NO ES SOLO NETANYAHU
Un pogromo (procedente del ruso pogrom: ‘devastación’)
es, según la Wikipedia, el linchamiento multitudinario, espontáneo o
premeditado de un grupo particular, étnico o religioso, acompañado de la destrucción
o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos, etcétera).
Cuando aún están vivos algunos superviviente del mayor
pogromo europeo, el Holocausto, sus descendientes ponen en marcha otro
igualmente sanguinario con el fin de exterminar a sus vecinos árabes en cuyo
territorio se instalaron una vez finalizada la II Guerra Mundial. Ellos,
precisamente ellos que tanto han sufrido se niegan a mostrar un ápice de piedad
y eso precisamente es lo que hace más doloroso y más perverso el genocidio de
Gaza. Utilizar el Holocausto como coartada para asesinar de manera impune resulta
moralmente repugnante. Es algo que nos lleva a perder la fe en la especie.
Estremece oír a primer ministro israelí jactarse de cómo sus
bombas hacen temblar los edificios gazatíes y decir, en una increíble y
rocambolesca voltereta propagandística, ¡que Free Palestine! es el nuevo Heil,
Hitler! El lenguaje siempre es el primer elemento en pervertirse en un
conflicto armado. Que él es un criminal
de guerra queda sobradamente demostrado, pero no es solamente Netanyahu. Hay
una larga lista de responsables del genocidio en Gaza por acción o por omisión:
Esta devastación fue puesta en marcha por el gobierno
ultraderechista de Netanyahu y su partido el Likud, como respuesta al atentado
salvaje de Hamas contra población civil el 7 de octubre del 23. La Unión
Europea, en boca de Ursula von der Leyen, bendijo el ataque (“tienen derecho a
defenderse” dijo) sin precisar cuántos muertos inocentes eran necesarios para
colmar ese anhelo de venganza, y ahora vemos que no había límite, que el límite
es la destrucción total. Desde instancias oficiales en Europa y en EE. UU. se
condenó el atentado, pero se ignoró olímpicamente el genocidio. Se ha
continuado con toda tranquilidad suministrando las armas que asesinan a
civiles.
Ni siquiera el entretenimiento queda fuera de esta lógica
perversa. Cuando Rusia invadió Ucrania fue inmediatamente vetada del Festival
de Eurovisión, pero sin embargo se ha permitido que Israel utilice el festival
como un escaparate propagandista a su antojo. Y a los disidentes nos dicen que
no politicemos la música. Claro, para politizar ya están ellos. En tiempos de
guerra, el cinismo es otro valor al alza.
A los fascistas no hay ni que preguntarles porque el
fascismo, que ahora avanza como una locomotora sobre el mundo, es una ideología
de muerte, ellos están siempre a favor del exterminio: a favor del exterminio
judío en la Alemania nazi, a favor del exterminio de Gaza por el gobierno
israelí ahora. Para el fascismo siempre hay una raza que sobra y a la que hay
que borrar de la faz de la tierra, ya sean judíos, gitanos, árabes… Ochenta
años después la islamofobia se ha convertido en su nuevo antisemitismo.
No han querido pararlo y ahora es imparable. Les pareció un
escándalo los mil asesinatos de Hamas, pero una ridiculez los cincuenta mil de
Israel, que ha salido a sangre y fuego al grito de o ellos o nosotros. EE. UU.
y Europa y le han seguido el juego por activa en la venta de armas y por pasiva
en la lasitud diplomática frente al gobierno de Netanyahu. Quizás Israel pretenda asesinar a todos los
gazatíes (y van quedando menos) pero sabe que no puede, que es imposible matar
a todos. Israel ataca a la población civil, les recomienda desplazarse, ¿a
dónde, a la Luna? decía Borrell, porque ya no queda sitio seguro en toda la
zona: ni escuela, ni hospital, ni campo de refugiados, ni embajada, ni
emplazamiento de la ONU. El ataque se ha extendido también a Cisjordania,
Líbano y Yemen. ¿Cuál es el límite?,¿no hay límite?, ¿dónde tiene que llegar
Netanyahu con su violencia, su miedo, su necedad, su ceguera?, ¿en qué momento
de esta escalada sangrienta le parecerá inaceptable a Occidente la actuación de
Israel?
La devastación avanza con una apisonadora sobre escuelas,
hospitales, centros de refugiados, hombres, mujeres, niños, niñas, los huesos
crujen bajo las ruedas de la maquinaria de guerra, pero su ruido no perturba la
indiferencia de Occidente. Israel es un socio preferente y eso tiene mucho más
peso que la dignidad, la compasión, la piedad, mucha más importancia que las
vidas humanas.
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