martes, 17 de septiembre de 2024

CASI, CASI

 

CASI, CASI

A Trump, como si estuviera protegido por el guion, la bala le ha rozado cinematográficamente una oreja. Él construirá sobre este atentado un relato de protección divina, se autoproclamará como el auténtico renacido, the revenant, el elegido de Dios. A ver quién se lo discute. Tenemos Trump para rato.

Pero la puritita verdad es que el casi magnicidio de Trump está cimentado en el hecho de que en EE. UU. hay máquinas expendedoras de balas a las salidas de los supermercados, como si fueran bollycaos, por si te surge la urgencia de matar a alguien de camino a casa. O en que, en el banco, en lugar de un juego sartenes, te regalan una pistola con la apertura de una cuenta.

Afortunadamente todo ha quedado en casi en un país que, merced a una infranqueable brecha racial y económica y a ese tradicional culto a las armas de fuego, es un polvorín desquiciado. Fanatismo y armas de fuego: esa y no otra es la causa última. Cualquier perturbado, como este, puede acceder con total facilidad a la compra de un rifle de largo alcance que le convierte en un francotirador capaz de tumbar a uno y herir a tres en breves segundos antes de ser abatido él mismo.

Tras el atentado se establece un largo debate que se pregunta por los fallos, que mide la distancia del francotirador al objetivo, que estudia las vías de acceso, que reclama el despido de la agencia de seguridad; ésta, por cierto, formada por hombres y mujeres: adivinen a quién culpan los trumpistas del fallo de seguridad. Pero no se les ocurrirá poner en cuestión el acceso indiscriminado a las armas. De ese rifle casi certero se han vendido 45 millones de unidades; imaginen el poder mortífero del conjunto de ventas solo de este modelo. Si lo que no se explica una es cómo están vivos en ese país.

Paradójicamente, en lugar de servir para la reflexión, este casi asesinato va a hacer que gane las elecciones el presidente que defiende el uso a granel de las armas que casi le matan. Para la reedición de su mandato también ayuda el hecho de que su contrincante es como un muñeco grande y viejo al que se le ha acabado la batería. Un sujeto que ni él mismo sabe si está vivo o muerto. Porque la bala rozó apenas la oreja de Trump, pero dio de llenó en un Joe Biden tambaleante, que venía siendo cuestionado ampliamente por su propio partido y por los donantes desde el debate contra Trump, y que ya después de esto no va a servir para nada.

El programa de Trump y el trumpismo es terrible no sólo para EE. UU., sino para todo el planeta. El MAGA (Make America Great Again) es un proyecto delirante: una sociedad donde sólo caben blancos heterosexuales armados hasta los dientes y tradwives.
Y en el otro lado del ring, un Joe Biden que hace años que no hace conexión neuronal completa. A ver, amigos demócratas, ¿no hay nadie más para el cargo en un país con 330 millones de habitantes? ¿qué habéis descartado para que sea esta la mejor opción?

Uno que está en este mundo con permiso del enterrador y otro que es la encarnación del mal en la Tierra, esos son los candidatos a presidente de uno de los países más poderosos, o lo que es lo mismo, más peligrosos del planeta. Da la sensación de que vivimos en un mundo distópico y sin alternativa. Porque, a estas alturas y en medio de este barullo, el partido demócrata necesitaría un milagro. Pero parece que Dios ya ha elegido bando.


https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2024/07/21/casi-casi-105861111.html

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