LOS HIJOS DE JUANA RIVAS,
SEIS AÑOS DESPUÉS
Publicamos
en 2018 en este mismo medio un artículo titulado “Los hijos de Juana Rivas” en
el que nos hacíamos eco de la violencia que estaban sufriendo esta madre y sus
dos hijos, ambos menores de edad en aquel momento. Ella se separó de su marido,
Francesco Arturi, a quien había denunciado por malos tratos, y se marchó de
Italia llevándose consigo a los hijos de la pareja, por temor a que fueran maltratados
ellos también. Ya en España, el magistrado Manuel Piñar dictó una sentencia
contra la madre en la que la condenaba a cinco años de cárcel, seis de pérdida
de la patria potestad y a pagar una multa de 30.000 euros por sustracción de
menores. Juana Rivas entró prisión de la que pudo salir gracias a un indulto.
Los hijos le fueron entregados al padre.
La sentencia de Manuel Piñar contenía todos los estereotipos
que niegan la violencia de género: acusación de denuncia falsa, de manipulación
hacia los hijos, de síndrome de alienación parental… En sus redes sociales
mostraba un total desprecio hacia las políticas de igualdad. Recientemente este
polémico magistrado ha reclamado una indemnización de cien mil euros tras
jubilarse anticipadamente, indemnización que el CGPJ ha rechazado.
La Asociación de Mujeres Juezas se pronunció al respecto en
aquel momento: "Partiendo del absoluto respeto a todas las decisiones
judiciales, la gravedad y trascendencia de las penas impuestas resulta
evidente, pues con ellas no se condena solo a la acusada, sino a dos hijos a
perder el vínculo con su madre, a pesar de que todos los informes de
especialistas, incluido aquél en el que se apoya la sentencia,
confirman una relación positiva y vinculante entre los menores y su
progenitora". Se quedaron cortas en su apreciación. No era solamente que
con la madre tuvieran vinculación y arraigo, sino que con el padre estaban en
riesgo.
Han
transcurrido seis años. Ahora la fiscalía italiana ha acusado a Francesco
Arturi de maltratar a sus dos hijos a los que sometía “habitualmente a
violencia física, vejaciones, insultos y amenazas”. Nadie se ha sorprendido, por
algo se dice que un maltratador no puede ser un buen padre. Gabriel Arcuri, que
ya ha alcanzado la mayoría de edad, y que ha vivido hasta 2022 junto a su
padre, ha dirigido una carta a la Fiscalía General de Cagliari en la que
solicita que se proteja a su hermano menor, Daniel, aún bajo custodia paterna,
porque “corre gran peligro”. Suponemos que sabe bien de lo que habla.
La
denuncia de maltrato interpuesta por Juana Rivas fue cuestionada y el
magistrado Manuel Piñar puso en duda en todo momento el testimonio de ella, a
la que acusaba de “explotar el argumento del maltrato”, hasta tal punto que no
le tembló la mano a la hora de castigar a los menores a través de la madre, en
algo que podríamos denominar violencia vicaria institucional. Admitió el delito
por sustracción de menores, que no les ponía en peligro, y desestimó el de
maltrato, que sí lo hacía. El resultado está a la vista.
La
violencia convoca más violencia. En este caso, a la violencia física y
psicológica sufrida por Juana Rivas en el ámbito doméstico se unió la violencia
vicaria, esa que el maltratador ejerce a través de los hijos, víctimas a su vez
de la violencia paterna. Y como la rueda de violencias parece no tener fin, a
las anteriores se unió la violencia institucional, un tipo de violencia silente
e insidiosa que se da en demasiados casos y que aún sigue sufriendo el hijo
menor. El dolor causado tanto a los chicos como a la madre es ya irreparable.
La justicia abandonó a unos menores a los que debía protección. El
comportamiento violento de los individuos muchas veces es incontrolable. Pero
lo que no se puede tolerar bajo ningún concepto es la violencia de las
instituciones porque de esta somos responsables como sociedad.
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2024/12/19/hijos-juana-rivas-seis-anos-112737219.html
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