el pasado (desde la noche de los tiempos) y la proyecta hacia el futuro: las niñas no encuentran modelos válidos fuera de la casa; esos modelos no existen porque, muchas veces, aunque existan no están nombrados.
El hecho de que se nos haya negado la calle tiene numerosas ramificaciones, no todas ellas de matiz  cultural o científico. Un hombre puede andar sin miedo por la calle, cualquier calle, a cualquier hora. Una mujer, no. Si algo le ocurre a una mujer en la calle, solo ella será la responsable por ocupar un lugar que no le corresponde. Por eso, ante cualquier agresión, lo primero que se oye es: qué hacía ella en ese lugar y a esa hora.  Es por esto que se hace imprescindible reclamar igualdad, tanto real como simbólica, también en las calles.
Encontramos en Murcia, a lo largo de nuestra historia, muchísimos ejemplos de mujeres, que, a pesar de la enorme dificultad para acceder a la educación, estudiaron y que a pesar de todas las trabas existentes en la época para ejercer una profesión no específicamente femenina, la ejercieron. Aún así, en muchos casos, sus nombres sólo aparecen en una historia pequeña y marginal, una que requiere de un estudio minucioso y de una voluntad colectiva para ser puestos en valor. Este es el caso de Jamila, cirujana judía del siglo XIV; de Sor Juana de la Encarnación, religiosa murciana que debería figurar en el canon de la Literatura Mística Española; de Francisca Dupar, pintora del siglo XVIII cuyos retratos a personas humildes destilan humanidad y vida; de Leonor Guerra Albaladejo, promotora cultural y presidenta de una tertulia literaria en la Murcia del final del XIX; de Victoria Pérez Rivas, inventora, que patentó en 1.919 una aplicación  para el aluminio una década antes de que se inaugurara la primera gran industria de este metal en nuestro país; de Piedad de la Cierva Viudes, científica y pionera en los estudios de radiación artificial en España y que fue, además, la primera alumna oficial de la universidad de Murcia; de María Moliner, cuyo diccionario sigue siendo una referencia en nuestro idioma (a pesar de la cual no mereció entrar en la RAE) y que fue la primera profesora en la Universidad de Murcia; de Concepción Sánchez Pedreño, catedrática de química analítica y primera decana en esta especialidad; de Elisa Séiquer, escultora, que fundó el grupo Aunar de pintores y escultores, primera mujer en ganar el premio Francisco Salzillo y que, incomprensiblemente, quedó fuera de la muestra sobre escultores murcianos que se hizo en Murcia  en 2018; de María Jover Carrión, jueza, primera mujer en ingresar en la carrera judicial en nuestro país. Esta es sólo una pequeña muestra de todas las mujeres que quedaron olvidadas en un rincón de la historia murciana y cuyo esfuerzo no mereció ni el reconocimiento ni la proyección de sus compañeros hombres.
Ayer aparecieron en Murcia varias calles en torno al Barrio de Santa Eulalia, renombradas con los nombres de estas mujeres. Esta iniciativa, llevada a cabo por parte del Colectivo +mujeres, obedece a la voluntad  de compensar el olvido histórico y la abrumadoramente escasa presencia femenina en el callejero murciano. Las calles también son nuestras, por ellas que nos precedieron, por nosotras y por las que vendrán después.