LA VIOLENCIA
La violencia, incomprensible como es para mí, sé sin
embargo que cumple una función dentro del grupo: poner límites. La violencia de
género por desgracia no es una anomalía, sino la consecuencia del relato
dominante. La violencia contra las mujeres es producto de una sociedad donde el
discurso patriarcal está tan arraigado que creemos que forma parte de nuestro
ADN. Las violaciones, los feminicidios, son el espino de la alambrada que rodea
nuestras vidas, la alambrada que nos separa de un mundo más ancho. Cuando
ocurre una violación, un asesinato, la respuesta de la comunidad (padres,
madres, amigos, medios de comunicación...) no es, como se esperaría en toda
lógica, que el ataque a la libertad sólo se puede combatir con más libertad.
No. La respuesta siempre es: sé menos libre, la libertad es peligrosa para las
mujeres. Ese tipo de cosas son las que les pasan a las chicas que creen que
pueden hacer lo que quieran, así que no te alejes del grupo, no te pongas esa
minifalda, no te separes de tu marido, no salgas sola. Con lo cual nunca
dejamos de estar tuteladas. Si tenemos miedo, y el miedo es un arma muy
persuasiva, no podemos tener el control. El control pasa entonces a manos de
padres, esposos, hermanos, novios. La violencia ha cumplido su función. Se
cierra el círculo.
Es el ideario que se recita en los bares, en los lugares
de trabajo, en las conversaciones familiares y del que aún no estamos libres:
es que van provocando, a quién se le ocurre salir sola a esas horas, le ha
pasado porque es muy promiscua. Todas esas formas, en fin, tan conocidas por
nosotras de justificación de la violencia. Así se forja el espino de la
alambrada.
A raíz del asesinato la semana pasada de dos chicas a
manos del ex novio de una de ellas, una concejala del PP ha dicho esta semana
que eso pasa porque las niñas van por ahí con las bragas en la mano. Cuánta
delicadeza y cuánta compasión hacia la familia de las asesinadas y hacia las
mujeres en general. Esto también es violencia y no se aplica la Ley Mordaza,
porque esta ley la ha inventado el PP para aplicarla cuando le venga en gana.
En este discurso rancio, la culpa de la violencia es del pájaro por ponerse en
la trayectoria del tiro, la culpa es de las mujeres por no renunciar a su
libertad. El hombre tampoco sale bien parado pues este relato dice de él que es
un animal sin control sobre sus instintos primarios y por eso las mujeres
debemos ponernos a resguardo. Hasta las canciones tradicionales nos lo dicen:
“no salgas paloma al campo/ mira que soy cazador/ y si te tiro y te mato/ para
mí será el dolor/ para mí será el quebranto”. Estas son las fibras que
conforman el tejido de nuestro pensamiento.
El problema de fondo es, pues, que la sociedad acepta un porcentaje de violencia
que mantenga a las mujeres bajo control y hasta que el mensaje no sea que las
mujeres deben ser más libres, hasta que esa violencia no sea rechazada por
completo, ni seremos libres nosotras ni será libre la sociedad. Los asesinatos no son casos aislados
y desconectados entre sí, no son obra de un loco y de otro loco y de otro loco.
Responden a un patrón preciso vinculado a una ideología subyacente y eso es lo
que hay que cambiar. Hemos evolucionado mucho en los últimos setenta años, es
verdad, el panorama desde luego no es el mismo que el de principios de siglo
pasado, ni siquiera el mismo de hace veinte años y podemos felicitarnos por
ello. Pero debemos seguir luchando para cambiar ese patrón hasta eliminarlo del
mapa y estoy convencida de que lo conseguiremos porque comentarios como el de
esa energúmena y otros energúmenos van siendo piezas fósiles de una ideología
prehistórica.
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