BALANZA TRUCADA
Ese lawfare que al parecer no existía ha dejado en
suspenso la presidencia del gobierno de España durante cinco días. Cinco días de momento, porque a saber lo que ocurrirá
después. La máquina de las especulaciones está en marcha a todo trapo, hagan
sus apuestas. Estaremos atentos a la comparecencia del presidente el lunes 29
de abril, festividad de San Pedro mártir. Sí, yo también he flipado.
La ausencia del presidente agiganta su presencia como nunca
antes la de nadie. Desde luego no podemos decir que Perrosanxe sea un
sujeto previsible, llevamos ya varias tandas de sorpresas con él desde que renunciara
a su acta de diputado para no facilitar la investidura de Rajoy.
Pedro Sánchez ha dirigido a la ciudadanía una carta con un
contenido también sin precedentes, como todo lo que rodea este caso. En estos
tiempos de tinderización de las relaciones, sorprende leer en su carta que se
define como un hombre profundamente enamorado; muestra una vulnerabilidad
inédita en política (y no solo en política), una vulnerabilidad que en el PP
califican de infantilismo. Solo les ha faltado llamarle mariquita por mostrar
sus emociones.
Es gravísimo el acoso al que han sido sometidos el
presidente, su esposa y toda su familia, desde informaciones falsas sobre
subvenciones que no existían hasta sobre una supuesta sauna gay, que qué tendrá
de malo, pero ya sabemos por dónde van los tiros de las fake news fachas: nunca
andan cortas de homofobia.
Ahora le ha tocado al presidente, pero esto no es nuevo, lo
hemos visto antes y hubiera estado bien que el partido socialista hubiera
reaccionado con más contundencia al ver caer políticos a su izquierda, víctimas
de la misma ofensiva que ha impactado esta semana contra Sánchez. En este
momento y sin pararme a pensar mucho me vienen a la cabeza Mónica Oltra y
Alberto Rodríguez que se vieron obligados a abandonar la política por este
mismo tipo de acoso. Después salieron exculpados, pero ya no están en política.
Así es como se le retuerce el brazo a la voluntad popular, emanada de las
urnas. Representantes políticos legítimamente elegidos son apartados de su
ejercicio por supuestas maniobras judiciales fabricadas ad hoc. Y las
bajas caen siempre del mismo lado. La conclusión inevitable es que el platillo
derecho de la balanza está trucado.
Esta situación que vivimos ahora es muy grave. Pero sabemos
que los presidentes vienen y van. Lo que es aún más grave es la sensación que puede
tener la ciudadanía de que la judicatura influye en la política del país, que
la separación de poderes es dudosa y que la justicia es arbitraria. Y si es
arbitraria ya no es justicia.
Si ese lawfare puede alcanzar al propio presidente
del gobierno, ¿qué podemos esperar los demás?, el sentimiento de indefensión
frente a una justicia que percibimos volcada de forma flagrante a la derecha
nos genera un descreimiento de la democracia. Y llegados a este punto, se
cierra el círculo: ya han conseguido su objetivo. Porque quienes orquestan este
tipo de campañas son antidemócratas con carné, nostálgicos de las dictaduras y
cínicos de todo pelaje. Luego se hacen los ofendidos, pero ¿qué quieren que
pensemos cuando un juez admite a trámite la denuncia de una organización ultra
que es un recorta-y-pega de periódicos ultras?
Está claro que a quienes organizan estas campañas les sobra
la pasta; andar todo el día tramitando denuncias a diestro y siniestro no sale
gratis. Pero no trabajan en el vacío, aspiran a lograr un gobierno que favorezca
sus intereses, que rebaje impuestos, que facilite exenciones fiscales a las
grandes fortunas, que abarate el despido, que venda la sanidad y la educación
públicas. Con un mínimo porcentaje de todo el parné que amasan llevan a juicio
a políticos de izquierdas día sí y día también. Si no gobiernan ganando las
elecciones, queman la baraja del juego democrático en los juzgados.
El presidente ha provocado un terremoto político y social
con este movimiento tan sorpresivo como arriesgado, pero haciéndolo ha expuesto
una práctica infame que manosea la justicia para devaluar la democracia. No sé
cómo le saldrá ni lo que pagará o pagaremos por ello. Ojalá no nos hubiéramos
visto enfrentados a esta situación, pero la verdad es que ya estaba bien. Ya
iba siendo hora de pegar un manotazo a las piezas de esta partida amañada.
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