CONTRA EL FASCISMO, MEMORIA
Salir del infierno, según se concluye de la obra de Primo
Levi “Los hundidos y los salvados”, significa abandonar la animalidad para
retornar a (o para integrarse en) la humanidad. Explica Levi que hay en
el sufrimiento extremo cotidiano un alejamiento de lo humano: cuando todo afán
está destinado a mantenerse con vida, la reflexividad se abandona; la
capacidad de elegir y tomar decisiones no es compatible con la mera lucha por
la supervivencia. En el infierno se produce un extrañamiento, un alejamiento de
uno mismo y de los demás en tanto que humanos. Muchos prisioneros de los campos
de exterminio, que habían logrado sobrevivir al largo martirio, se suicidaban
después de ser liberados ante el dolor de contemplar en retrospectiva lo que el
sufrimiento había hecho de ellos.
El nazismo es, posiblemente, el más perverso de los
sistemas, la encarnación del mal en la Tierra. El adjetivo que le califica es “satánico”
puesto que su pretensión no era sólo hacer desaparecer a los judíos y todos los
demás colectivos impuros sino hacerles perder, en el proceso, su alma humana.
La creación de los Sonderkommandos (1)
y la promoción de un sistema que fomentaba la insolidaridad dentro de los campos
de concentración responden a ese deseo satánico de hacer perder el alma a los
presos como parte de un martirio que concluía en las cámaras de gas.
Pero todo comenzaba mucho antes porque para ayudar a los
SS a matar en masa, primero había que deshumanizar a los enemigos a base de despersonalizarlos
y de convertirlos en una amenaza. Como vemos, el proceso que se sigue hoy día para
dejar a morir a miles de refugiados en el Mediterráneo es exactamente el mismo.
Habrá cambiado el escenario, pero las intenciones difieren poco. Es desoladoramente
fácil convertir a la víctima en culpable porque el modo de representar la
realidad depende de quién tiene la capacidad de generar y comunicar un discurso,
de contar lo que está pasando, y ése siempre es el más fuerte.
Mientras tanto, la comunidad internacional se refugiaba en
la ignorancia de los hechos, negándose a creer en la existencia de las cosas
que no deberían existir. Hasta que fue demasiado tarde.
Levi entiende la piedad como una categoría básica de la
ética humana, el eje fundamental de nuestra existencia, aquello que nos define
como lo que somos puesto que, en tanto que animales gregarios, sólo la
compasión nos puede cohesionar como grupo. Negarlo es negar nuestra esencia
humana.
Toda violencia lleva aparejada una carrera hacia el
olvido porque la vileza es algo que se esconde para negar su propia existencia.
Ocurrió en la Alemania nazi, ocurre en los abusos a menores, ocurre en los
distintos tipos de violencia. Es una guerra sucia que libra al mismo tiempo una
batalla contra la memoria, que pretende borrar sus huellas. El fascismo aspira
al olvido.
Si en el 80° aniversario de la invasión nazi de Polonia,
que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial, en Alemania, el partido fascista
AfD (Alternativa para Alemania) va ganando adeptos es porque en esa batalla
contra la memoria, el olvido ha ido ganando posiciones. Hay una ultraderecha que avanza en todo el
planeta (EEUU, Brasil, Italia, España) como si los planteamientos que propone
fueran novedosos, como si todas las atrocidades cometidas en nombre de la raza,
de la religión, de la patria, de la identidad nacional, no hubieran sido
cometidas ya antes, como si no supiéramos de sobra lo que va a ocurrir.
Levi nos pregunta en su libro y se pregunta a sí mismo,
qué podemos hacer cada uno de nosotros para que en este mundo preñado de
amenazas, ésta, al menos, desaparezca. Y lo que podemos hacer, puesto que todo
lo que ocurre ya ha ocurrido antes, es no olvidar. Es la memoria la que alberga
nuestra humanidad.
(1) Los Sonderkommandos eran grupos de prisioneros seleccionados para
trabajar en las cámaras de gas y otras tareas que les convertían en cómplices
del sistema.