CONCIENCIA DE CLASE II
EL gran triunfo del capitalismo, al menos del
europeo que es el que conozco, ha sido el de conseguir que la clase obrera
reniegue de serlo, que es como conseguir que los negros militen en el Ku Klux
Klan. La clase obrera ha cambiado su conciencia de clase por un plato de
lentejas neoliberales, un plato de lentejas hortera además, consistente en
tener acceso a tele de plasma, cata de vinos, fin de semana en Benidorm… El
pantón de la clase trabajadora se ha ido oscureciendo a lo largo de los últimos
años, cuanto más oscuro el color de piel más ingratos los trabajos y peor
pagados los trabajadores. Nosotros ya no éramos clase obrera (como si ésta no
fuera la más digna de las clases posible), nosotros ya pertenecíamos a un escalón superior, con acceso a segunda
vivienda y ropa de marca, fabricada por trabajo esclavo en el Tercer Mundo. La
clase obrera eran esos negros que cruzaban el estrecho en pateras o el Pacífico
en avión, clase turista, gastando los ahorros de una vida en el billete con
aspiraciones a una vida mejor. Nosotros ya no éramos clase obrera porque
podíamos pagar a una ecuatoriana para que cuidara del abuelo. Y que no vengan
muchos, no vaya a ser que no quepamos, que como nos van las cosas tan bien
vamos a generar un “efecto llamada”(copyright en C/Génova) y se nos van a
llenar las calles de negros, con lo que afean. Hay que controlar el acceso y
meter en CIES a los que pesquemos, a los
que sobran. Y la clase obrera votando en masa a la derecha más cavernícola.
Gracias a un caballo de Troya en forma de alienación audiovisual, en forma de
fútbol a destajo, en forma de “yo ya tengo lo mío”, en forma de “qué campechano
es el rey”, esta vez sí que quedaba definitivamente “vencido y desarmado el
ejército rojo”. Podemos contestar a la pregunta del grupo musical Potato: ¿se entera o no se entera la clase
obrera? Pues no, la clase obrera no se entera, qué se va a enterar si se sabe mejor la biografía del entrenador del Barça que su propio convenio colectivo. Porque cegados
por el colorín, por la creencia ficticia de pertenecer a una clase superior,
por la fascinación de la vida hortera del rico de siempre (os aseguro que éste
no ha perdido su conciencia de clase) y del nuevo rico, la clase obrera ha ido
haciendo renuncias que la dejan ahora desarmada y a merced de esa clase a la
que creyó pertenecer un efímero día y se encuentra en la intemperie, bajo el
aguacero, buscando a tientas el paraguas de la solidaridad obrera, del apoyo
vecinal, de la lucha de barrios, de la
manifestación ante los atropellos, de la conciencia de clase. Y la clase
obrera tiene una base muy, muy amplia, clase obrera somos todos aquellos que
estamos viendo ahora vendidos en almoneda nuestros derechos conseguidos a lo
largo de décadas: clase obrera somos las pymes (mi caso), el funcionariado, los
profesionales liberales, los trabajadores y trabajadoras,…y hasta el presidente
del país si es que no se ha hecho extirpar la conciencia (ver José Mújica). En
definitiva, todos aquellos que vivimos de nuestro trabajo y no del trabajo de
otros ni de la especulación. Debemos recuperar con urgencia esa conciencia de
clase perdida porque el capitalismo no tiene entrañas. El capitalismo tira a
dar y no hace prisioneros.
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