CAUSAS PERDIDAS QUE GANAN BATALLAS
En la foto un grupo de mujeres mayores baja las escaleras
del Tribunal de Estrasburgo con grandes muestras de alegría. Gafas, cabellos
blancos, bufandas al cuello con bandas alternas turquesa, morado, turquesa. Son las Verein KlimaSeniorinnen (Asociación
de mujeres mayores por el clima), un grupo de jubiladas que ha conseguido algo
impensable: que el Tribunal Supremo de Derechos Humanos reconozca la
vulneración por parte de su país, la muy civilizada Suiza, de su derecho a la
salud por inacción a la hora de tomar medidas contra el cambio climático.
La dejación de deberes de Suiza se sustancia en que no se
han cuantificado las emisiones de efecto invernadero y no se han cumplido los
objetivos previos fijados para limitar esas emisiones. El Tribunal de Justicia
declara que las autoridades suizas no actuaron de manera oportuna y adecuada,
según la denuncia de las Verein KlimaSeniorien, quienes con esta hazaña llevan
camino de convertirse en un icono de cabello blanco de la lucha contra el
cambio climático.
Según sus propias palabras: "Las mujeres mayores nos
vemos especialmente afectadas por los efectos del calentamiento global. El
cambio climático, con el aumento de la frecuencia y la intensidad de las olas
de calor, pone en peligro la vida de las personas mayores, especialmente de las
mujeres. Tenemos experiencia personal de ello, y lo confirman numerosos
estudios, así como cifras del Gobierno federal suizo. El riesgo de muerte y los
problemas de salud durante las olas de calor aumentan considerablemente en
comparación con el conjunto de la población". Y si en Suiza fallan a la
hora de proteger a quienes sufren (especialmente si son mayores) los efectos
del calor desbocado imaginen ustedes en Murcia… Curiosamente, esta sentencia
está fundamentada en parte en la sentencia del Tribunal de Estrasburgo
favorable a una mujer de Lorca, Gregoria López Ostra, quien denunció que las
emisiones de una depuradora pública defectuosa cercana a su casa habían
provocado la enfermedad de su hija.
Las Verein KlimaSeniorinen (unas 2.500) son un ejemplo de
ecofeminismo, una corriente filosófica y social que une la lucha por la
igualdad con la lucha por la defensa de la vida en el planeta y considera que
el dominio del orden patriarcal es el causante de la explotación y opresión
tanto de la mujer como de la naturaleza. Su lucha está cargada de generosidad
porque saben que los logros que consigan no los disfrutarán ellas (la media de
edad de la asociación es de 73 años) sino generaciones futuras.
Pero no son unas recién llegadas, muchas de ellas llevan
toda una vida dedicada a la lucha ecologista. Son las que se manifestaban y
emprendían acciones en los años 60, 70 y 80, cuando aún había margen de
maniobra. Las que clamaban en el desierto. Aquellas cuyas acciones eran tildadas
de exageradas, inconvenientes y hasta peligrosas. Incluso a lo largo este
proceso se quejan de no haber sido tomadas en serio durante muchos años: “nos
ridiculizaban, nos mandaban a tejer”. De hecho, su causa fue desestimada por
todos los tribunales de su país antes de llegar a Estrasburgo.
La defensa del planeta es absolutamente imprescindible
frente a un número incontable de amenazas que podrían convertir nuestro entorno
en invivible. Pero el ecologismo ha sido para la opinión pública en gran medida
como una especie de pepito grillo pelmazo, un profeta exasperante de
catástrofes que (creíamos) no iban a suceder mañana. Acciones como esta
contribuyen a la toma de conciencia de la ciudadanía sobre un tema que nos
atañe de un modo tan urgente.
Hay una conclusión en el fallo del Tribunal que supone un punto
de inflexión cara al futuro: la consideración de que la protección del clima es
un derecho humano. Además, esta sentencia puede sentar precedente para futuras
demandas ya que el fallo es vinculante y puede influir en la normativa de 46
países y territorios de Europa.
El cambio climático está en boca de todos porque el
descontrol de las estaciones y la subida de las temperaturas es tan evidente que
prácticamente ya solo la niegan los terraplanistas. Este tipo de denuncias
ponen sobre la mesa que la alteración climática nos está afectando ya, que no debemos
cerrar los ojos, que no podemos darle una patada hacia adelante, hacia la
siguiente generación, que es ahora o nunca. Que nos van la salud y finalmente
la vida en ello. Estas abuelas han ganado una batalla calibre David contra
Goliat. Ojalá que cunda el ejemplo. Hay motivo para la esperanza.
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