EL GRAN PUCHERAZO
Cuando
yo iba a octavo de EGB descubrí una palabra que me encantó: clepsidra, reloj de
agua. Me hice una nota mental para el futuro. También por aquella época aprendí
lo que era un pucherazo, aparecía en el libro de Historia: fraude electoral, una
práctica decimonónica periclitada. Como asumimos que la Historia es lineal y
camina hacia adelante, en mi horizonte vital me parecía más probable asistir,
por ejemplo, al aterrizaje de un OVNI que ver en vivo y en directo un pucherazo
clásico. Pero a estas alturas de la película hemos podido comprobar que la
historia no va hacia adelante sobre raíles sino que más bien camina con pasos
erráticos, a veces hacia adelante, a veces en diagonal e incluso, como ahora,
hacia atrás.
Anteayer
18 de Junio asistimos en el Juntamento de Hacendados de Murcia a algo que
creíamos que pertenecía a la prehistoria de la Democracía: un pucherazo de los
de toda la vida. Las irregularidades han sido tantas que no sabe una por dónde
empezar a escandalizarse: el día 16 de junio cuando por parte de las personas
que impulsamos la candidatura de Juan Alcaide se llevaron a la Junta de
Hacendados los votos conseguidos, se descubrió que, aunque el Juntamento se
había convocado el 28 de Mayo, la candidatura oficialista llevaba recogiendo
votos desde Febrero, aprovechando otra votación convocada para Marzo. Llegaron
a decir en la propia Junta que no iban a mandar a los acequieros a recoger
votos dos veces, que con un viaje ya se despachaban. Para ellos el fraude
electoral es, sencillamente, algo natural y cotidiano. Toda la vida he oído que el huertano es muy
desconfiado y me pregunto ahora dónde estaba esa desconfianza mientras les
pulían con un solo gesto el agua, el dinero y el futuro de las generaciones
venideras mediante esta sencilla fórmula:
- Firma
aquí
- ¿y
esto pa qué es?
- Pa
que no nos falte el agua ni nos falte de ná.
E iban y firmaban. La
ignorancia y la avaricia son una combinación letal.
La
Huerta pierde su identidad cuando se entuba, queda reducida a una caricatura de
sí misma, un recuerdo para un desfile hortera, los coros y danzas del
franquismo, una parodia que exhibir en el Bando de la Huerta. Sin vida no
hay identidad, sólo una máscara
mortuoria. Sólo si el agua corre por los brazales, los limoneros verdes y
amarillos darán sombra, en esa imagen bellísima y única que tan bien sabe
fotografiar María Manzanera. Sólo el agua hace posible la altura y el perfil de
la palmera en medio de un huerto. Sólo con agua son posibles los bancales de
habas o de tomates. En la huerta, sólo el agua nos da identidad. Desde luego no
el cemento ni el hormigón ni las urbanizaciones semivacías que están
convirtiendo este paisaje irrepetible en un polígono industrial. Sin identidad, cómo
sabremos qué somos. Sin identidad, qué somos.
Las
acequias han sido y son una hermosa clepsidra que ha estado marcando el ritmo
de la vida en la huerta durante cientos de años. Hay un hatajo de cafres que
quieren ahogar esa vida echándole por encima una espesa capa de hormigón, pero
de ahora en adelante no les va a resultar fácil porque hay mucha gente
vigilando y trabajando para que eso no vuelva a ocurrir, hay muchísimas
personas que quieren darle la vuelta a la clepsidra para que su ritmo de agua
siga siendo el diapasón de nuestra vida.
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