LO QUE NO NOS MERECEMOS
Estos son los hechos: una votante y miembro de la lista
del PP por Astorga, junto con su madre, matan a tiros a una dirigente del PP de
León. El padre y marido de las homicidas es un alto cargo de la policía en León,
de modo que el acceso a las armas no era difícil. Víctima y asesina habían
tenido relación laboral. El hecho parece una venganza personal.
Todo sucede en un ámbito endogámico, cerrado, donde no
entra el aire de la calle, como en “El ángel exterminador” de Buñuel. Y sin
embargo por las cosas que leemos y escuchamos pareciera que el asesinato
ha sido inspirado por Ada Colau, por los
escraches y por las protestas en la calle ante esta estafa que llaman crisis. Repito,
el hecho se enmarca dentro del PP más rancio, provinciano y caciquil. Pero ese
PP divorciado de la calle, con la cual su presidente sólo se relaciona a través
de plasma, al parecer es inspirado por esa misma calle, pero sólo para los
asesinatos. La tergiversación de la
realidad adquiere dimensiones de absurdo total, de surrealismo desbordado. Y
una que cree haber agotado la capacidad de sorpresa se ve de nuevo rebasada por
tanta infamia, ante tal retorcimiento de unos hechos que están ahí y que son,
quiérase o no, insoslayables. Esto no nos lo merecemos.
Han asesinado a una persona. Nadie merece ser ejecutado,
independientemente de las circunstancias, al menos eso pensamos las personas
que estamos en contra de la pena de muerte. Si era corrupta, si se comportaba
como una cacique fascista, si era arrogante y caprichosa, es irrelevante porque
nadie merece la muerte. Si tal era su comportamiento lo que merecía era ser
juzgada. Pero desde luego no merecía ser asesinada, no, nunca, bajo ningún
concepto, jamás es aceptable, jamás, jamás, jamás. Así que no comprendo a esa
panda de descerebrados twiteros que lo celebran. ¿Pero quién es tan miserable
que pueda celebrar la muerte de otra persona? No nos merecemos estos
conciudadanos. No nos los merecemos.
Ciertos políticos y ciertos periodistas, al hilo de lo
anterior, piden que se censure Twitter. La celebración de un asesinato es una
burrada. Pero ¿la solución es taparles la boca?, ¿taparnos la boca a todos?, ¿a
los que pensamos que es una burrada también?, ¿a los que celebran la muerte de
inmigrantes en Melilla también?, ¿cómo le tapas la boca al personal? Y sobre
todo ¿a quién?, ¿cuál es el criterio? No nos merecemos estos periodistas ni
estos políticos. No nos los merecemos.
Cuando se pase la polvareda que deja su asesinato se
verá, se está viendo ya, que la finada (como decían los antiguos) era una
cacique con un carácter terrible, un auténtico Júpiter tonante hecho mujer. Y
que ejercía ese poder a su antojo en ese pequeño reino de taifas que es y que
era León, pero no sólo León. Era una cacique en toda la extensión de la
palabra, como tantos otros, como Fabra, como Mari Antonia Munar. Y nos quedamos
con la constatación cierta y palpable de que nos gobiernan caciques a su
capricho y conveniencia, caciques a los que hemos dado una coartada de
legalidad ya que les hemos votado alegremente en la fiesta de la democracia.
¿Nos lo merecemos?
Nos queda la certeza de que la difunta era una mujer
respetada por temida, odiada, que gobernaba para su propio beneficio y que sin
embargo había sido elegida por las urnas. Al final, el asesinato quedará como
un suceso terrible pero anecdótico pues como ciudadanía nunca podremos evitar
que a alguien se le vaya la cabeza y le pegue dos otros tiros a otra persona.
Lo que no es anecdótico y sí podemos
evitar como ciudadanía es que nos gobiernen caciques a su capricho y con la
bendición de haber sido elegidos democráticamente porque si no lo evitamos
entonces sí que nos mereceremos lo que nos pase.
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