CUANDO
LA VIDA DA MÁS MIEDO QUE LA MUERTE
A todas
esas pobres personas que se han suicidado la vida les daba más miedo que la
muerte. Como ratoncicos acorralados, han
visto que se quedaban sin trabajo, que no podían pagar la hipoteca, que el
banco los agobiaba con cartas amenazantes, con llamadas a horas intempestivas y
que finalmente los echaban de sus casas.
Han elegido la puerta que no tenía salida. Se han rendido. Una sociedad
que creíamos garantista y protectora se ha vuelto de golpe cruel e injusta,
como Saturno devorando a sus hijos. No han perdido sólo las casas: primero han
perdido las oportunidades, luego la autoestima, después la esperanza. Hasta que
lo único que les ha quedado es el miedo y la angustia. Y quizás se pueda vivir
sin casa, pero no se puede vivir sin esperanza y acorralado por el miedo y la
angustia. Qué vergüenza formar parte de una sociedad que acosa y hostiga a sus
individuos caídos en desgracia. Asistimos a un espectáculo obsceno en el que
estamos viendo simultáneamente cómo la gente se suicida de hambre y
desesperación y cómo al mismo tiempo a los bancos se les da toda la ayuda que
se necesitaría para salvar a esas personas. Es intolerable, insoportable.
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