ABANDONAR EL MIEDO
Hace un par de meses me encontré un gatito atropellado en la
carretera (alguien le había pasado por encima y no se había dignado a
detenerse); otra conductora y yo paramos el coche y cogimos al gato para
llevarlo al veterinario. El gato me pegó un arañazo del que aún me queda marca.
Fue una reacción inmediata del animal. Ocurre con todos los animales. La
violencia es una respuesta reactiva al miedo. El animal humano no es
precisamente una excepción a esta regla, solo que el humano ha sofisticado y
cargado de contenido esta reacción, dándole justificación y elaborando los
métodos de respuesta.
El miedo humano desencadena un sentimiento del que los
animales carecen: el odio. Miedo y odio son las dos caras de la misma moneda.
Odiamos porque tememos al otro y encontramos en la violencia el instrumento
ejecutivo de ese sentimiento.
El miedo se puede manipular y alimentar y convertirse en una
fuente inagotable de odio. Las víctimas propiciatorias de esos miedos suelen
ser siempre los diferentes, los pobres y los extranjeros. Los inmigrantes y
refugiados caen de lleno en esa categoría.
El discurso ultra convence a las masas de que si son pobres
es porque otro pobre, que viene de fuera, les está robando lo que es suyo (los
españoles primero, America first…) A ese es al que hay que temer y odiar, y no
a quienes acumulan riqueza de forma obscena. Otro eje del discurso,
completamente falso, es el de que los inmigrantes vienen a delinquir,
fácilmente comprobable contrastando estadísticas. Pero no buscan la verdad,
solo confirmación a sus fobias y en eso se han especializado las redes, cuyos
dueños, como bien sabemos, son juez y parte en este enfrentamiento desigual.
La explotación por parte de la ultraderecha del relato del
miedo a través de las fake news le está reportando grandes beneficios
electorales. Se aprovechan del malestar de la población para ofrecer soluciones
simples a problemas complejos. Aún peor,
para ofrecer soluciones falsas. ¿Qué la inflación está descontrolada, que sube
el precio de la vivienda? Pues sobran extranjeros. Un silogismo absurdo. Pero
es que el miedo nos hace sospechar los unos de los otros, envenena la
convivencia, nos animaliza. Tener miedo y odiar, odiar y causar miedo, una
espiral que se traga la convivencia.
Lo hemos visto en Molina de Segura donde el teniente alcalde
y (ojo a esto) concejal de seguridad ciudadana, de Vox, grabó a mujeres
magrebíes llevando o recogiendo a sus hijos del colegio, con el mensaje “Con
las barrigas de nuestras mujeres os conquistaremos otra vez”. Bonita manera de
mantener la seguridad ciudadana. Azuza el temor a lo que ellos denominan “el
gran reemplazo”, un bulo extendido entre la ultraderecha según el cual estamos
siendo conquistados de forma más o menos silenciosa por los inmigrantes al que
solo cabe contestar que lo que de verdad sobra son racistas.
Otra reacción al miedo es cerrar los ojos y negar lo que
está pasando. No es extraño que estas corrientes ultras además de xenófobas
sean negacionistas de todo: del cambio climático, de la pandemia y hasta de que
la tierra es redonda. Es mejor cerrar los ojos y volver a la Edad Media.
El miedo no busca soluciones: se agarra a un clavo ardiendo.
¿Qué si no el miedo lleva a un país a elegir presidente a un tío con
motosierra? ¿acaso no es eso un clavo ardiendo?
En estos momentos el mayor miedoso del planeta está en la
Casa Blanca y se llama Donald Trump. Desde su llegada al poder hemos entrado de
lleno en el escenario del miedo a nivel mundial, porque es un sentimiento
bumerang: él tiene y provoca miedo. En cualquier noticia de radio, periódico,
en cualquier conversación casual por la calle, qué miedo, lo oímos a cada
momento. El miedo se está convirtiendo en un eje de nuestras vidas. Deberíamos
encontrar el modo de revertirlo. La alegría es revolucionaria, como lo es
también la esperanza. Abandonemos el miedo, rompamos su juego.
https://rrnews.es/2025/03/abandonar-el-miedo.html
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