NOS HEMOS CASADO
Este fin de semana, después de 13 años y 3 hijos en común, Juan y yo nos hemos casado. Y nos hemos casado porque nos ha dado la gana. Por suerte, ya no es necesario casarse por imperativo legal, ni por imperativo religioso, ni por imperativo social, ni para salir de casa de los padres, ni porque ella está embarazada... Pero no hace tanto tiempo que todos esos imperativos marcaban la vida de las personas, de tantas personas que yo conozco que se casaron con la pareja que querían, pero quizás si hubieran podido lo hubieran hecho de otra manera, o no se hubieran casado, o no lo hubieran hecho por la iglesia, o lo hubieran hecho más tarde. Y es importante señalar aquí que al igual que las parejas heterosexuales se casan si les da la gana y si no, no, también las parejas homosexuales tienen ese derecho, así que me alegro de haberlo ejercido después de que lo hayan podido hacer (o no) mis amigos y amigas homo, hetero, bi, alfa, beta o gamma. Pero las cosas no cambian tan fácil y arrastramos una especie de marco social en nuestra cabeza que es difícil de modificar de un día para otro. Hace trece años, cuando le dije a mi madre que no me casaba, torció el gesto. Hace ocho meses, cuando le dije a mi madre que me casaba, lo volvió a torcer: “primero das el campanazo no casándote y ahora, cuando ya a todo el mundo se le había olvidado, lo vuelves a dar casándote”. Pero mi madre, 75 años, es una mujer tremendamente valiente y honesta. Y en una ceremonia civil preciosa (gracias, Beica) en la que leyeron mis hijos y mis sobrinos, mi madre nos dedicó unas palabras, que hicieron llorar hasta al fotógrafo, en las que reconocía que básicamente uno puede casarse cuando le dé la gana y que ella había estado equivocada y que estaba muy feliz. Así que me alegro de poder decir que mi madre disfrutó de ese día tanto como los demás. Por suerte la sociedad evoluciona y las personas también. Sólo hace falta coherencia y humildad para poder hacerlo
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