INCOMPETENCIA, BULOS Y SOLIDARIDAD ESPECTACULO
Esta DANA de terribles consecuencias para Valencia y un
dolor inaudito en todos los corazones ha mostrado todo lo positivo y todo lo
negativo que existe en nosotros. Se ha desplegado de forma sobrecogedora un río
espontáneo de solidaridad, un tsunami de ayuda a la altura del desastre. Pero
al mismo tiempo también ha desvelado cosas que ya sospechábamos y que aún no
habíamos constatado en toda su magnitud.
Una de ellas es que el negacionismo mata. Lo sabíamos, pero
no nos podíamos imaginar que mataba tanto y tan rápido. Mazón será para las
futuras generaciones sinónimo perfecto de incompetencia. El mismo Mazón que
negaba las consecuencias del cambio climático y que aquí están, en toda su
terrible y aplastante extensión, llevándose vidas humanas, lo irrecuperable.
Llevándose también trabajos, negocios, escuelas, infraestructuras de todo tipo,
modus vivendi que tardarán años en ponerse en pie. El mismo Mazón que,
coherente con ese negacionismo, desmontó la unidad de emergencias para derivar
esa dotación al noble arte de la tauromaquia, mucho más necesaria, dónde va a
parar. Ese Mazón que, cuando la DANA ya había empezado, se encontraba en un
restaurante ofreciendo la dirección de la televisión autonómica a una amiga periodista,
sin concurso público, claro está. El mismo, insisto, que se rodeó de
incompetentes como él y como su consejera de interior, Salomé Pradas (que ni
siquiera sabía que existía la alarma a móviles), y que tardó doce horas en dar
el aviso de alerta roja a la población, de darlo cuando la gente ya estaba
literalmente tragando agua y cuando ya se amontonaban los muertos.
Desde luego no era su intención, de hecho, nada ha sido su
intención porque no ha habido nada premeditado, o lo que es lo mismo, nada
previsto, pero el envío del mensaje cuando la riada ya estaba en curso,
provocando que la gente sintiera la urgencia de ir a sacar los coches de los parkings,
ha sido una trampa mortal. Ni que hubieran ido a pillar (y sabemos que no es
así). Para darlo a las ocho de la tarde, mejor no hubiera dado aviso ninguno.
Seguramente muchos de los que fueron en ese mismo momento a rescatar sus
vehículos aparcados en subterráneos se hubieran salvado. Una multitud ha pedido
este fin de semana en Valencia la dimisión de Mazón. Les sobran los motivos.
Otra cosa que hemos comprobado con preocupación es que los
bulos se multiplican a la velocidad de la luz en momentos de crisis, cuando la
población siente un pico de ansiedad por saber qué está pasando. Iker Jiménez
no ha sido el único, pero si uno de los más destacados en transportarnos estos
días, sin asomo de vergüenza, en su nave del bulo. Sería agotador enumerar la
cantidad de mentiras (que se iban a encontrar miles de muertos en parkings, que
la grúa se llevaba los coches de los voluntarios, que se ocultaban cadáveres
para que el recuento fuera menor, que se tiraba a la basura la ropa que se
enviaba como ayuda) publicadas y replicadas en cuestión de horas y que,
alimentadas en redes por medios de derechas han querido contribuir a dar la
sensación de estado fallido. Solo recordar que uno de los colaboradores de Iker
Jiménez, Rubén Gisbert, aparece en un video rebozando en barro su impoluto outfit
para simular que estaba él solito sacando a Valencia del desastre. Son expertos
en generar noticias fake, cómo se iban a resistir a servirnos también
una ración de solidaridad fake. Así de fiables son.
En estos tiempos de exposición pública para algunos mostrar
la ayuda es más importante que ayudar, confundiendo el acto con su
representación, confundiendo la imagen de la cosa con la cosa misma. Hemos
visto desplegarse en toda su dimensión la solidaridad espectáculo, algo que da
mucha vergüenza ajena cuando no mucho asco. Cuando influencers de todo
pelo se sacan fotos pala en mano con el modelo coronel Tapioca y maquillados de
barro, eso no es solidaridad, es auto promoción. Cuando un político va a sacar
fango con un montón de móviles grabándole para que no se escape nada, eso no es
ayuda, es populismo. Cuando un empresario multimillonario hace una donación, si
la donación no es anónima entonces no es solidaridad, es publicidad, es
aprovechar una tragedia para hacerse una maravillosa y baratísima campaña de
marketing.
Algunas televisiones han sido capaces de convertir el dolor
de los demás en espectáculo saltándose cualquier atisbo de código deontológico.
A veces no está claro dónde termina la información y dónde empieza el
espectáculo. Es una tragedia que necesita mostrarse al mundo, pero justo por
eso la dignidad y la intimidad de las personas deben ser preservadas con toda
delicadeza.
En fin, y algunos decían que de la pandemia íbamos a salir
mejores, como si hubiera una correlación entre encierro y excelencia (si así
fuera la gente saldría de las cárceles más virtuosa que san Martín de Porres).
Pues no, no hemos salido ni mejores ni peores, hemos salido igual que entramos.