PANAMÁ, MON AMOUR
Pagar impuestos es de
pescaderas, de camareros, de limpiadoras, de autónomos. La gente que mola no
paga impuestos, la gente que mola de verdad y que es la que merece estar
gobernando (según Azúa, a quien por lo visto ha preocupado más la llegada de
Colau al gobierno que la corrupción galopante) se lleva su fortuna a destinos
que molan tanto como ellos: Panamá, Islas Caimán, Seychelles, Bahamas. Vamos,
por favor, si la sola mención de esos nombres inspira glamour. Pero cómo va
doña Pilar a ponerse delante del ordenador con el programa PADRE, cómo va a
llevar la señora de Cañete una carpeta con gastos de representación a su
asesoría, cómo va estar Almodóvar juntando facturas para hacer la declaración,
en qué mundo vivimos, ni que fuéramos todos iguales.
Es alucinante que teniendo
tecnología como para que a un huevo se le pueda imprimir la fecha de puesta y llevar su trazabilidad
hasta el mismo culo de la gallina y que a un billete de 500Euros no se le pueda
hacer el seguimiento. Porque no les da la gana, porque los titulares de cuentas
opacas son los mismos que tienen que decidir qué hacer con los paraísos
fiscales, ¿qué van a hacer? pues alicatarlos hasta el techo y ponerles
cortinas.
La indecencia alcanza niveles
estratosféricos No hace falta ser muy espabilado para ver la correlación
directa entre las sociedades offshore
y la privatización de la sanidad, entre los paraísos fiscales y el
desmantelamiento del estado del bienestar, entre el dinero negro y el aumento
de la edad de jubilación. Los recursos que posee una sociedad están en vasos
comunicantes: a mayor riqueza de la clase privilegiada, mayor pobreza de la
población general. O de dónde si no sacan todos estos sinvergüenzas sus
fortunas indecentes, porque de doblar el lomo no es. Todos los impuestos que se
ahorran son camas de hospital de menos, son colegios donde no se cubren bajas,
son dependientes que no cobran ni el mínimo.
45 horas ha tardado en dimitir
el Primer Ministro islandés animado a ello por un bonito número de manifestantes
a la puerta del parlamento y aquí nos dicen que la crisis es culpa nuestra
porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y se nos queda cara de
panolis. Mientras, los compi yoguis offshore
(como les llama José Daniel Espejo) esperan a que pase la polvareda con cara de
circunstancias y los bolsillos bien abiertos.
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