¡DIALOGAD, DIALOGAD MALDITOS!
El rey. La primera peonada.
Seis minutos de trabajo en tres años y va y la lía. Le hubiera bastado con
adaptar un poquito el discurso de Navidad o, no sé, leer la letra de Imagine,
paz, amor, chicos no os zurréis, ya sabéis, algo que te comprometa lo justo sin
que tampoco te ponga en el camino del exilio dorado. Y sin embargo en su
discurso, como si a este conflicto le hiciera falta más combustible, se dedicó
a canear a las instituciones catalanas, a apelar a la misma legalidad de guerra
a la que apela el PP, a felicitar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del
estado. Y ni una palabra sobre los casi 900 heridos en las cargas policiales,
ninguna alusión a las portadas de toda la prensa internacional señalando la
salvajada perpetrada por un ejecutivo español con el norte perdido, ni siquiera
se le ocurrió pronunciar una sencilla frase, una palabra en catalán. Con los
puños apretados y cara de mala leche se dedicó a pedir firmeza. Le habrá
parecido poca firmeza la que ya se ha administrado. Ni una mención al diálogo
en el alucinógeno discurso del monarca. Ver al rey legitimar con las palabras
que dice y las que calla la manta de palos que le ha caído a los catalanes por
querer ir a votar, sólo dan ganas de largarse bien lejos. O mejor, de que se
largue él.
Sólo tenías que hacer una cosa
Felipe, una sola: hacer como si te importáramos todos por igual. Y me hace
preguntarme: ¿tan preparao, tan preparao para salir diciendo esto? ¿para eso te
hemos pagado colegios caros? Eso lo hace igual el tonto del pueblo con la
información que le da TVE, pero nos sale notablemente más barato.
Porque yo, replublicana, que
reniego de su representatividad también le pago el sueldo a través de mis
impuestos, mal que me pese. Así son las leyes. Pero si lo que quiere es
representar solamente a los votantes conservadores, que le paguen ellos el sueldo y que
nos liberen a los demás de esa carga, que quedaremos tan contentos. Lo que no
es de recibo es que lo paguemos a escote y que hable solo para sus coleguis. Y
si no, que pongan una casilla en la declaración de la renta como la de la
iglesia, siquiera por higiene democrática, estos que tan legalistas se ponen
cuando quieren. Mucho menos escrupulosos los hemos notado con el
desmantelamiento del estado del
bienestar.
El fanatismo jamás se ve tan
legitimado como en la defensa de la nación, la que sea, y si hay algo que
lo alimenta es la violencia. Lo único que hace morir de inanición al fanatismo
es el diálogo. Pero nuestros políticos han actuado como si la Historia no nos
hubiera enseñado nada. El catalán no es un problema penal que exija la
actuación de las FSE (por cierto, qué pena que no se os ocurriera acudir a las
mismas para luchar contra el ejército de corruptos que nos ha venido asolando
estos años) es un problema político como lo demuestran los miles de personas
que salieron a votar y que siguen manteniendo a Cataluña en colapso y lo que
está demandando esta situación es negociación y diálogo. Qué lástima que
estemos gobernados por pigmeos políticos: el rey, Puigdemont, Rajoy, ni uno
está a la altura del reto al que se enfrentan.
Si es cierto que no se puede
convivir sin respetar las leyes también es cierto que no se puede utilizar esas
mismas leyes contra una parte nada despreciable de la ciudadanía, ¿qué nos
queda, pues, por hacer? Dialogar o darnos palos. Yo voto por dialogar.
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