NOS ATACAN LOS POBRES
He recibido por Whatsapp uno de esos mensajes que se
hacen virales sin que nadie sepa bien de dónde han salido y que contiene este
texto, que reproduzco tal cual: “Ante los preacuerdos de PP y PSOE para
eliminar las Pagas Extraordinarias de los Jubilados, y hacernos, como siempre,
los paganos de su incompetencia política PEDIMOS LA ELIMINACION DE LAS AYUDAS A
INMIGRANTES SIN TRABAJO Y SIN PAPELES, que tanto dañan a nuestra economía”. No
paro de ver mensajes en redes sociales sobre inmigrantes que cobran miles de
euros por el simple hecho de bajarse de una patera y acercarse a un
ayuntamiento y que luego pasan seis meses en su tierra y seis meses en España,
como si fueran cantantes con residencia en Miami. En esa misma tónica, hace
unos meses, el delegado del Gobierno en Murcia, Francisco Bernabé, dijo a
propósito de la llegada de pateras a Cartagena que era "un ataque
coordinado contra nuestras fronteras y, por tanto, contra las fronteras de la
Unión Europea". Por decirlo llanamente, nos advertía el delegado del
gobierno de que estábamos siendo atacados por los pobres. Así es como se
construye un paradigma en el cual el más desamparado de los seres humanos, el
extranjero pobre, es despojado de su humanidad y convertido en una amenaza.
Sabemos que quienes vacían las arcas del estado no son
los inmigrantes. La masiva emigración a Francia y Alemania en los sesenta
y setenta no solo no supuso la ruina de estos países sino que, muy al contrario,
contribuyó a su progreso. Lo que de verdad arruina un país es la mala gestión y
la corrupción de sus gobernantes, esos gobernantes a quienes tanto conviene
este discurso xenófobo y que tanto lo alientan porque saben que desvía el foco
de atención sobre los verdaderos responsables del expolio de la hucha de las
pensiones y de todas las otras huchas.
Deberíamos saber que los inmigrantes retrasan el
envejecimiento de la ya vieja Europa. Que son los inmigrantes los que se
encargan de hacer los trabajos peor pagados: ellos son los que arrancan
lechugas a un céntimo la pieza o destripan cerdos durante diez horas por 900
euros al mes. Si están dados de alta (no todos tienen esa suerte) contribuyen
con su tributación a mantener la Seguridad Social, cosa que no hace ningún
patriota español residente en Florida. El que piense que los inmigrantes
aumentan las tasas delictivas debería saber que los índices de criminalidad de
la población inmigrante están muy por debajo porcentualmente de los de la
población española.
Antes de que comenzara el flujo de migración hacia
España, nosotros pensábamos que los españoles no éramos racistas, porque los
gitanos siempre han sido y siguen siendo invisibles. Tal era nuestra auto
indulgencia que nos decíamos no racistas porque los negros en la tele no nos
molestaban, nos gustaba Raíces, qué malos los esclavistas, cuánta injusticia en
el Mississippi y qué guapo Sidney Poitier. Pero la verdad es mucho más compleja
de lo que teníamos previsto y al compartir nuestro día a día con personas de
otros países, vemos cómo nuestros convecinos, nuestros familiares, nuestros compañeros
de trabajo, buenas personas en general, albergan una mezquindad y una falta de
humanidad en el fondo de sus corazones que nos debería alertar y hacernos
reflexionar. Es el miedo, el miedo al pobre, el miedo al extranjero, el miedo
alentado por los males gobernantes, el que arma los fusiles de la xenofobia.
Hace un par de semanas salió en portada de El País, bien
poco sospechoso de progresista ya, que son necesarios 5,5 millones de
inmigrantes para mantener las pensiones en nuestro país. Entonces, ¿cómo es que
se sigue alimentando políticamente esta xenofobia sangrante?
¿Cómo se puede soportar serenamente que el buque Open
Arms, dedicado a socorrer a personas en circunstancias cercanas a la muerte,
haya sido detenido y sus tripulantes procesados?
Señala Noah Chomsky que está sociedad se enfrenta a una
de las mayores crisis de la Historia, una crisis moral de deshumanización. Las
palabras de Bernabé y los mensajes en redes sociales como los que traigo aquí,
son buenos ejemplos de ello.
Dejo aquí este poema de Gloria Fuertes, que no necesita
ser glosado:
La gente dice:
«Pobres tiene que haber siempre»
y se quedan tan anchos
tan estrechos de miras,
tan vacíos de espíritu,
tan llenos de comodidad.
«Pobres tiene que haber siempre»
y se quedan tan anchos
tan estrechos de miras,
tan vacíos de espíritu,
tan llenos de comodidad.
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