MARIPOSAS EN EL JARDÍN
Una reflexión sobre el perdón
Después de leer por segunda vez el libro
de Gloria García Carreras “Mariposas en el jardín” (Ed. Raspabook), encuentro
que hay en él una cuestión central que
está presente ya desde el primer párrafo, en el que la protagonista,
Julia, dice: no conozco a esta mujer, no
siento compasión por ella. Esa cuestión es la dificultad de la protagonista
para perdonar, una dificultad que se vuelve contra ella, que es una persona
herida, fracturada. Pero como dice el escritor francés de aforismos Yvan
Audouard, “bienaventurados los
fracturados porque ellos dejan pasar la luz”. En efecto, sin esas fracturas la
protagonista no sería la persona compleja y poliédrica que es.
Esta novela habla del perdón y de la
visión retrospectiva sobre nuestra propia vida. Reflexiona sobre el hecho de
que, si no se cierran ciertas puertas, no se puede seguir caminando o al menos
no se puede seguir caminando sin dolor. La historia contiene un secreto. Hay
una frase al final del primer capítulo que tira de la historia, la resume y nos
hace seguir la trama sin aliento. Eve, uno de los personajes, le pregunta a
Julia: ¿tan grave fue lo que te hizo que
no puedes perdonar a una mujer que se está muriendo? Vemos, a lo largo del
libro, que el perdón es un ejercicio complicado pero sobre todo es un ejercicio
involuntario. Aunque podamos hacer que de él participe nuestro intelecto,
nuestra voluntad no puede participar porque perdonar, como amar, no recibe
órdenes. Odiar obliga a vivir con un peso que no hemos decidido cargar; perdonar
equivaldría a soltar ese peso, pero del mismo modo que no hemos decidido cargar
con él, tampoco es posible decidir liberarnos de él. Este es el tema central
del libro.
“Mariposas en el
jardín” contiene también mucho de ese silencio culpable de la víctima de
cualquier tipo de violencia, seguramente el más solitario y doloroso que existe
y que es al propio tiempo una forma más de violencia, quizás la más perversa. Uno
de los mecanismos de cierto tipo de agresión es hacerse invisible mediante el
silencio de la víctima. El silencio es entonces una imposición, una vuelta de
tuerca, una violencia de larga duración del agresor hacia su víctima: ahora te
quedas encerrada en tu silencio con tu herida, ni se te ocurra hablar, nadie te
creerá.
En esta novela, la ofensa tiene lugar,
como en tantas ocasiones, en una situación de desigualdad. El poder de la madre
sobre la hija la lleva a cometer iniquidades, y ese poder va en aumento porque
la madre se hace dueña del miedo de la hija, acrecentando con ello su
superioridad. Y como suele suceder, la agresora atribuye a la víctima la
responsabilidad del ultraje.
Pero no se puede callar y perdonar. Y
puesto que la protagonista está obligada a callar porque pesa un secreto enorme
sobre su vida, el perdón es imposible. Guardar silencio sobre la herida abierta
y al mismo tiempo perdonar convertiría a Julia en doble víctima, equivaldría a
restar importancia al sufrimiento vivido y resultaría de una banalidad
insoportable. Perdonar es asumir de algún modo que el alcance del daño es
tolerable. Pero al propio tiempo, no conceder el perdón consume las energías de
la protagonista, la paraliza y le impide avanzar. Sin el arrepentimiento de la
madre, el perdón es imposible. La hija, esa mujer fracturada, tiene que
sobreponerse sin esa ayuda fundamental, para poder hacer que su vida continúe. Hay
una parte terrible en el perdón y es que se espera de la víctima que sea ella
la que redima de sus culpas al ofensor, haciendo recaer sobre los hombros de la
persona fracturada un peso enorme, un peso injusto.
En esta novela, la segunda de la autora, hay
mariposas que sobrevuelan el relato, hay mariposas metafóricas, la primera dice
así: “soy como un gusano de seda escondido en su capullo sólo que nunca llegaré
a ser mariposa”. Pero para finalizar
debo decir que, a pesar de esa afirmación de la protagonista, éste es el relato
de una transformación. Nosotros mismos, lectores y lectoras, cuando entramos en
un libro, ese viaje inmenso, queremos salir transformados, de lo contrario,
algo falla, algo le falta al libro: puede ser altura literaria, profundidad,
ambición, honestidad. Queremos salir, de algún modo, heridos, fracturados, para
que la luz nos pueda atravesar porque no esperamos encontrar respuestas en cada
libro pero sí que la literatura nos ayude a plantearnos algunas preguntas.
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