PATIO DE COLEGIO
Cuando
estaba en la universidad tenía unos amigos que vivían en Murcia, en un piso en
la calle Úrsula, un cuarto sin ascensor cuyas ventanas daban sobre el patio de
un colegio. Desde la altura de esas ventanas se podía ver con una increíble
nitidez el reparto del espacio: los niños lo ocupaban prácticamente todo
jugando al fútbol, corriendo al pillao, dándose balonazos al balón prisionero.
Las niñas quedaban arrinconadas en un espacio mínimo y jugaban a cosas mínimas
o al menos tan pequeñas que desde un cuarto piso no se podían apreciar. La
visión era poderosa (valdría como ejemplo del cine-puño de Eisestein) tanto que
me ha acompañado durante casi treinta años.
Yo no lo supe entonces pero lo que estaba viendo en aquel momento era
una panorámica del patriarcado. Fue así el primer día y el siguiente y todos.
Los niños ocupaban todo el espacio todo el tiempo.
Esos niños
y niñas de entonces son ahora hombres y mujeres y sin embargo, aunque desde
luego sin sorpresa, el reparto de los espacios en sociedad sigue siendo muy
similar al del patio del colegio. A pesar de que hay tantas universitarias como
universitarios observamos cómo los
puestos de poder los siguen ocupando hombres en un abrumador porcentaje. En la
apertura del año judicial hace unos días no había ni una sola mujer, a pesar de
que las mujeres son a día de hoy el 52% de la judicatura. La revista Forbes publicaba
en febrero de este año una lista con los mejores CEOs de 2016, una lista de 50
directivos entre los que solo se encontraba una mujer. Eso es un mísero 2%. En
el Festival de Venecia, de 21 películas
presentadas, sólo una es de una directora. En este contexto vemos cómo la
precariedad laboral se ensaña especialmente con las mujeres. Del mismo modo
sabemos que la brecha salarial hace que las mujeres cobren aproximadamente un
25% menos que los hombres por el mismo trabajo. Todo esto nos entristece pero
no nos extraña porque seguimos viendo películas en el cine y en la televisión
que son una continúa épica masculina donde la mujer que aparece se podría
sustituir tranquilamente por una lámpara bonita sin que el argumento se viera
alterado de forma sustancial. Escuchamos canciones recién creadas que sostienen
y alimentan el antiquísimo relato de la mujer objeto. Bailamos con unos videos
musicales en los que el chico de la canción es el sujeto dominante y se
presenta revestido de todos los atributos de dignidad y autoridad mientras las
chicas aparecen reducidas a culo y tetas. Nos machaca una publicidad que en
ocasiones (y estoy pensando ahora en anuncios de moda o de perfumes) parece
haber perdido el norte por completo. Así se repartían los espacios en el patio
del colegio y así se reparten en el mundo adulto, que no es sino un reflejo y
una continuación de la educación que hemos recibido y de la información que
seguimos recibiendo a través de los medios.
Con ese
panorama no resulta raro que, siguiendo un observatorio realizado en nuestra
región por el Colectivo +mujeres, del que formo parte, el porcentaje máximo de
presencia de las mujeres en el ámbito de la cultura no supere el 18% en ningún
caso y que los porcentajes sean, en general, extraordinariamente
desalentadores. La escasa presencia femenina en puestos de toma de decisiones
no se corresponde sin embargo con los resultados académicos ya que las chicas
suelen obtener mejores notas que los chicos. Lo digo antes de que salga algún
fan de Pérez Reverte o Javier Marías a decirme que eso será porque no han hecho
méritos o no tienen talento. El problema es que a nosotras se nos educa en la
aceptación de ámbitos reducidos y a los hombres, por el contrario, se les educa
en la conquista de todos los espacios: el físico, el social, el político y el cultural. Por eso son tan necesarios los
agentes de igualdad en los colegios e institutos. Desgraciadamente la falta de
voluntad política y de asignación de recursos dejó a la ley que lo preveía (Ley
Orgánica 3/2007), considerada pionera e integral en esta materia, en papel
mojado. Aún así no debemos cejar, es imprescindible educar para que el patio
del colegio, que luego será el mundo, esté repartido de forma equitativa. De
eso va el feminismo.
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