TELECARIDAD
Los
tiempos cambian, es verdad, pero sorprende lo mucho que evoluciona la
tecnología y lo poco que varía el reparto de la riqueza. Ahora se pide limosna
por la tele, esto es el futuro señoras y señores. Estamos en el siglo XXI,
hemos cambiado de milenio, eso se tiene que notar, la mano pedigüeña vista en
un monitor de plasma, las miserias ajenas asomándose a millones de hogares y
viceversa. Qué vergüenza si hubiera quien la pasara, como dice mi querida tía
Antonia, está claro que en RTVE la vergüenza se ausentó sin dejar señas, de lo
contrario no habría un profesional que colaborara en esa cosa incalificable que
se llama "Entre Todos" y que
emiten en la 1. Se trata de pedir limosna por la tele, no es otra cosa. Ya
habíamos visto cosas parecidas. Por ejemplo el rastrillo “Nuevo Futuro”, esa
cita solidaria. No lo digo yo, lo dice Lecturas. Esta fundación presidida por
la hermana del rey, donde una panda de ricos podridos en toda la extensión de
la palabra junta cuatro duros para que los pobres se puedan comer una naranja
de postre. Cita solidaria le llaman porque hasta ellos saben el tufo rancio que
tiene la palabra caridad. Vendiendo una sola de las estolas de visón que llevan
las señoras podrían cerrar el chiringuito, pero entonces se perderían esa
sensación de creerse buenas personas, que es tan adictiva entre cóctel y
cóctel, perderían la ocasión de hacerse fotos para hacernos creer al resto que
de verdad, con sus millones y todo, son buena gente. La caridad apesta, esos
telemaratones, el “Nuevo Futuro” poblado de ladrones, corruptos y enemigos de
lo público apesta, ese empeño a fecha fija de acordarse de los pobres mientras
éstos se acuerdan de la madre que los parió a ellos durante todo el año es la
peor forma de hipocresía. La caridad es un acto que se ejerce de forma vertical
en el cual el que dona es ensalzado y el que recibe es humillado, el donante da
algo de lo que le sobra mientras que el receptor lo acepta porque más vale
humillación que hambre, aleja ambas posiciones, evita que nada cambie, dejando
al mismo tiempo al donante la sensación gratificante de haber hecho una buena
obra y al receptor la sensación de vivir al albur del capricho caritativo de
los que tienen todo. Por contra la solidaridad es un acto horizontal en que se
comparte y en el que se pretende equilibrar una situación injusta.
Y hoy vemos al show business sacándole partido
a la crisis en la chufa esa de “Entre todos”, que de todo se puede hacer
negocio si sabes cómo y no tienes escrúpulos. Vi en un bar mientras comía un
trozo de programa, una anciana pidiendo para un plato de ducha, me recordó a un
viejecico que pedía hace muchos años para un sonotone sentado en un poyete de
Zara, sólo que el viejecico tenía mucha más dignidad, infinitamente más, allí
no había tele. Desplazan una unidad móvil a casa de la anciana. Cualquiera sabe
que el coste de dicho desplazamiento daría para cambiarle el plato de ducha y
alicatarle el baño hasta el techo, pero no, porque no se trata de hacer labor
social sino de dar espectáculo. No oigo la tele pero por lo visto la gente
llama y hace pequeñas donaciones, limosnas, vaya. Cada vez que hay una llamada
el público se levanta y aplaude enfervorecido. Y una desearía que se la tragara
la tierra de pura vergüenza ajena. O mejor, ya puesta a ser apocalíptica, que
se los trague a ellos y acabe de una vez con esta otra forma de miseria que es
la telecaridad.
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