LAS VÍCTIMAS , ¿TAMBIÉN HABRÁN OLVIDADO?
La justicia ha desamparado a las menores de una red de
prostitución al servicio de un grupo de empresarios murcianos. Han pasado diez
años. Ya se habrán olvidado, parece decirnos esta resolución a la que se ha
llegado merced a un acuerdo con la fiscalía que impedirá que los acusados de
prostituir a niñas de entre 13 y 17 años tengan que pisar la cárcel.
Porque es realmente alarmante constatar cómo ampara el
sistema a estos acusados de prostituir a menores. No sabemos si por complicidad,
por pactos de silencio o por negligencia estos sujetos no pisarán la cárcel y
los estamos viendo irse de rositas, sonriendo al tendido. ¿No era el asunto lo
suficientemente sensible como para agilizar en lugar de dilatar las
diligencias? Encontramos clasismo además de machismo en la sentencia: la vulnerabilidad
social y económica de las víctimas («pasaba por un momento de dificultades
económicas, lo que le hacía más fácil que pudiera ceder» dice la sentencia)
frente a empresarios poderosos podría haber contribuido a que el caso se haya
demorado hasta prescribir. Un sistema judicial que olvida a las víctimas es un
sistema intrínsecamente injusto. Una justicia lenta no es justicia.
Al margen de la resolución judicial, este hecho se inscribe
en la cultura de la violación que nos deja ejemplos como el de la letra de la
canción que cantó este verano durante las fiestas del pueblo el alcalde de Vita
(Ávila): “Me encontré una niña sola en el bosque, la cogí de la manita y me la
llevé a mi camita. La subí la faldita y le bajé la braguita (...) La eché el
primer caliqueño...” (sic).
Repugnante, ¿verdad? Pues al obispo Javier Argüello,
presidente de la Conferencia Episcopal, le parece de lo más normal. Ha declarado
que una canción así es “lo que pasa a altas horas de la madrugada después de
haber bebido esto o lo otro”. Y nos invita a “no crecer en lo que pudiera ser
una sociedad excesivamente puritana que hace que cualquier texto, que cualquier
letra, parezca ser rechazada” (sic otra vez).
El obispo dice que nos hemos vuelto todos muy puritanos.
Nosotros. Puritanos.
No ha calculado bien: restar importancia a un comportamiento
pederasta es algo que, aunque solo sea de cara a la galería y teniendo en cuenta
los miles de casos en el seno de la iglesia católica en todo el planeta,
deberían pensarse dos veces. Pero el subconsciente es lo que tiene: funciona en
automático. Y, recordemos, él es quien tiene que velar por la administración de
justicia a las víctimas de abusos sexuales. Igual que los jueces en el caso que
nos ocupa.
Tanto la letra como la justificación que a ellos les parece
algo frívolo, sin importancia, un chiste, forman parte del argumentario de la
fratría masculina. No pasa nada, iba bebido, era de noche, estaba el pueblo en
fiestas. A lo mejor ella iba provocando. Si es que algunas parece que lo van
buscando.
Hay una fantasía masculina en el acceso al cuerpo de niñas.
Ese cuerpo es el lugar donde pueden desplegar todo su poder, sin tener que
enfrentarse a mujeres con deseos, con carácter, con iniciativa. Porque en ese
contexto el que tiene el poder es el hombre. Y qué fácil todo. Niñas, mujeres
borrachas, mujeres sometidas químicamente (miren el caso Pélicot, en el que el
marido ofrecía la esposa drogada a otros hombres para que la violaran), ¿eran
monstruos estos hombres? No, peor: eran hombres normales. Sus actos son
monstruosos, pero ellos no. Los monstruos son la excepción, los monstruos no
abundan; los hijos sanos del patriarcado sí.
Esa cancioncilla que tanto nos repugna seguro que haría
mucha gracia al grupo de empresarios a los que se ha tardado diez años en
sentar en el banquillo por abuso de menores. Esos empresarios que pedían “chicas
nuevas”, pero que no pisarán la cárcel porque el delito ha prescrito. Los
jueces no son ajenos a la fratría machista al no conceder la suficiente
importancia a un hecho tan grave como este.
Al acoso, al abuso y a la agresión no se llega por
casualidad, ni se llega de golpe, ni se llega por nada: hay toda una cultura de
la violación con la que crecemos y en la que nos educamos. Y para romper con
esa cultura hay que denunciar los comportamientos que preceden a la violencia y
dictar sentencias ejemplares cuando suceden. Porque de lo contrario solo nos
queda llorar.
Ahora, aunque frente a la presión social la Fiscalía de
Murcia se plantee pedir el ingreso en prisión, de momento estos empresarios ya
son libres, pueden seguir abusando, pueden seguir induciendo a la prostitución.
Ellos u otros como ellos, sabiendo que no pasa nada, buenos abogados, una
dilación judicial y a seguir living la vida loca.
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2024/09/19/victimas-habran-olvidado-108288424.html