domingo, 27 de mayo de 2018

EXALTACIÓN DE LA IGNORANCIA


EXALTACIÓN DE LA IGNORANCIA

La ignorancia siempre ha existido, pero históricamente ésta ha supuesto un menoscabo de la persona, no un valor. La sabiduría y el conocimiento han sido en todo tiempo una aspiración social, un ideal que ha hecho a todas las sociedades avanzar y superarse. Para nuestra desgracia vivimos tiempos de exaltación de la ignorancia. La fama había sido hasta nuestro siglo un premio que se desprendía de las hazañas o los logros de la persona. En estos momentos, la fama es un valor desvinculado completamente de todo esfuerzo donde el único mérito consiste en la capacidad de exposición a los medios. Vemos a hijos e hijas de famosos que ni han terminado la educación básica, sujetos que se han relacionado con alguien que es o ha sido popular, personajes televisivos y radiofónicos presumiendo de ser aún más ignorantes de lo que ya imaginamos que son, gente viviendo a cuenta de la ignorancia, embrutecida, sirviendo como ejemplo vital a los más jóvenes. Lo más triste es que se trata de personas que han tenido acceso a la cultura pero que no han hecho uso, demasiado esfuerzo, qué cansera. El ideal ilustrado de la educación universal convertido a lo sumo en mero entretenimiento, el bagaje necesario para participar en un concurso televisivo, pero no para hacerte crecer como persona y como ciudadano, alguien cuyos valores harían avanzar hacia una sociedad más sabia, más justa, más igualitaria.

La incultura conviene al mercado pues genera ciudadanos carentes de capacidad reflexiva y crítica, y el mercado es el que marca los tiempos de la política, plegada completamente a sus dictados. “Es el mercado, amigo”, fue la frase que enunció Rodrigo Rato al ser interpelado por su actuación como ministro de economía. “Es el mercado, amigo” puede muy bien ser todo un compendio de economía política; es lo que hay, no hay más, hay mercado y debemos legislar y gobernar en función de ese mercado.

Mientras tanto, el personal docente se mata a trabajar luchando, por una parte, contra los recortes derivados del saqueo económico que ha supuesto la corrupción (cuya responsabilidad se sacudía Rato con un puro vacile, porque los chulos son así) y por otra, contra el avance generalizado del modelo deplorable de la ignorancia, enarbolado tanto por famosos como por los propios políticos que debían ser garantes de los valores de la sociedad. En nuestros tiempos de posverdad, de ataque neoliberal, de invasión descarada del mercado libre, todo se compra y todo se vende; el conocimiento (o la imagen que lo representa) también. El saber real es despreciado y ninguneado, la filosofía desterrada de los planes de estudio, la música proscrita, las humanidades y todo lo que no sea una ciencia utilitaria, desdeñadas. Los científicos, cuyos recursos son recortados sin mesura, no tienen más opción que emigrar a países donde aún no se haya iniciado la persecución del saber.

La unión de corrupción política e ignorancia como modelo social nos conduce ineludiblemente al máster de Cifuentes, ese máster que ha sido el paradigma de la desigualdad y el privilegio, de la tomadura de pelo y el signo de nuestro tiempo: la exaltación de la ignorancia. La constatación de que el dinero y la influencia todo lo pueden. No te dan sabiduría pero la fingen con un documento que para los efectos cumple con lo que se le pide. La erudición es una carga estúpida, una pérdida lamentable de tiempo. Estudiar es de pobres, los mismos que luego servirán hamburguesas o copas a aquellos que, sin necesidad de hincar codos, tienen el mismo título, ese que les da acceso al poder porque para que no se desmorone todo el tinglado es conveniente seguir guardando las apariencias. Este caso da cuenta además del efecto corrosivo a todos los niveles que produce la corrupción porque una sociedad que exalta la ignorancia y que para el conocimiento reserva el subempleo o el exilio, es una sociedad que se encamina hacia su propia disolución.

Hay ideas que lamentablemente nunca desaparecen y vemos cómo el arcaico lema fascista de “muera la inteligencia” ha devenido en consigna neoliberal. Sí, por lo visto la ignorancia es todo un negocio.