domingo, 23 de agosto de 2015

LA VIOLENCIA

LA VIOLENCIA

            La violencia, incomprensible como es para mí, sé sin embargo que cumple una función dentro del grupo: poner límites. La violencia de género por desgracia no es una anomalía, sino la consecuencia del relato dominante. La violencia contra las mujeres es producto de una sociedad donde el discurso patriarcal está tan arraigado que creemos que forma parte de nuestro ADN. Las violaciones, los feminicidios, son el espino de la alambrada que rodea nuestras vidas, la alambrada que nos separa de un mundo más ancho. Cuando ocurre una violación, un asesinato, la respuesta de la comunidad (padres, madres, amigos, medios de comunicación...) no es, como se esperaría en toda lógica, que el ataque a la libertad sólo se puede combatir con más libertad. No. La respuesta siempre es: sé menos libre, la libertad es peligrosa para las mujeres. Ese tipo de cosas son las que les pasan a las chicas que creen que pueden hacer lo que quieran, así que no te alejes del grupo, no te pongas esa minifalda, no te separes de tu marido, no salgas sola. Con lo cual nunca dejamos de estar tuteladas. Si tenemos miedo, y el miedo es un arma muy persuasiva, no podemos tener el control. El control pasa entonces a manos de padres, esposos, hermanos, novios. La violencia ha cumplido su función. Se cierra el círculo.
            Es el ideario que se recita en los bares, en los lugares de trabajo, en las conversaciones familiares y del que aún no estamos libres: es que van provocando, a quién se le ocurre salir sola a esas horas, le ha pasado porque es muy promiscua. Todas esas formas, en fin, tan conocidas por nosotras de justificación de la violencia. Así se forja el espino de la alambrada.
            A raíz del asesinato la semana pasada de dos chicas a manos del ex novio de una de ellas, una concejala del PP ha dicho esta semana que eso pasa porque las niñas van por ahí con las bragas en la mano. Cuánta delicadeza y cuánta compasión hacia la familia de las asesinadas y hacia las mujeres en general. Esto también es violencia y no se aplica la Ley Mordaza, porque esta ley la ha inventado el PP para aplicarla cuando le venga en gana. En este discurso rancio, la culpa de la violencia es del pájaro por ponerse en la trayectoria del tiro, la culpa es de las mujeres por no renunciar a su libertad. El hombre tampoco sale bien parado pues este relato dice de él que es un animal sin control sobre sus instintos primarios y por eso las mujeres debemos ponernos a resguardo. Hasta las canciones tradicionales nos lo dicen: “no salgas paloma al campo/ mira que soy cazador/ y si te tiro y te mato/ para mí será el dolor/ para mí será el quebranto”. Estas son las fibras que conforman el tejido de nuestro pensamiento.
            El problema de fondo es, pues,  que la sociedad acepta un porcentaje de violencia que mantenga a las mujeres bajo control y hasta que el mensaje no sea que las mujeres deben ser más libres, hasta que esa violencia no sea rechazada por completo, ni seremos libres nosotras ni será libre la sociedad.  Los asesinatos no son casos aislados y desconectados entre sí, no son obra de un loco y de otro loco y de otro loco. Responden a un patrón preciso vinculado a una ideología subyacente y eso es lo que hay que cambiar. Hemos evolucionado mucho en los últimos setenta años, es verdad, el panorama desde luego no es el mismo que el de principios de siglo pasado, ni siquiera el mismo de hace veinte años y podemos felicitarnos por ello. Pero debemos seguir luchando para cambiar ese patrón hasta eliminarlo del mapa y estoy convencida de que lo conseguiremos porque comentarios como el de esa energúmena y otros energúmenos van siendo piezas fósiles de una ideología prehistórica.



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