POBRES EMERGENTES
Voy a completar el
título: pobres emergentes en un país en vías de subdesarrollo.
Antes existían los
pobres institucionalizados: el viejecico que pide en la esquina, el grupo de
familias gitanas (siempre creciendo, siempre criando una criatura más), el
indigente conocido. Formaban parte del paisaje urbano como la casa medio en
ruinas o el basurero a la orilla de la carretera. Y nos habíamos acostumbrado
quizás, igual que te acostumbras al desconchón de la pared. Se trataba de un
grupo instalado en la marginalidad, viviendo siempre en la cuneta de la
sociedad, alimentándose de las sobras. Y con antes quiero decir antes de que
nos cayera encima el cielo en forma de estafa que otros llaman crisis.
Ahora vemos además lo
que podríamos denominar como pobres emergentes. Y nada más lejos de mi
intención que frivolizar. Son la pareja con niño que se han quedado sin trabajo
los dos y, ay señor, cómo van a criar a esa criatura, el parado de 50 años y
ahora encima la mujer también en paro, de qué vivirán, el vecino, albañil toda
la vida que no puede pagar la hipoteca y ahora le quitan la casa, los desconocidos
que vemos a veces rebuscando en el contenedor de basura y volvemos la cara… Y
la respuesta institucional es más de lo mismo (incluso leí a un espabilao decir
que había que dar “mejor” de lo mismo). Y ya si se ponen sofisticados, a lo más
que llegan es a poner a disposición de todos la caridad y la lotería. Sin
olvidarnos de rezar, claro, que también ayuda.
Vi la foto en una
revista de contenido social: una viejecica sentada en un portal tapándose la
cara y el pie de foto “¡qué vergüenza ser pobre!”. Sí, ser pobre es una
vergüenza. La pobreza en general suscita a nivel superficial, pena y a nivel
profundo, rechazo. El pobre es culpabilizado, avergonzado y finalmente
perseguido, porque, ¿qué es si no toda esa actitud de rechazo hacia el
inmigrante más que persecución y relegamiento o reclusión de la pobreza? Y
pensábamos que la ley de vagos y maleantes era de otra época…
Los pobres siempre son
sospechosos de algo: de ser vagos, de querer robar, de estar fuera de la
ley…Por eso se dice “pobre pero honrado” como si pobre y honrado fueran
términos mutuamente excluyentes, como si el oxímoron de verdad no fuera “rico
pero honrado”. En EEEUU es aún peor, allí a los pobres se les llama losers, perdedores, dando por hecho que
en la carrera de la vida partimos todos desde el mismo punto, añadiendo
así dolor y culpa a la exclusión social,
mientras se premia la figura del selfmade man, que saliendo del arroyo ha
llegado a lo más alto de la cima social, mitificando el emprendimiento, que no
es que me parezca mal (cómo me va a parecer mal si soy empresaria) pero sí me
parece mal ese matiz de si estás en el arroyo es por tu culpa, algo habrás
hecho o dejado de hacer. El sistema que te aparta te hace al mismo tiempo
culpable de estar apartado, el sistema que golpea te hace culpable de ser
golpeado. El pobre asume la culpa igual que la asume la mujer maltratada, igual
que la asume la víctima de la violación. El depredador es absuelto, la víctima
es culpabilizada. Se cierra el círculo.
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