DOLOR POR GAZA
Con el paso del tiempo tendemos a creernos moralmente
superiores a épocas pasadas. Hasta ahora solíamos mirar las dos guerras
mundiales, la guerra civil española, el Holocausto, por encima del hombro de la
superioridad que nos proporcionaba no haber vivido en primera persona una etapa
histórica violenta, lo que nos permitía poder decir: cómo es posible que
sucediera tal cosa, eso hoy no ocurriría, somos mejores. Pero no lo somos,
somos una sociedad miserable, una sociedad que consiente que se masacre a
cientos de miles de civiles (niños y niñas en un abrumador porcentaje) mientras
nuestros representantes no son capaces, no ya de detener al país agresor, ni
siquiera de vetarlo en un festival. En qué nos convierte ser espectadores de
esa tibieza frente a una violencia intolerable.
La hipocresía también mata. La comunidad internacional se
horrorizó (e hizo bien en horrorizarse) con el salvaje atentado de Hamás:
ochocientos muertos, mil quinientos heridos, 229 secuestrados. Pero le está
costando mucho horrorizarse de igual modo con la venganza terrible de Israel:
treinta y cinco mil muertos, incontables heridos, incontables desaparecidos,
supervivientes en condiciones infrahumanas, bloqueo a la llegada de ayuda
humanitaria, desprecio de las convenciones de guerra más básicas. Las matemáticas han dejado de importar. Solo
importa el dolor de nuestro aliado. El enemigo de nuestro aliado debe ser
infrahumano porque no despierta el mismo sentimiento ni la misma respuesta de
los mismos líderes.
Las matemáticas por tanto no salen indemnes de esta guerra
atroz. El lenguaje tampoco. Si es un crimen de guerra atacar una fiesta donde
cientos de jóvenes se divierten despreocupadamente, ¿cómo se llama bombardear
un hospital, un campo de refugiados, una escuela? ¿Cómo se llama dejar morir de
hambre, enfermedad y penalidades a quienes han conseguido sobrevivir a la
masacre? Nos falla el idioma, nos faltan las palabras para calificar la
barbarie de Israel contra Palestina. Se queda corto el lenguaje a la hora de
adjetivar la indiferencia occidental frente a esos crímenes televisados.
La comunidad internacional reconoció el “derecho a
defenderse” de Israel, dando su beneplácito con carita de asco al castigo
colectivo indiscriminado que ha constituido esta incursión, aunque ello
suponga, como así está siendo, la comisión de delitos de lesa humanidad y de
crímenes de guerra. El veto a Rusia para participar en Eurovisión por su
agresión a Ucrania puso de acuerdo a todo el mundo, pero sin embargo es una
vergüenza que no se haya vetado a Israel en el festival. Es más, por poco gana.
Imaginen que hubiera quedado como país anfitrión para 2025. Un frívolo festival
también es un arma política.
El papel de EEUU está siendo crucial en este conflicto ya
que es cómplice necesario. Arma el puño que golpea y apenas osa pedir vendas
para el golpeado. Veta una y otra vez toda petición de alto el fuego alegando
que no es el momento. Nos preguntamos a los cuántos muertos será el momento.
El ministro de defensa israelí llamó a los palestinos
“animales no humanos”. Los paralelismos con la persecución judía en la que los
nazis les llamaban “ratas” es escalofriante. El patrón siempre es el mismo: 1.
deshumanizar al enemigo para que nos dé igual su sufrimiento.; 2. Posicionarnos
del lado del más fuerte adaptando el discurso a conveniencia.
Al principio del ataque, Netanyahu dijo: “Israel va a abolir
este mal para favorecer a toda la humanidad”. Esta frase grandilocuente no es
un órdago, es una promesa. En su megalomanía cree de verdad que debe erradicar
el “mal” que significa Palestina para favorecer una humanidad sin rastro de
población árabe en la zona. Es una frase que recuerda a otro megalómano frente
al que la comunidad internacional también mostró una tibieza que después tuvo
que lamentar y que acabó con la vida de seis millones de judíos. Una injusticia
sustituye a otra y así avanza la historia y retrocede la humanidad.
A Netanyahu no le sobra Hamás, de hecho, este grupo fue
alentado en sus inicios por Israel en un plan para generar un enemigo interno
contra la OLP. No le sobra Hamás decía, le sobran dos millones y medio de
palestinos, hombre, mujeres, niños y niñas. “No quedará piedra sin remover”, ha
dicho. Los que asistimos al horror desde nuestras casas, con un nudo de
angustia atravesado en la garganta, sabemos que es verdad, que no quedará
piedra sobre piedra.
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2024/05/14/dolor-gaza-102329403.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario