LA LARGA CAÍDA
La pérdida de identidad es una larga caída al vacío. Estamos en caída
libre, haríamos bien en aprovechar la energía generada. Alicia, cuando cae por
el agujero hacia el País de las Maravillas tiene tiempo de repasar las tablas,
algo de geografía estrafalaria, peinarse y proyectar lo que hacer al llegar al
suelo. Deberíamos tomar ejemplo máxime sabiendo que la caída no va a ser fácil
y que el mundo ahí abajo no es, como en el caso de Alicia, ninguna maravilla.
El contrato social se ha roto y además lo ha hecho en un escenario
tremendamente complicado. Hay en España más de un veinticinco por ciento de
pobreza y aún así se nos dice que ya no existe la clase obrera. Lo peor sin
embargo es que nos lo hemos creído. La clase obrera no se reconoce a sí misma y
no sabe que sólo el auto conocimiento genera la identidad. Hay una clase obrera
con Alzheimer, que piensa que por tener hipoteca, coche y I-pad pertenece ya a
una clase superior. Como si hubiera alguna, como si no fuera
la clase obrera la más digna de las clases.
Por una parte tenemos un enemigo que sabe exactamente lo que se hace: para
ganar esta guerra por la supervivencia no ha tenido más que robarle a la
mayoría su identidad seduciendo a la crédula población con paraísos de cartón
piedra, anuncios que nos dicen que la vida que merece vivirse está amueblada
con jets privados, operaciones de estética, coches de dimensiones absurdas,
mansiones donde perderse rodeadas de altos muros para no ver la realidad.
Distintas loterías nos ponen esos espejismos al alcance de dos euros. Talent
shows televisivos nos convencen de que cualquiera puede conseguir su sueño, un
sueño caro inoculado previamente por la publicidad.
Y por otra parte somos una tropa que se identifica con su enemigo y quiere
ser él y esa identificación es la que le roba la identidad y le hace luchar en
el frente equivocado: votar masivamente a la derecha, rechazar al pobre,
despreciar al diferente, temer al emigrante.
Europa, que en décadas pasadas fue referente de democracia y civilización,
se ha convertido en un territorio fragmentado, dividido, erizado de alambradas,
cargado de gases para evitar que entren refugiados a quienes deberíamos ver
como nuestros iguales y que sin embargo son presentados como invasores. Cunden
la indiferencia y a continuación la hostilidad hacia personas que huyen de la
guerra y de la muerte y que mueren en el camino.
Urge recuperar la humanidad que se nos arrebata junto con la identidad. La
humanidad es lo que nos define, si la perdemos ¿qué somos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario