EUROPA SIN FRONTERAS
Esto empezó hace muchos, muchos años en una galaxia muy, muy lejana
llamada Maastricht. Nuestros políticos europeos, buenos y protectores con su
pueblo se inventaron una Europa sin Fronteras, al menos eso nos decían, borrando
rayas y puntos como en la canción de Rosa León. Muchos años más tarde se dieron
cuenta de que, ay señor qué olvido más tonto, tenían que haber hecho una
fiscalidad común; pero bueno, eso son tontás, no nos vamos a enfadar por tan
poca cosa. Y hoy vemos en Francia a una niña kosovar de quince años sacada por
la policía de una excursión escolar para ponerla, junto con su familia, al otro
lado de una frontera que NO EXISTE. Para colmo de la vergüenza (aunque a
ellos les da igual porque la tienen perdida) ahora Hollande comunica a la niña
que ella puede volver, pero su familia no. Sí hombre, claro: una niña extranjera
de 15 años, foco mediático, sola en Francia con la gusanera ultraderechista
bullendo como nunca. La infamia sobre la vergüenza.
Todo ese racismo francés (digo francés porque es el caso que nos ocupa)
en realidad no es puramente y solamente racismo sino que es odio al pobre (que
no es más que miedo a la pobreza). No veo que se muestren tan beligerantes
contra la inmigrante italiana Carla Bruni, ni contra el inmigrante de segunda
generación greco-húngaro Sarkozy.
Esto es por si nos quedaban dudas, queridos y queridas, de para qué se
inventó esta Europa. La ecuación es muy simple: no existen fronteras para el
dinero, para la especulación, para la banca, como no las hay tampoco para el
cinismo y la desvergüenza de sus dirigentes, pero en esta Europa sin fronteras
se ha inventado una frontera para poder apartar a los extranjeros pobres. Los
extranjeros ricos se pueden quedar todo lo que quieran. En España el PP llegó a
proponer que si tenían el dinero suficiente para comprarse una casa de las
caras se les podía dar la nacionalidad; si se estaban muriendo de hambre no, esos
que se vayan a morirse a otra parte. Es una Europa sin fronteras en la que sólo
existe una frontera: la frontera entre ricos y pobres, que crece día a día sin
parar. Y quizás otra frontera más, ésta sutil e invisible: una que le sirve al
partido socialista francés (y ya que me pongo a todo el social-neoliberalismo
europeo) para dejar fuera todo asomo de humanidad, de vergüenza, de
solidaridad. Es una frontera que les sirve para coger todo aquello que compone
su apellido “socialista” y ponerlo al otro lado, desde donde no lo puedan oír
dar gritos de indignación.
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