LAS MENTIRAS DE LOS
RACISTAS
He leído y escuchado, con
ligeras variaciones, la siguiente historia: una mujer marroquí acude sola o con su hijo a un centro de salud, a veces habla el idioma y a veces no, y pide diez
o veinte recetas ella misma o bien el hijo le hace de intérprete. El
funcionario/a ni comprueba su identidad, ni hace preguntas, sino que,
sencillamente, le sella las recetas y la mujer expresa en voz alta, en la
versión en la que acude sola, lo bien que se vive en este país en que te lo dan
todo hecho y gratis, sin mayor obstáculo. En una ocasión, la esposa de un
conocido me contó esta historia como si hubiera ocurrido delante de alguien de
su entorno. Yo le dije que no me lo creía y os podéis imaginar la que se montó.
Ahora leo en Facebook este mismo relato con pequeña alteración (madre que no
habla el idioma, para hacer el asunto más doloso, y niño que hace de
intérprete); hago lo mismo, digo que es MENTIRA y, cómo no, se me echan encima
sin tardar un minuto, un par de usuarios de la red social para afearme mi
incredulidad frente a la invasión extranjera que nos roba nuestros recursos
ante el silencio de la administración que lo hace para conseguir votos (¿de
quiééénnn?). Me tomo el tiempo de leer algunos de los casi ocho mil comentarios
que tiene este hilo de Facebook, en su inmensa mayoría racistas hasta la
náusea. Alguien dice, sin asomo de sarcasmo, que la horda migratoria se la
debemos a Rajoy, “el buen samaritano”. Y todo así. Resumiendo: no vamos a
cobrar las pensiones porque este gobierno (del PP, por si alguien lo ha
olvidado) se lo da todo a los inmigrantes, que vienen aquí a pasar el día en el
bar y a vivir sin trabajar mientras los pensionistas pasan fatigas. Me lloran
los ojos, en parte por los disparates supinos y en parte por las faltas de
ortografía sangrantes.
Mientras se cuentan estas
mentiras, la realidad mensurable y contrastable es que la semana pasada
murieron al menos 49 personas en una patera cerca de Alhucema intentando llegar
al continente, todos de origen subsahariano; sólo ha habido tres
supervivientes. Según Amnistía Internacional, más de dos mil personas han
muerto en las aguas del Mediterráneo Central en lo que va de 2017. Completaré
esta información: más de dos mil personas que a nadie le importan. Esto con
respecto a los que intentan llegar. Por lo que se refiere a los que ya trabajan
aquí, hace unos días, trescientos inmigrantes, jornaleros del campo,
denunciaban las condiciones laborales lamentables en las que se encuentran, sin
acceso a instalaciones sanitarias y cobrando dos céntimos por lechuga arrancada
lo que les obliga a hacer jornadas interminables para poder sacar lo mínimo para
vivir. Y estos son los que tienen suerte porque los que no la tienen son
retenidos en CIEs, auténticas cárceles encubiertas donde el único delito de los
que hay allí encerrados es ser extranjeros, pobres y carecer de D.N.I.
Todo esto ocurre en la misma
semana en que escuchamos al ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido (ministro
del mismo PP que al parecer le regala los recursos a los inmigrantes), decir
que las oenegés, las únicas que de algún modo palían tanto sufrimiento,
"potencian o favorecen la migración irregular", como si en realidad
las personas que huyen poniendo su vida en peligro al hacerse a la mar sobre
frágiles embarcaciones, lo hicieran por los atractivos turísticos que Europa
ofrece. Vale la pena destacar que según ACNUR, un altísimo porcentaje de los
muertos en este Mediterráneo devenido en tumba de África, son niños y niñas. Y
sin embargo, el ministro de Interior se dedica a criminalizar a las
organizaciones que protegen a estas personas. Dice Paula Farias, de Médicos Sin
Fronteras: "Las declaraciones de Zoido demuestran su ignorancia sobre lo
que pasa en el Mediterráneo: estamos sacando del agua a la gente que deberían
rescatar los Estados miembros". Vemos que la UE no hace frente a
este problema, más allá de comunicados de buenas intenciones y pésames
hipócritas cuando en alguna ocasión el horror de las muertes excede lo
soportable. En este contexto, el ministro con sus palabras no hace más que
alimentar y dar alas a la ola de xenofobia que amenaza con tragarse todo asomo
de esa humanidad que en tiempos fuera seña de identidad de la vieja Europa.
Mentiras y más mentiras:
mentiras de los racistas de a pie y mentiras de los racistas que nos gobiernan,
mentiras deleznables que representan la vergüenza de pertenecer al género
humano. Mentiras de un lado y de otro y en medio miles de muertos que a nadie
le importan.
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