EQUIDISTANCIA E INJUSTICIA
Equidistancia:
hace unos días, un individuo cuyo nombre ni recuerdo escribía en el muro de
Patricio Hernández que Israel mata niños en Palestina pero que, a cambio, a los
palestinos no les importa armar a sus hijos para que mueran en la Guerra Santa.
Patricio le pidió que abandonara su muro y que no escribiera más, pero el
empecinado siguió aún con un par de comentarios más. Esta anécdota es sólo para
ilustrar una idea que se viene vendiendo desde que comenzó el conflicto: la
idea de la equidistancia. Pero esa equidistancia es imposible, es un puro
disparate, es una mentira desde el mismo punto de partida: un bando es rico y poderoso, sofisticado y avanzado y el otro es indigente, no hay equidistancia
posible. En un bando están cayendo las víctimas a racimos, en el otro son
anecdóticas. Un bando masacra, el otro es masacrado. Un bando usurpa un
territorio, el otro ve su territorio usurpado. Un bando es respaldado por la
comunidad internacional, el otro olvidado y/o ninguneado por esa misma
comunidad. Pero esta idea ha funcionado como funciona cuando escuchamos la
noticia de un asesinato cruel y a continuación nos dicen: un ajuste de cuentas;
acto seguido borramos la noticia de nuestra mente, fuera: como es un ajuste de
cuentas, va una cosa por la otra, ¿consecuencia? Se desactiva la indignación.
Esto es lo que se persigue y se consigue. Porque la indignación es necesaria,
hay que indignarse porque el fascismo se nutre de indiferencia. El día que nos
dé igual que un semejante sufra, ese día habrá llegado el principio del fin. La
indiferencia va contra la propia naturaleza humana porque somos seres gregarios
y necesitamos a los demás para sobrevivir
Injusticia:
están los que han sufrido y creen que eso les da una justificación eterna para
hacer sufrir, hacer sufrir en nombre del sufrimiento propio, es lo que hacen
los judíos con los palestinos. En el otro extremo, un pequeño gran ejemplo,
Marcos Ana, el preso político con más años en las cárceles franquistas, 23 años
(tenemos un Mandela y no lo sabíamos) y su actitud frente al carcelero que le
pega una paliza y que, finalmente, exasperado por su serenidad, por su
dignidad, le agarra de las solapas y le grita: "¡Pero vamos a ver, ¿tú por
qué cojones luchas?¡". Y el poeta responde:"Para que nadie pueda
hacerle a usted lo que usted me está haciendo a mí". Esa es una actitud de
una profunda humanidad. La actitud
sionista es la de aceptar las reglas de un juego perverso: como a mí me ha
tocado sufrir, ahora le toca a otro, perpetuando así la injusticia, porque el
sufrimiento es diverso, pero la injusticia es una sola, siempre la misma: la
injusticia del poderoso sobre el débil.
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