DEMASIADO RICOS PARA PAGAR
El amor a la patria se expresa
en impuestos, que es como se mantiene, no en metros de tela rojigualda. Todo lo
demás es puro ruido, ruido interesado, ruido que ensordece conciencias.
Aquellos que esquilman la patria llaman libertad pomposamente al privilegio
suyo de enriquecerse sin que nadie les estorbe con leyes, normas o ética. A
tamaño engendro llaman ellos libertad mientras abominan de la libertad de
expresión y de la libre circulación de personas. Aquellos que, a pesar de estar
entre los expoliados, toleran o disculpan el expolio y la indecencia, no vaya a
cambiar la situación política y estemos peor, también son responsables. Con su
miedo y su lasitud moral, pues argumentan que cualquiera (ellos incluidos) que
esté ahí hará lo mismo, posibilitan que gobiernen ladrones.
Creo que a nadie se le escapa
ya que es la clase trabajadora la que mantiene con sus impuestos el estado del
bienestar porque los ricos son demasiado ricos como para pagar. Pues he aquí la
gran victoria del capitalismo: convencer a esa clase trabajadora de ser
culpable de no trabajar suficientes años, de vivir por encima de sus
posibilidades, de no morirse en cuanto deja de producir para no ser una carga.
No añado ni una coma a las recomendaciones de Bruselas para componer esta
estafa que llaman crisis. Repatriar los dineros que andan haciendo turismo por
esos mundos de dios no se les ha ocurrido porque son de imaginación corta y
fija y nos tienen en el punto de mira a todos menos a aquellos que son demasiado
grandes para caber en el objetivo.
Piratas cobardes que no
arriesgan al robar. Patriotas del becerro de oro a quienes no importa otra cosa
que no sea el vil metal, pero como la patria es el último refugio de los
canallas, salen envueltos unos en grandes banderas rojigualdas y otros en
grandes ideales de atrezzo
Son demasiado ricos como para
pagar impuestos. Y es legal que no los paguen porque son ellos mismos los que diseñan
las leyes financieras. Para colmo de mofa, se enfadan cuando nos damos cuenta de
la monumental tomadura de pelo que supone el que: 1) las grandes fortunas no
contribuyan al bien común y 2) son las que promocionan la privatización,
invierten lo expoliado en comprar despojos públicos y se reparten entre unos
pocos lo que hemos pagado los demás. Y encima de todo ello, cuando la noticia
sale a la luz amenazan con demandas a tutiplén a todo aquel que señale lo que
es dolorosamente cierto: que aquellos que amontonan dinero como para terminar
con el hambre en el continente africano no pagan impuestos. Se escudan en la
legalidad, como si el hecho de ser legal lo hiciera menos inmoral. Se amparan
en que es legal como si no nos hubiéramos dado cuenta de que el problema es
precisamente ése: que es legal y que deberíamos con nuestras protestas hacer
saltar esa legalidad indecente por los aires, cerrar para siempre los paraísos
fiscales y tirar la llave al mar.
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