Poco pan y peor circo
A mi el Sálvame me aburre
soberanamente, pero me gusta verlo con mi madre porque me río un rato. Antes de
que la Belén se cambiara la cara la penúltima vez me reía al pensar que en
alguna parte debía haber un retrato de ella volviéndose cada vez más bello, un
Dorian Grey femenino y al revés porque las de Carabanchel Bajo semos asín.
A mi madre le encanta el Sálvame. Antes lo veía con culpa, ella sabrá,
yo nunca le he dicho nada. Le parecía (en fin, porque lo es) una cosa barrio
bajera. Aunque yo creo que con 75 años ya no me la mal educan. De todos modos ella ha comprendido bien que
sólo se trata de un puñado de majaras haciéndose
una extraña terapia de grupo. Evidentemente se vuelca aquí lo más primario y lo
más casposo, pero al fin y al cabo ellos mismos son la leña de su propia
hoguera. Prefiero eso al Hola o similares (Corassón, Corassón) porque ya
puestos a exponer órganos internos, que salgan todos, desde el corazón hasta el
duodeno y el yeyuno, aunque las interioridades no sean mi línea editorial
favorita. Si tengo que elegir, por mí
que vea eso antes que a la Anarrosa. Lo peligroso de estas tertulias mañaneras
que mezclan actualidad, corazón y casquería es que no se distingue realidad de
ficción. José Bretón o Asunta Basterra a diario y parece que el asesinato
múltiple impune ocurre todos los días varias veces antes del almuerzo. Desde el
gobierno se endurecen unas penas ya duras de sobra y a los televidentes les
parece de perlas porque los bretones y las basterras son imagen permanente en
la retina popular. Otro peligro más de esto es la banalización de todo porque
se da el mismo tratamiento a la noticia política seria que a la boda del torero
y la farandulera o al caso de pederastia. Ejemplo: Han despedido a toda la
plantilla de una de las mayores empresas del país, pero hay que ver qué trajes
llevaban las señoras en la boda del mes.
Mira
tú, quería yo desintoxicarme un poquito de lo político-social con este texto y
no he podido. Lo mío ya es vicio
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