sábado, 4 de marzo de 2023

SOLASTALGIA

SOLASTALGIA

Tengo un sentimiento que solo podía expresar mediante una paráfrasis porque aún no había encontrado la palabra exacta: no solo desesperanza, algo más; la sensación de que les dejo a mis hijos un mundo acabado, un paisaje en ruinas, el mensaje punk de no future convertido en desoladora realidad. Me pregunto si viajamos en el vientre de un caballo de Troya que ignora que está siendo devorado por la carcoma, una carcoma que se llama pandemia, guerra, colapso ecológico, calentamiento global, crisis hídrica, extinción de especies, agotamiento de recursos, superpoblación. Quizás avanzamos por inercia, seguimos adelante, elaboramos proyectos como si fuéramos eternos, como si fuéramos a salir intactos de esto. Vemos en el telediario el cálculo de lo que tarda un misil desde Kaliningrado a Murcia (8 minutos y 13 segundos) y creemos que no va con nosotros. Creemos que nos va a dar tiempo… Queremos entrar con ese caballo en el futuro, como los aqueos entraron en Troya, pero ese caballo se va desmoronando como un iceberg a cuarenta grados, uno de esos icebergs cuyo tamaño disminuye sin cesar. Y no queremos hablar, nos atenaza algo cuyo nombre aprendemos también sobre la marcha: horresco referens, el miedo a la referencia, la angustia que nos atenaza cuando aquello de lo que vamos a hablar es de un espanto tal que excede la capacidad de ser puesto en palabras. 


Descansamos sobre lechos en llamas y aun así nos negamos a despertar. Arde el planeta, pero no queremos creer que lo que está sucediendo está sucediendo de verdad ni que tenga que ver con nosotros. El ser humano comete aquí un doble pecado: el pecado de la desmesura y el pecado de la soberbia. La soberbia le hace creer que el planeta está en función de los seres humanos y no al revés, que todos los recursos están a disposición de hombres y mujeres, que el planeta todo ha sido creado para disfrute única y exclusivamente del primate superior, sobre todo si es blanco, hombre, occidental y heterosexual. La desmesura le hace aspirar a tener más, a consumir más, a viajar más, como aquejado por una enfermedad acumulativa, un síndrome de Diógenes que le lleva a consumir y desechar bienes, experiencias y relaciones en un bucle interminable.


Crecimos impulsados por bellas utopías: la del cristianismo primitivo, tan parecido al comunismo antes de que el poder lo corrompiera, la del comunismo teórico tan parecido al cristianismo antes de que el poder y la real polítik lo corrompieran, la del flower power hasta que sus protagonistas se hicieron definitivamente adultos y se comieron las flores en caros platos de autor, la de la agricultura extensiva que iba a acabar con el hambre en el planeta hasta que descubrimos que no iba acabar con el hambre pero sí con el planeta.


Hemos construido un mundo que da miedo y todo es pura distopía. La cultura se hace eco de la realidad, y en cine, en series, en literatura proliferan los mundos distópicos. Nos preparamos para lo peor de forma inconsciente. Vivimos esperando la próxima catástrofe, la próxima guerra, la próxima pandemia, el apocalipsis. Vemos más cercano el fin del planeta que el fin del sistema económico depredador que lo devora. No sabíamos colocar Ucrania en un mapa y ha hecho falta una guerra para que sepamos que no podemos vivir sin Ucrania. Sin embargo, sus habitantes tenían que ganarse la vida fuera del país. La riqueza, como sucede tan a menudo, no pertenece al país que la produce sino a la capacidad extractora de grandes fortunas, casi siempre extranjeras, fortunas cuya única patria es su banco. Ellos gobiernan el mundo. Ellos acabarán con el mundo.


La palabra que buscaba es solastalgia, un sentimiento que los occidentales aún no habíamos experimentado, pero que sí hemos hecho experimentar a otros pueblos. La solastalgia es el dolor que sufre una comunidad tras cambios destructivos en su territorio, es el sentimiento de estar perdiendo el hábitat y con él, la cultura, las relaciones con los demás y todo lo que ello conlleva. En mi caso, que soy una picapedrera del optimismo, me pregunto cómo podremos vivir sin esperanza. Me niego a vivir sin esperanza mientras me abrazo a la tabla de salvación del ecofeminismo.







NOCHE DE LECHUZAS Y TOPOS

NOCHE DE LECHUZAS Y TOPOS

Este pasado 21 de febrero y tras el parón de la pandemia, el Colectivo +mujeres retomó las entregas de los premios Topo y Lechuza. Esta ha sido la 3ª edición y ha tenido lugar en la cafetería Ítaca de Murcia, igual que en ocasiones anteriores, con una nutrida asistencia de público. La entrega de premios tuvo un carácter cordial y distendido, como viene siendo habitual. 

El Premio Lechuza se concede a las personas físicas o instituciones que, desde el punto de vista de +mujeres, más hayan contribuido a la consecución de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. El premio topo se concede a quienes menos hayan contribuido o que hayan obstaculizado con sus actuaciones la consecución de la igualdad. Este premio quiere ser una llamada de atención sobre determinados comportamientos para hacerlos visibles y con ello poder corregirlos.

Premio Lechuza: en esta ocasión ha sido concedido a Teresa Vicente por su enorme esfuerzo por crear cultura ecofeminista. Ella es la protagonista de un liderazgo democrático por el Mar Menor y de un descubrimiento colectivo de los derechos de la naturaleza: la ILP. 

El éxito de esta Iniciativa Legislativa Popular, referente y modelo para otros ecosistemas en peligro se apoya en cinco puntos:

1. Como profesora de Filosofía del derecho en la UMU y directora de la Cátedra de DDHH y Derechos de la Naturaleza desarrolla esta iniciativa en el marco de la teoría de Justicia Ecológica Feminista. El cambio de rumbo desde el modelo antropocéntrico ecocida hacia un modelo ecocéntrico. Un hilo central que vertebra y orienta como eje de vanguardia el derecho ambiental del s. XXI.

2. Como abogada en ejercicio durante muchos años tiene experiencia en los mecanismos de aplicación de las normas jurídicas. Su defensa valiente en los tribunales y foros públicos nacionales e internacionales ha fortalecido sus convicciones y contrastado la claridad de sus ideas. 

3. Como activista política en el Foro Ciudadano de la Región de Murcia ha desarrollado una mirada crítica empática y un trabajo en equipo al hacer diagnósticos certeros y propuestas de futuro para un territorio castigado por la corrupción, el atraso y la inoperancia. 

4. Como demócrata radical, ha liderado el grupo promotor y a todo el movimiento ciudadano de la ILP, con participación y transparencia máxima. Ha respetado la pluralidad inherente a ciudadanía y ha mantenido la independencia en las relaciones necesarias con los medios de comunicación, con los partidos y con las instituciones.

5. Como embajadora de esta potente herramienta jurídica hecha ya Ley 19/2020, ha devuelto el orgullo académico y cívico a las Universidades públicas y a toda la Región de Murcia.  Este primer ejemplo en Europa de un cambio global imprescindible para defender los Derechos de la Naturaleza viaja con ella por todo el mundo, desde Egipto hasta la ONU, con el programa Armonía con la Naturaleza. Y, en la última COP 15 de Biodiversidad, en Canadá, nos trae como regalo el anuncio de la primera Asamblea de la Tierra en 2024. 

En enero, la UMU, le ha entregado el premio “Rector José Lostau” por los valores que representa este logro de innovación jurídica y política 

Teresa Vicente pronunció unas clarificadoras palabras y recogió el premio entre el cariño y la emoción del público.

Premio Topo, otorgado a Isabel Franco, periodista y tránsfuga de Ciudadanos. Desde su cargo como Vicepresidenta del Consejo de Gobierno de la Región de Murcia y Consejera de Política Social, Mujer, Igualdad, LGBTI y Familias, ha dinamitado los pocos órganos legitimados para tratar temas de igualdad y de prevención contra la violencia de género en las instituciones públicas. Uno de sus méritos, que quedará inscrito en la memoria de la política pública de Igualdad de esta región, es haber desactivado el Consejo Asesor de Mujer y el Consejo Asesor contra la Violencia sobre la Mujer, que no se ha vuelto a convocar desde octubre de 2020.

Ha tenido a su cargo partidas millonarias que han venido del Estado para la Violencia de Género y para mejorar la conciliación familiar y laboral, que tanto lastra la vida de las mujeres, que no han sido empleados al 100% y de cuyo destino no ha dado ninguna explicación a pesar de haber sido interpelada desde foros institucionales. Sin embargo, las víctimas de violencia de género están en lista de espera para ser atendidas de forma integral en los centros de asistencia dependientes de su Consejería. Los incumplimientos del Pacto regional contra la Violencia de Género han sido flagrantes. 

Ha tenido grandes retos para trabajar en políticas de igualdad, LGTBI y en política social, pero no ha sabido o no ha querido aprovecharlos.

Isabel Franco no recogió el premio Topo, algo que es habitual en este galardón.


Desde el Colectivo +mujeres queremos agradecer de nuevo su presencia a todas las personas que nos acompañaron en este acto y esperamos encontrarnos de nuevo el año próximo para seguir conjuntamente avanzando en igualdad.