MATERIAL DELEZNABLE
El adjetivo “deleznable” aplicado a materiales significa:
inconsistente, de poca duración o resistencia. Que se rompe, se disgrega o se deshace
fácilmente.
El ser humano es puritito material deleznable. Cualquiera que haya pasado por una
experiencia de participación en un grupo político, a cualquier nivel (partido,
club, peña, sociedad, asociación, colectivo, círculo, ateneo, cenáculo, junta,
casino, federación, liga, alianza, cofradía, comunidad) es posible que piense,
como pienso yo, que las personas en política suelen tener comportamientos
deleznables. Es así. El que participando en política no haya vivido
decepciones, que me escriba un privado, que colecciono unicornios.
No es algo exclusivo de la política, sucede en todos los
grupos humanos: entre los amigos, en el trabajo, en la familia incluso. Nos
decepcionamos unos a otros, nos traicionamos entre nosotros y a nuestras ideas,
podemos ser lo mejor pero también, en muchas ocasiones, somos desleales,
egocéntricos, despóticos, cobardes, egoístas, tiránicos, interesados. Somos
deleznables, despreciables, inconsistentes. A la política, por supuesto,
también llevamos este tipo de comportamientos. Cuando están en juego puestos de
poder, estas conductas se intensifican. Esa es la razón por la cual el personal
escupe por un colmillo de la política tan a menudo. No suele faltar motivo para
esta decepción.
Como solemos tener, en general, un concepto bastante
elevado de nosotros mismos como individuos, lo más fácil, una vez que conoces
la política más o menos de cerca, es decir: no le voto a nadie, ningún partido
me representa, me quedo en mi casa, no pienso ir a votar. A esta afirmación,
dicha en voz alta, sigue una reflexión, nunca enunciada, del tipo: “ningún
partido me representa porque nadie es tan trabajador, tan honesto, tan
solidario y tan honrado como yo”. Esta
reflexión alcanza cotas de paroxismo entre los votantes de izquierda, mucho más
politizados, en términos generales, que los votantes de derecha. Las envidias y
las luchas internas entre familias o facciones nunca faltan, haciendo
tristemente verdad aquello de: “cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. La
indignación frente a los comportamientos de los correligionarios es infinitamente
más profunda (por ser más dolorosa) que frente a los de los adversarios
políticos. Esa indignación está justificada y es la que aleja al votante de
izquierdas de las urnas. Pero esa misma indignación que (creemos que) nos eleva
sobre los demás también puede ser una trampa de egocentrismo e inmadurez porque
nos hace creernos mejores que el resto, nos hace enrocarnos en nuestro modo
único de percibir la sociedad y nos impide ver el conjunto.
Los tigres no hacen política porque son animales que
actúan en solitario. Pero los primates humanos somos seres gregarios, seres
sociales que nos necesitamos los unos a los otros, por tanto, toda forma de
relacionarnos entre nosotros es una expresión política. Es por ello que, a
menos que tengamos decidido hacernos ermitaños o subirnos a una columna en el
desierto como Simeón el Estilita, necesitamos la política para ordenarnos en
sociedad.
El juego de la política no es opcional, de él no nos
podemos salir, nos pongamos como nos pongamos. Podemos decidir estar más cerca
o más lejos de la acción pero eso es todo, porque se van a seguir haciendo
leyes que nos van a afectar, se van a seguir dictando reales decretos y
firmando edictos, con o sin nuestra matización mediante el voto.
Como ya hemos comentado, las personas de izquierdas son las
más dadas a quedarse en casa y castigar con su disidencia al partido que les ha
decepcionado. Yo creo que ese es un comportamiento inmaduro pero sobre todo y
por encima de todo, en este momento de avance salvaje de la derecha mundial, me
parece un comportamiento irresponsable. Si al día siguiente de las elecciones
vemos que Vox ha avanzado, que consigue escaños, que gobierna en coalición con PP y C’s, quienes se hayan
quedado en casa tan ufanos, mirándose el ombligo de la pureza ideológica, tendrán
su parte de responsabilidad en el avance de los cavernícolas del trifachito.
Debemos parar a esa ultraderecha que ahora nos amenaza desde
tres frentes porque, de lo contrario, lo que nos esperará al día siguiente de las
elecciones será ultranacionalismo, autoritarismo, racismo, clasismo, negación del
cambio climático, afición desaforada a
la bandera, devoción por las armas, liquidación de lo público, negación del
cambio climático, defensa desacomplejada del machismo y mucho, mucho patrioterismo
porque el patrioterismo es el refugio último de los canallas.
¿Tenemos unos partidos que dan pena? Puede ¿La política es decepcionante?
Desde luego ¿Conocemos otra forma, no armada, de cambiar esto? Yo no, pero si
se os ocurre alguna, os recuerdo que colecciono unicornios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario