LOS PICAPIEDRA
¿Os acordáis? Trabajaban en una cantera. Dos amigos que se estimaban porque eran aliados naturales pero que no paraban de fastidiarse el uno al otro.
Me encantaban los Picapiedra, con sus coches impulsados con los pies descalzos y sus teles de pedernal y hueso.
Pues imaginad que estamos viendo un capítulo en el que Pedro y Pablo, que no tienen más remedio que entenderse, cada vez se alejan más uno del otro debido a egos, intereses y cortedad de miras, poniendo en peligro a sus respectivas familias, a la cantera donde trabajan y a todo el pueblo de Rocadura; tan en peligro que terminan dejando a sus conciudadanos a merced de tres temibles tigres dientes de sable, que amenazan con destruir todo vestigio de civilización. Que ese alejamiento se produce a pesar de todas las peticiones familiares y de todas las llamadas al sentido común y a la calma. La falta de entendimiento y la bronca termina por llegar a tal nivel que a sus propias familias les entran ganas de apedrearlos.
Los capítulos de los Picapiedra, después de todas las peripecias solían resolverse bien.
Como esto no salga bien, Pedro y Pablo podrían fundar su propia cantera. Piedras no les iban a faltar.
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