PROSTITUCIÓN Y CONFINAMIENTO
Los puteros no renuncian al disfrute de la prostitución ni
en tiempos de confinamiento. Esto no es porque exista en los hombres un impulso
biológico inapelable que les imponga una necesidad de sexo contra la que la que
no puedan resistirse, los pobres, como nos han vendido el patriarcado y la
industria prostitucional. Esto es así porque creen tener un derecho, este sí,
inapelable para ellos, de hacer uso del cuerpo de las mujeres y para cuya
satisfacción existe la institución de la prostitución. Y este convencimiento no
varía por mucha pandemia que amenace el contacto físico. Los puteros siguen
haciendo uso de la prostitución poniendo en riesgo a las mujeres prostituidas,
a sus familias y a sí mismos. Si la salud propia y la de todos cuantos les
rodean les dan igual, cómo no les va a dar igual la situación, cualquiera que
esta sea, de las mujeres obligadas por necesidad económica (en el mejor de los
casos, en el peor esclavizadas) a satisfacer sus deseos sexuales a cambio de un
precio. Es para el disfrute de estos sujetos para quienes una parte del
feminismo defiende la pervivencia de la última de las esclavitudes: la
prostitución. Para estos y para los proxenetas, claro, quienes con la
regulación de la prostitución pasan de explotadores sexuales a honrados empresarios.
Que no se nos olvide.
Si la situación de las mujeres prostituidas es grave en
cualquier periodo, en este es sangrante. Dependen para comer de aquellos que
las utilizan y las explotan: los puteros y los proxenetas. Se han cerrado
prostíbulos (lo cual no significa que no estén funcionando de tapadillo) y se
ha interrumpido la prostitución callejera, pero la prostitución en pisos se
sigue practicando en mayor o menor
medida: los puteros cogen una bolsa de la compra y fingen ir al supermercado.
En este escenario la desprotección que sufren las mujeres en el negocio
prostitucional es más patente que nunca;
en el caso de las que sufren trata es aún peor porque, según apunta Mabel
Lozano: “En este momento no hay pisos ni recursos para dar cabida a esas
mujeres por parte de las organizaciones que las apoyan”.
La pandemia deja al descubierto las tripas del negocio y
pone de manifiesto también las falacias que utilizan como coartada los
defensores de la prostitución:
-
Es disfrute sexual: ¿disfrute sexual para quién?
Solo para los puteros, como es evidente, los mismos a quienes les da igual
ponerse en riesgo a ellos y a los demás en tiempos de confinamiento.
-
Empodera a las mujeres: ¿cómo las empodera? ¿qué
empoderamiento hay en esta práctica que no se puede aplazar ni aún poniendo la
salud en riesgo?
-
Se gana mucho dinero: si esto fuera verdad, ¿qué
problema habría en suspenderla mientras dure el confinamiento, como sucede con
otras actividades?
Hay colectivos en defensa de la prostitución que están haciendo
llegar a las mujeres prostituidas una serie de consejos para evitar contagios por
COVID-19: evitar besar a los clientes, ventilar la habitación, lavar con lejía
pomos de puertas y juguetes sexuales, practicar la postura del perrito… eso es
como mandar a alguien a la guerra con una espada de papel. Pero lo importante
es que el negocio no pare, aunque hayan parado todos los negocios de carácter
público que existen en el país, incluso teniendo en cuenta que ninguno requiere,
como en este caso, el contacto físico directo piel con piel.
Hace unos días 98 organizaciones abolicionistas exigieron al
Gobierno medidas urgentes para dotar a las mujeres prostituidas de medios en el
contexto de esta pandemia (1): recursos para las mujeres prostituidas y renta
básica; persecución y sanción a puteros y proxenetas; cierre total de los
locales de explotación sexual y refugios seguros para las mujeres; inclusión de
las mujeres prostituidas en las medidas contra la violencia machista.
El confinamiento deja meridianamente claro que la
prostitución no es más que explotación de las mujeres, marginalidad, miseria,
pobreza y por supuesto, enfermedad. El único destino de la prostitución debe
ser su abolición.
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