ESTAMOS VIVOS DE MILAGRO
Los accidentes ocurren, no es
nada nuevo. Ocurrió con el Alvia, un tren que según decían los responsables
politicos “tenía todas las garantías de seguridad” y que acabó convirtiéndose
en el peor accidente ferroviario de la historia reciente de España. Los
afectados aún se preguntan cómo es posible que el Ministerio de Fomento pusiera
en servicio una línea sin que existiera el preceptivo informe de seguridad de
un evaluador independiente. Ocurrió en el metro de Valencia, un accidente cuya
causa fue sobreseída con una celeridad más que sospechosa porque se esperaba la
visita del Papa y del cual lo que único que tenemos claro es que hubo un
peritaje chapucero, falta de rigor a espuertas y un aluvión datos falsos. ¿Responsables?
En la versión oficial, lo normal es que sea el conductor (sobre todo si no
sobrevive), el mal tiempo, la fatalidad o la divina providencia. La cruda
realidad es que esos accidentes tienen responsables políticos, servidores
públicos bajo cuya gestión no se han tomado las medidas preventivas necesarias
para evitar tales sucesos o para minimizar su impacto; políticos que se
protegen unos a otros haciendo uso de medios de comunicación que actúan como auténticos
gabinetes de prensa que les cubren las espaldas, tiran balones fuera, culpan a
la oposición de hacer uso partidista de una desgracia… Como si no conociéramos
esto ya. Al final de todo quedan un puñado de muertos, familias amargadas y
líderes políticos (cómo olvidar al inefable Juan Cotino haciéndose pasar por su
hermano cuando Évole le llamó por teléfono) que van pasando de un puesto a
otro, echando años atrás hasta que la tierra sobre los muertos se endurezca y
el caso se olvide. Esto pasa. Ha pasado.
Una de las cosas que hace de
los seres humanos animales evolucionados es que aprendemos. ¿Aprendemos?
En Murcia y Alcantarilla hay
circulando por en medio de la ciudad trenes con mercancías peligrosas como
ácidos corrosivos y otras sustancias que pueden ser altamente explosivas. Para
que nos hagamos una idea, atraviesa cada día nuestra ciudad el equivalente a
unas 21.000 bombonas de butano. El grupo municipal Ahora Murcia ha denunciado esta situación (http://esahoramurcia.es/autoproteccion-la-poblacion-ante-trafico-ferroviario-mercancias-peligrosas/)
pero el director general de Transportes, Costas y Puertos, Jose Ramón Díez de
Revenga, ha contestado que la circulación de trenes de mercancías por Murcia
“no es peligrosa” y que “nunca ha habido en la zona ningún accidente
reseñable”. Claro, un accidente no es accidente hasta que ocurre y quizás si lo
hubiera habido no estaríamos aquí para contarlo o estaríamos en el párrafo
anterior de este artículo, lamentando desgracias unos y rehuyendo
responsabilidades otros. También ha añadido el director general que no hay
riesgo porque los trenes en esa zona circulan a una velocidad muy baja. No, no
es un chiste, lo ha dicho el director general.
Ojalá que no ocurra, pero para
que no ocurra no basta con desearlo, tendremos que demostrar que hemos
aprendido algo y aplicar medidas preventivas que eviten desgracias, porque
luego los muertos se olvidan y el vivo vuelve al bollo, pero las vidas perdidas
no se recuperan y la tristeza permanece en las familias y en las ciudades
durante generaciones. Los accidentes ocurren en situaciones de riesgo, y éstas
pueden ser evitables si hay voluntad política de trabajar por el bien y común y
no sólo cara a la galería, en el mejor de los casos, y en el peor, por el lucro
y el medro personal o partidista. Es irresponsable mantener a la población en
una situación de riesgo, sobre todo porque la solución no es complicada: desde hace
años está proyectado el bypass de
Beniel que sacaría esas mercancías peligrosas de la ciudad. El problema es que
este bypass aún tardará un buen
puñado de años en ser una realidad porque al PP murciano lo único que le
interesa es hacer llegar el AVE a Murcia del Carmen antes de las elecciones de
2019. Todo lo demás es para ellos ruido de unos cuantos “mataos”.
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