DE CANCELACIONES Y CENSURAS
Ahora que queda todo ya un poco lejos y que seguramente los
ánimos estarán más relajados hablaré sobre la censura, la cultura de la
cancelación y de cómo nos interpelan en estos tiempos convulsos. Y lo haré pensando en dos casos recientes: el
encumbramiento y posterior caída de Karla Sofía Gascón, protagonista de la
película “Emilia Pérez” y la retirada del libro “El odio” del escritor Luisgé
Martín, editado por Anagrama.
También me he tomado mi tiempo para escribir sobre el tema
porque creo que hay cierta distorsión a la hora de opinar a golpe de titular,
sobre todo si se trata de temas sensibles: inmediatamente se nos activa el
interruptor de estar a favor o en contra y es precisamente esa activación la
que nos conduce a posturas extremas, a veces maniqueas y en muchos casos irracionales.
Por lo que se refiere a Karla Sofía Gascón, tan precipitado
me pareció su ascenso como su descenso, sabiendo que ambos obedecen a una
dinámica del mundo del espectáculo que mastica y escupe personas. Su caída se
debió a la polémica generada por la recuperación de unos twits retrógrados y
xenófobos, de barra de bar y cuarto cubata que, por supuesto, son deleznables,
pero si no somos capaces de aceptar el trabajo de quienes no piensan como
nosotros, pronto nos quedaremos sin opciones. Además, si solo queremos escuchar
ideas como las nuestras, no habrá manera de debatir, por no hablar de cómo se
empobrecerá el debate. No es imprescindible estar a favor de las opiniones de
un artista para disfrutar de su arte.
En cuanto al libro de Luisgé Martín, me pareció un error su
retirada. El escritor ha hecho aquí un trabajo incómodo, se ha acercado al
asesino, lo ha escuchado. Y creo que ha hecho bien: cuando algo pasa, sobre
todo algo tan terrible, hay que escuchar por qué pasa. Lo fácil es negarle la
entrada a lo que nos desasosiega. Pero retirar nuestra atención, cancelar
aquello que nos incomoda no va a hacer que desaparezca. Seguirá ahí, solo que
no sabremos cómo ni para qué y sobre todo no tendremos ni una pista de por qué
ha sucedido. Nos impedirá su comprensión y quizás su prevención.
Todos queremos ser buenos, tolerantes, justos y en nombre de
esa justicia reaccionamos a veces de forma preventiva, pero en lo bienpensante
hay una trampa que no percibimos. Sentimos una amenaza en aquello que nos
interpela de forma negativa. Cancelarlo es correr en dirección contraria, huir.
Quienes han atacado el libro, lo han hecho a menudo a humo
de pajas puesto que en su inmensa mayoría no lo han leído. Cuando algo nos
perturba tanto, nos alejamos moralmente para dejar claro que no somos así,
ponemos una distancia que no deje lugar a dudas. Nuestro rechazo será tan
grande como lo sea nuestro miedo, ese mal consejero.
Si no nos podemos acercar a través de la literatura y del
arte a hechos tan atroces como este por no perturbar aún más a las personas afectadas
por el crimen, nunca entenderemos por qué pasa algo así. El argumento no puede
ser “si a ellos les hace daño, la sociedad no tiene derecho a leerlo”. Toda
nuestra solidaridad con las víctimas, pero no podemos ser rehenes de su dolor,
debemos mantener la racionalidad.
Recordemos aquí que la justicia no ha impedido su
publicación, basándose en el principio de la libertad de expresión, sino que ha
sido la propia editorial la que finalmente ha decidido convertir el libro en
pulpa de papel por “miedo a la jauría que pedía su boicot”, según palabras del
propio autor. La censura y la cancelación son un campo sin puertas. Como nos
entreguemos a ellas no habrá camino de regreso.
Todos hablamos del valor del respeto y la tolerancia, además
del derecho a la libertad de expresión, cimientos de una sociedad democrática y
en general estamos de acuerdo con esos valores hasta nos que topamos con algo
que realmente nos molesta. Debemos tener una mirada más amplia, o seremos en
esencia como aquellos a quienes criticamos. No nos hacen falta más muros, ni de
piedra ni de papel.
https://rrnews.es/2025/05/de-cancelaciones-censura-gascon-pensamiento.html