¿ALGUIEN ESCUCHÓ A DYLAN
FARROW?
Por lo visto no, porque su
nombre resuena en muy pocos oídos. Dylan Farrow es hija de Woody Allen a quien
acusó hace dos años de haber abusado de ella siendo niña. Una acusación muy
consistente teniendo en cuenta que el cineasta se casó con otra de sus hijas,
matrimonio que ni siquiera supuso gran escándalo en su momento a pesar de todas
las evidencias de que en él concurren dos de los mayores tabúes de nuestra sociedad:
pederastia e incesto. El momento más duro ocurrió cuando Mia Farrow encontró
unas fotos de contenido sexual y Woody Allen tuvo que hacer pública su relación
con Soon Yi. Dos fueron los argumentos
que la industria comunicativa puso en marcha para librar a Allen del
linchamiento público: que la chica era hija adoptiva y que cuando hizo pública
la relación ya era mayor de edad. Con respecto al primer argumento, que
cualquier padre adoptante me diga, por favor, si el relato de
es-hija-pero-menos tiene alguna validez. A mí particularmente, que tengo dos
sobrinas adoptadas, me ofende. La relación paterno-filial se genera con la
convivencia y la aceptación del vínculo, nada que ver con la biología por lo
cual un padre adoptante es padre a todos los efectos y Allen había convivido
con Soon Yi desde que ésta tenía 10 años. La segunda tiene que ver con la
mayoría de edad de ella. Tampoco se sostiene, no creo que se hicieran novios el
día que ella cumplió dieciocho. Pero por lo visto si tienes suficiente dinero e
influencia mediática puedes pasar por encima de leyes civiles y morales. Y ese
parece haber sido el caso de Allen como lo fue durante largo tiempo de Bill
Cosby: hicieron falta muchos años y decenas de acusaciones antes de que el Star
System diera la espalda a este depredador sexual que es Cosby porque estoy
convencida de que lo suyo era un secreto a voces, ¿es posible guardar bajo la
alfombra algo así tanto tiempo sin la ayuda del silencio de quienes, más que
sospechas, tienen ya certezas? Difícil de creer. Pero la consigna es defender a los hombres
poderosos. La víctima directa recibe el mensaje de que en la denuncia habrá más
dolor que alivio. Las víctimas de otros casos reciben el mismo mensaje por
persona interpuesta y escarmientan en cabeza ajena. Es mejor callar.
A Dylan Farrow ni siquiera su
hermano, Ronan Farrow, la escuchó: se lo desaconsejaron sus editores porque en
ese momento estaba haciendo la promoción de un libro y una película. Ahora
habla con culpa y vergüenza y valida todo lo que dijo su hermana en su momento.
Susan Sarandon también se ha hecho eco de sus palabras estos días en Cannes,
levantando una gran polvareda, no tanto como para afectar a Allen (a quien la
opinión pública parece tomar simplemente por un raro, cosas, en fin, de genios)
pero sí para que el personal diga de
Susan: “ya está aquí otra vez la pesada ésta con sus cosas. Está mejor callada”.
La madre sí la escuchó, pero
Mia Farrow fue denostada (y en este caso la maquinaria comunicativa de guerra
sí que funcionó) y se la acusó de ser una madre desequilibrada. Estupendo, el
viejo argumento de la loca. Manido pero siempre creíble ante una opinión
pública intoxicada sin remedio por los mitos de la histérica, la loca, la
perturbada. Funcionó. Se decidió que Mia Farrow era una madre manipuladora y lo mejor que podía hacer era callarse de una buena vez.
¿Y qué hay de Soon Yi? Ella no
habla, es discreta, una cualidad muy apreciada en las mujeres. Soon Yi, como la
Lolita de Nabokov, nunca ha tenido voz.
En Hollywood, como en las
familias tradicionales, todo el mundo sabe y todo el mundo calla. Y la que
habla es que está loca. Al final, silencio es sinónimo de impunidad para los
depredadores sexuales.
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