14 DE ABRIL
Como
bien sabemos, la historia la escriben los ganadores y cuentan exactamente lo
que les da la gana. En el caso español siempre hemos oído, hemos asimilado, nos
lo hemos creído e interiorizado del mismo modo que sabemos que el cielo es azul
y el sol amarillo, la siguiente afirmación: en la guerra hubo dos bandos que se
dieron de hostias hasta jartarse y uno ganó. Cosas que pasan. Tan malos fueron
los unos como los otros. Vamos a olvidarnos de todo y pelillos a la mar. Muy
simplificado, sí, pero esto es lo que hemos oído todos desde que se inventó la
transición para acá. Antes de que la transición lo volviera todo tan sencillo
que hasta el más tonto podía entenderlo, lo que se contaba era más o menos lo
siguiente: estábamos nosotros tan tranquilos y entonces llegaron unos rojos y
se liaron a quemar iglesias y violar monjas hasta que llegó un general de los
bragaos y metió en la cárcel a todos los rojos que no habían huido a Rusia
muertos de miedo.
Pues no, no hubo ninguna equidistancia, no
hubo dos bandos equiparables, no eran todos iguales, no se debe olvidar lo que
pasó: que un gobierno legítimo fue derrocado por la fuerza con la alianza de la
banca, la derecha y la bendición (qué bien viene aquí) de la iglesia, la joven república fue desalojada y los
militares sublevados llevaron a cabo un plan sistemático de eliminación de todo aquel que no pensara parecido a ellos
(a esto en otros países se le llama genocidio) y las instituciones derivadas de
aquel gobierno ilegítimo, monarquía espuria incluida, llegan hasta nuestros
días por la vía de una reconciliación muy rara donde los agraviados debían
olvidar el agravio y no volver a acordarse de sus muertos nunca más. Si veis
que exagero me dais un toque. Porque lo que yo quiero decir hoy es muy
sencillo.
Yo hoy sólo quiero decir: ¡Viva la República!
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