VIENTRES
DE ALQUILER: DERECHO Y DESEO
La defensa de la “maternidad
subrogada” se basa en varios argumentos que analizaremos a continuación: el
derecho a la procreación, lo amados que serán esos niños tan deseados, el
altruismo y la libertad de las mujeres.
El primer argumento es
directamente una falsedad interesada: la procreación no es un derecho ni lo ha
sido nunca. Y sin embargo, este anhelo que se quiere hacer pasar por derecho,
conculca, en la mayoría de los casos, muchos otros derechos fundamentales: el
derecho a filiación, el derecho a conocer el origen, el derecho de las mujeres
al propio cuerpo y el derecho natural del bebé a estar con la madre “piel con
piel” nada más nacer (https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2018/11/29/heridas-vientres-alquiler/976356.html) Se quiere hacer pasar por derecho todo aquello
que el dinero puede pagar y comprobamos que se está tratando un tema tan trascendental
como lo es la gestación de un ser humano, con una enorme frivolidad, a la que
contribuye el hecho de que un número cada vez mayor de famosos y personas del
mundo del espectáculo acudan a la subrogación. Esta práctica tiene
numerosas implicaciones éticas, médicas y jurídicas que, sencillamente,
se están pasando por alto porque el foco mediático está puesto sobre los
llamados “padres de intención”.
El segundo ni siquiera se puede
considerar un argumento. Que los niños van a ser muy amados. Pues sólo faltaba
que no lo fueran. La ternura inmediata hacia los cachorros de la especie
es un sentimiento inherente, no ya a todos los humanos sino a todos los
mamíferos. No es posible que se dé rango de argumento para cambiar el paradigma
social a un instinto que compartimos con una gata.
Si tenemos que creer a las agencias y a los defensores de
esta práctica, hay mujeres haciendo cola para gestar altruistamente los bebés
de desconocidos. Es sencillamente una falacia utilizada como pantalla para
ocultar el hecho de que lo que se pretende es abrir el camino hacia la
pertinencia de un mercado de mujeres pobres gestando para personas con poder
económico. Que alguien nos explique dónde está el altruismo de una feria
mercantil, como la Surrofair, donde hay, como en toda feria, proveedores y
compradores de servicios. Si todo es tan altruista, por qué está mediatizado
por agencias que se quedan con la parte del león en lo que se refiere al
tema económico. Cómo se le puede llamar altruismo cuando se firman
contratos que blindan literalmente a los pagadores del servicio. Nos gustaría
saber por qué, si es todo súper altruista, esa mujer tan generosa que ha
aceptado gestar un hijo para otros, no puede arrepentirse en el último momento
y decidir quedarse con el bebé. La respuesta es fácil: porque, al
tratarse de un negocio, la parte económica, la que aporta los fondos,
está por encima de la humana, la que aporta el material físico y psicológico.
Por mucho que nos esforcemos, no conseguimos encontrar ese altruismo merced al
cual se quiere legalizar lo que en realidad es una actividad económica que
mueve miles de millones de euros al año en todo el mundo.
Se habla también de la
libertad de la mujer para decidir, se invoca a la autonomía de las mujeres para
inmediatamente suspenderla, al quedar las “gestantes” supeditadas a los deseos
de la agencia y de los “comitentes”. Es tan paradójico como si alguien aceptara
firmar un contrato para ser esclavo. Ellas (todo su cuerpo, no sólo su
vientre) quedarán a merced de los “padres de intención” y de las agencias
durante casi un año, desde que se someten a los procesos de fecundación
hasta que se produce el parto. Los “surropapis” tienen todo tipo de caprichos,
recogidos en contratos kafkianos: hay quienes deciden que la “subrogada” se
convierta en vegana o no tenga relaciones sexuales o no se tiña el pelo.
Asimismo, son los pagadores quienes deciden si la mujer debe abortar, sin que
ella tenga opción de opinar al respecto. Hay un contrato del estado de
California en EEUU en el que los “comitentes” se reservan el derecho de, si la
madre fallece durante el parto, mantener las constantes vitales a criterio
propio para que el alumbramiento prospere, sin que la familia de ella tenga
nada que opinar. El dinero les da el poder de mandar sobre la vida y sobre la
muerte. Se da también la circunstancia de que no es posible el desistimiento
contractual de la “portadora gestacional”, esto es, ella no tendrá nunca la
opción de echarse atrás y decidir quedarse con el bebé en el último momento. Sólo
hay un contrato que esté a la altura de éste: el contrato en el que se le vende
el alma al diablo, y visto lo visto, saldría más a cuenta.
Cuando se intenta
cambiar un paradigma social, el primer arma que se utiliza es el lenguaje y
éste es adaptado y retorcido para que normalice ese nuevo paradigma. Los
entrecomillados de este artículo son ejemplos de esta especie de neolengua que
trata de ocultar la verdad de los vientres de alquiler. Pagar por un ser humano
está prohibido en todos los países, por lo tanto, en lo que se refiere a la
aportación económica (en las webs de algunas agencias hay un link calculadora
para que los clientes puedan saber cuánto les va a costar el proceso) no se
puede hablar de remuneración. Pero como es inevitable hablar del vil
metal porque aquí lo que hay es dinero a cambio de un servicio, le quitamos la
etiqueta de “remuneración”, le ponemos la de “compensación” y voilà, ya es legal. Magia.
Si se señala que las parejas
que no pueden gestar siempre podrían optar por la adopción, en lugar de someter
a las mujeres a un proceso deshumanizado, las razones que se dan para rechazar
esta opción son también un signo de nuestra sociedad de lo inmediato: es
que las esperas son muy largas, los procesos muy lentos y engorrosos; tenemos
dinero y tenemos prisa, queremos un bebé a la carta y con nuestros genes.
Aunque se convierta nuestra sociedad en “El cuento de la criada”.
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