CUENTOS TERRORÍFICOS PARA NIÑAS PEQUEÑAS
Es sabido que el aprendizaje del rol que debemos desempeñar en sociedad nos llega por distintas vías. En nuestra socialización los cuentos y las canciones infantiles, como expresiones culturales que entretienen y educan a la misma vez, juegan un papel fundamental. El contenido de estos transmisores culturales no suele ser neutro. Los cuentos y las canciones infantiles están inmersos en una sociedad y no son ajenos a ella. No son específicamente aleccionadores, o sea, no tienen la intención concreta de instruir en unos determinados valores y sin embargo lo hacen porque son generados por el mundo de pensamiento que nos envuelve y que ha sido y es profundamente machista:
Veamos algunos ejemplos:
La cancioncilla “Al pasar la barca”:
Al pasar la barca/Me dijo el barquero/Las niñas bonitas /no pagan dinero./Al pasar la barca/me volvió a decir/las niñas bonitas/no pagan aquí./Yo no soy bonita/Ni lo quiero ser/Yo pago dinero/Como otra mujer.
Esta canción la cantábamos las niñas (nunca los niños) al saltar a la comba y al jugar al elástico. Hay algo espeluznante en ser niña y aprender que hay otra forma de pagar que no es con dinero y saber que ese pago tiene que ver con ser bonita. Hay algo terrorífico en ser niña y saber que un hombre (el barquero u otro) te puede pedir que pagues con algo relacionado con tu físico, porque eres una niña bonita, porque eres joven y guapa.
Es así como empezamos a saber que cualquier mujer es susceptible de poder o deber realizar un pago con su cuerpo, así es como empezamos a saber que los hombres pueden reclamar tener acceso al cuerpo de cualquier mujer.
Normalizamos muy pronto que la belleza y la juventud de las mujeres son valores que los hombres tienen derecho a reclamar para su disfrute. Y lo aprendemos con canciones infantiles, de un modo tan inocente como espeluznante.
La Sirenita: en este cuento, tanto en la versión de Andersen con en la de Disney, ella entrega su voz a cambio de un par de piernas para enamorar a un hombre. La metáfora es muy esclarecedora. Se las consigue Úrsula, la bruja, quien la convence diciéndole:
Tienes tu belleza, tu linda cara y no debes subestimar la importancia que tiene el lenguaje corporal. Hablando mucho enfadas a los hombres, se aburren y no dejas buen sabor, pues les causan más placer las chicas que tienen pudor, ¿no crees que estar callada es lo mejor? ¡Vamos! No lograrás tu meta conversando, escúchame y no te equivocarás. Admirada tú serás si callada siempre estás, sujeta bien la lengua y triunfarás
Y ella, por supuesto, renuncia a su voz. A su voz, a su cola de sirena, a su familia y a su medio natural, el mar, para poder estar al lado de un hombre. Eso sí, sin molestar con su cháchara y con sus ideas, muda depositaria del destino que se decida para ella. El sacrificio es desproporcionado puesto que todo lo que ella sabe del príncipe es que es un mal nadador y que es guapo. En la versión de Andersen ella nunca llega al corazón del príncipe y acaba convertida en espuma de mar, o sea, acaba en la irrelevancia total. En la edulcorada versión de Disney se nos presenta una lucha entre dos mujeres para conseguir la atención de un hombre (todo un clásico), de la que Ariel sale triunfadora. Pero no deja de dar miedo el destino que se les va marcando a las niñas con cada cuento.
En Aladdín el amoroso padre de Jasmine, a pesar de todo su cariño, prefiere entregar el reino a un ladronzuelo callejero y mentiroso antes que a su propia y única hija. Y así es como se inicia nuestro aprendizaje en el hecho de que el testigo de poder pasa de un hombre a otro, poniendo la fratría masculina por encima de los lazos familiares. Las mujeres son excluidas sin pestañear de los círculos de poder. El papel de Jasmine es testimonial e irrelevante: ella se limita a esperar ser rescatada de su propio destino. Solo le reclama al padre poder casarse con quien ella quiera y no por obligación. No le pide regir los destinos del país, siendo como es la sucesora, no está interesada en el poder solo en el amor, esa vieja y efectiva trampa del patriarcado para las mujeres. Y si esto es así en la familia, imaginemos en el trabajo o en la política o en la universidad...
Estos son solo unos pocos ejemplos. Así han estado las cosas hasta ahora. Nos toca entre todas cambiar el cuento.
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