CRISANTEMOS PARA UNA TUMBA VACÍA
En un artículo de finales de
los 90, Sabina aludía a la pérdida de socialismo del Psoe con una potente
frase, muy de él: "llevaremos crisantemos a la tumba de Isidoro". Al
cabo de los años y de ir de decepción en decepción (Sabina tampoco ha resultado
ser el tipo honesto que yo suponía...) hemos constatado que Isidoro nunca
existió, que fue una falacia, que hubiéramos llevado crisantemos a una tumba
vacía. Isidoro era uno de los disfraces de ese brillante transformista que ha
sido siempre Felipe González. Un político que ha ido cambiando su atuendo y
adaptándolo sin asomo de escrúpulo a cada nueva situación: chaqueta de pana,
traje diplomático, bañador de nuevo rico con viejo puro... Lo que pasa es que
con el paso del tiempo y los kilos de más, los viejos disfraces han cedido por
las costuras dejándonos ver de qué material estaba hecho este dinosaurio: por
los rotos se escapa cinismo, hipocresía, cálculo, infamia. Aunque hayan
indignado, ya a casi nadie han sorprendido las declaraciones de este
defraudador de oficio en las que rebaja el carácter sanguinario de la dictadura
de Pinochet, una de las más crueles de América Latina, pisoteando con sus
palabras los crisantemos de cuarenta mil tumbas.